Gonzalo Drago Gac (1906 – 1994) nació en San Fernando y conservó siempre esa dulzura provinciana, la solidaridad con sus pares, esa bonhomía tan propia de los mundos rurales. Comenzó a trabajar y a escribir muy joven, especialmente sobre situaciones de injusticia y maltrato que experimentó en carne propia en las faenas mineras y en su paso por el servicio militar.

Perteneció a la Generación del 38, una de cuyas características más visibles es el fuerte interés social que subyace de maneras más o menos evidentes en un gran número de obras de prosa y poesía en las que abordan las injusticias y abusos sufridos por los trabajadores de ciudades y campos. Algunos de sus integrantes son reconocidos escritores como Óscar Castro, Nicomedes Guzmán, Francisco Coloane, Andrés Sabella, Reinaldo Lomboy, Leoncio Guerrero, Baltazar Castro.

gonzalo drago

El escritor Ramón Díaz Eterovic entrevistó a Drago un par de años antes de su muerte: “Todos los escritores de mi generación nos formamos solos (…) En general, los escritores de ese tiempo comenzamos a publicar con el advenimiento del Frente Popular, en el gobierno de Pedro Aguirre Cerda. (…) La Generación había sufrido desde el año 30 en adelante, por persecuciones políticas o gremiales. Yo fui expulsado de la Braden Copper. Por eso escribí Cobre”.

Gonzalo llegó a Rancagua en 1928, con apenas 22 años. Pronto comenzó a escribir columnas literarias en periódicos de la zona, como La Semana, bajo los seudónimos de Alsino y Ateneo y, más tarde, en El Rancagüino, actividad que mantuvo por muchas décadas. Poco tiempo después conoció al escritor Óscar Castro, una especie de alma gemela, con quien compartió lecturas, libros, opiniones, gustos, y a quien reconoce como su principal mentor en el mundo de la escritura. Se trasladó a San Fernando y años después a Santiago, manteniendo por años su generosa columna en El Rancagüino.

En 1934, junto a Óscar Castro, Óscar Vila y otros escritores y periodistas, fundaron el grupo “Los Inútiles”, uno de los más antiguos del país, dando inicio a numerosas actividades culturales, entre las que destacan la creación de una revista, columnas literarias y culturales en diarios y periódicos, invitación a escritores, científicos, profesores, políticos, del país a realizar lecturas de sus obras o dar conferencias. Una notable iniciativa fue la creación de la Universidad Popular, una preocupación ya en esos años, y la creación de un Liceo nocturno que permitiera completar los estudios a quienes habían debido abandonarlos para trabajar.

Durante varios años Gonzalo Drago trabajó como empleado de la Braden Copper Company, lo que le permitió conocer muy de cerca la vida de los mineros del cobre en esos años. Uno de los cuentos de “Cobre”, El derrumbe, muestra lo poco o nada que había cambiado la vida de los mineros desde la época de Baldomero Lillo, quien denunció los horrores del trabajo en las minas de carbón casi medio siglo antes que Drago. Un mundo de hombres en espacios laborales siempre expuestos a catástrofes y donde la muerte es parte de la vida cotidiana. Los únicos sueños son el gusto del licor raspando las gargantas, la bajada a Rancagua a los bares y prostíbulos, para luego regresar al fondo de la mina en un círculo sin fin.

A diferencia de los cuentos de Lillo, en que jefes y capataces no tienen ninguna preocupación por la seguridad de los obreros, acá Mr. Baxter está atento a posibles peligros, aunque no sea más que para fines personales: mantener un historial profesional del que se enorgullece, porque bajo su gestión no ha habido accidentes fatales que lamentar.

Las maderas han empezado a crujir; es el turno del amanecer y los trabajadores conversan del paraíso que los espera cuando bajen a la ciudad. El capataz ha escuchado los crujidos y sabe que algo está por pasar, pero calla. Y en un segundo los muros se desploman, sepultando para siempre a los veinte hombres que trabajan y sueñan: todo ha terminado, hasta la próxima catástrofe, porque así es la vida en las minas.

Su novela “El purgatorio” (1951), reeditada por LOM en 1996, denuncia y analiza el sinsentido y el maltrato que reciben los conscriptos que ingresan al servicio militar obligatorio. Mario Medina es el protagonista a cargo del relato de la vida en un cuartel de Valparaíso, donde los abusos se ejercen sin contrapeso. Asoma una mirada literaria del mundo de las armas muy diferente a la de, por ejemplo, Olegario Lazo Baeza.

El mundo campesino también está presente en la literatura de Drago, un mundo lleno de silencios, de pocas palabras al momento de enfrentar la violencia de situaciones desatadas ya sea por la fuerza de la naturaleza, por las injusticias, por la propia violencia de quienes no han conocido otras maneras de resolver problemas. El cuento “La crecida”, de su libro Surcos, muestra a una mujer que se inquieta frente a una lluvia que no amaina y que se atreve a decir que deberían irse. El hombre ya ha decidido que prefiere morir con su mujer, sus hijos y sus animales, antes que abandonarlo todo. Un ruido ensordecedor los despierta en mitad de la noche: la crecida los arrastra. Al otro día, la casa y todo lo que estaba vivo, seres humanos y animales, yacen bajo el fango y las piedras, en un mundo en el que solo reina el silencio.

De su libro “Cobre” es un cuento excepcional dentro de la cuentística nacional: Míster Jara. Había aparecido ya en algunas antologías, pero en 1973 lo publica la editorial Quimantú en la recordada Colección de Minilibros, junto a otros relatos de su autoría y con un tiraje de 50.000 ejemplares. Gran parte de dichos libros fue enviada a las guillotinas, ya que la dictadura había etiquetado las publicaciones de la editorial como “literatura subversiva” que había que eliminar. Si Gonzalo Drago hubiera escrito este único cuento, ya tendría derecho a ser considerado en un lugar principal de nuestra literatura, porque traza con maestría lo que podríamos considerar el arquetipo de quien reniega de sus orígenes, de su lenguaje, de su sociedad y cultura de pertenencia, para adscribir a un grupo del que no podría estar más alejado, un grupo para el que jamás significará nada y que apenas sabe de su existencia.

Míster Jara muere en su ley: el único conocido que va a verlo cuando sabe que está muy enfermo, recibe como respuesta “I don’t know you”, una de las pocas frases que puede hilvanar para parecerse a sus admirados héroes norteamericanos.

Su ensayo y antología sobre Óscar Castro debe estar entre los mejores libros escritos por un par sobre otro par, amigo admirado y querido a la vez. El lenguaje describe con lucidez, profundidad y cariño la vida y trabajos del gran escritor que fue Castro, entregando imágenes muy vívidas de él mismo, de su entorno, sus ideas, preocupaciones, personalidad, su amor por Isolda Pradel, su lucha constante por sobrevivir y ser fiel a su vocación de escritor. Se lee con fluidez y, siendo un ensayo, hace que sus lectores compartan las vicisitudes, anhelos y alegrías de las personas que desfilan por sus páginas, entregando una imagen multifacética de quién fue Castro como hombre y como creador.

Al inicio, escribe Gonzalo: “Nadie, al mirarlo por primera vez, habría sospechado que ese hombre de mirada apacible y lentas actitudes, delgado, pulcro en el vestir, cuidadosamente peinado, era un poeta dueño de una maravillosa cisterna de emociones, belleza y experiencias internas, que tenía el don de elaborarlas y transmitirlas a los demás en una misteriosa red de vasos comunicantes”. Así, Gonzalo, gran observador, conoció a su gran amigo de manera profunda y fue capaz de transmitir y conservar para nosotros el retrato vivo de uno de nuestros más interesantes escritores.

Leer y releer a Gonzalo Drago significa conocer a un gran escritor, que pudo amalgamar y develar esos mundos tan diversos que coexisten en nuestro país, creando personajes entrañables que van desarrollando sus vidas en condiciones adversas e injustas, pero que conservan una calidad humana que emociona y que hacen pensar en la centralidad de una vida que siempre iremos construyendo con otros.

OBRAS PRINCIPALES

Cobre, cuentos, 1941.
Flauta de caña, poesía, 1943
Una casa junto al río, cuentos y novela corta, 1946
Surcos, cuentos, 1948
El purgatorio, novela, 1951, premio Sociedad de Escritores de Chile
Tres versiones de Chile Central, cuentos, 1959
Poesía joven de Colchagua, ensayo y antología, 1961
Cuentos escogidos, 1965
La esperanza no se extingue, novela, 1969, Premio Municipal de Literatura de Santiago
Óscar Castro: hombre y poeta, ensayo, 1969
Míster Jara, cuentos, 1973
Los muros perforados, novela, 1981

Josefina Muñoz Valenzuela