Por Miguel de Loyola

La novela presenta la conflictiva situación vivida por  la joven universitaria

Temple (de sólo diecisiete años de edad), en manos de un grupo de

hombres productores ilegales de whisky durante la época de la llamada

 Ley seca.

Temple, acostumbrada a escaparse con amigos de la universidad, sale un día con un tal Gowan, joven aficionado a beber whisky. Durante un trayecto en automóvil quedan en panne en la carretera y buscando ayuda para salir del problema, caen en una casa donde funciona una destilería ilegal de whisky, la que casualmente Gowan conoce. En dicha casa, habitada por Lee y su mujer, Popeye, un anciano ciego y sordo, y Goodwin, pasará un noche de terror huyendo de los hombres ebrios que la acosan sexualmente hasta consumar uno de ellos su delirante deseo. La lujuria encendida por el alcohol lleva Lee a disparar contra el joven Goodwin con el fin de conseguir a temple.

El torrente narrativo de Faulkner, como sabemos, avanza desordenadamente mostrando a los personajes en las mas diversas situaciones del acontecer. Se trata, pues, de un narrador cámara que va enfocando sin orden alguno los acontecimientos, uniendo jirones de sus vidas hasta conseguir, con este modo desarticulado,  una relativa  unidad narrativa  de cierta coherencia. Es posible que en la traducción de la novela  se pierdan algunos elementos significativos, dada la vivacidad de la pluma de Faulkner que perfila mediante el lenguaje todas las situaciones de la novela, sin detenerse en ningún tipo de meditación respecto de los hechos descritos.

La novela se extiende hasta el juicio llevado a cabo para condenar al asesino del joven y, paralelamente, a la extraña  relación vivida por Temple y Popeye, quien arrastra a la muchacha a vivir en un prostíbulo y a mantener relaciones amorosas con un tercero (Dan), dado que Popeye es un hombre impotente y se complace en mirar a temple en brazos de otro.

Lo más destacado de Santuario, como en la gran mayoría de las obras de Faulkner, a mi juicio radica en la forma de mostrar la realidad, partiendo de lo que la realidad misma entrega: hechos. Sucesión de hechos ligados o desligados unos de otros que van generando  conflictos sin solución. Es decir, Faulkner se abstiene de hacer comentarios entre líneas y nos entrega un relato con ribetes de guión cinematográfico, puramente descriptivo. Tal vez, como diciendo, en la realidad no hay más que hechos, o bien, “a los hombres por sus obras los conoceréis”.

4 de Mayo de 2003