Por Pedro Pablo Guerrero
Invitado por la Dirac, el autor recibió de la Presidenta Bachelet la Orden Bernardo O’Higgins y presentó su nuevo libro «Caminando sobre el tejado». Aquí comenta su intención de hacer una película en la que podría actuar Paulina Urrutia.
Llega al salón del hotel con un traje que no pasa inadvertido. «Un festín para el fotógrafo», promete con la seguridad de un modelo veterano. Es su quinta visita a Chile. La primera, en 1967, vino invitado por Pablo Neruda. En esa oportunidad recorrió el país desde Antofagasta a Tierra del Fuego, acompañado por Francisco Coloane. La Guerra Fría estaba en su apogeo y al frágil deshielo impulsado por Nikita Jruschov sucedía una nueva era glacial bajo el régimen de Brézhnev.
Nacido en Siberia el año 1933, Yevgeny Yevtushenko conoce el riesgo del congelamiento. «¿Cómo pude sobrevivir durante el tiempo de Stalin?», se pregunta en el libro que acaba de presentar en Chile: Caminando sobre el tejado (Lom), traducido del inglés por el poeta Javier Campos. El título evoca una anécdota que protagonizó a los 17 años, cuando salió a pasear desde la ventana de un noveno piso con un vaso de vodka en la mano. Acto de acrobacia digno del equilibrista que ha sido toda la vida este poeta, novelista, director de cine, ex diputado del Soviet Supremo (1989) y profesor de la Universidad de Tulsa, en Oklahoma, donde llegó junto a su cuarta esposa en 1991. Un sobreviviente que triunfó allí donde fracasaron Maiakovski, Tsvietáieva, Esenin y tantos otros.
-¿Cómo es que usted nunca resbaló de ese tejado de hierro?
-El coraje sincero te puede matar o salvar. Es como la ruleta. En mi vida he aprendido que la gente es cobarde. No es que sea mala; simplemente se asusta. Muchas veces hablé contra los escritores oficiales y defendí a los que eran atacados ideológicamente. La gente pensaba que si alguien hacía tales discursos significaba que atrás de él había personas muy poderosas que se lo permitían. Llegaron a esparcir el rumor de que una noche Stalin me hizo llamar para recitarle mis poemas. Era un invento, por supuesto, pero se convirtió en mi escudo. Así ocurrió siempre.
-¿Y hoy cómo ve a Rusia? ¿Es igual al «país llamado Más o Menos» de su nuevo libro?
-No sólo Rusia, todo el mundo. Esa expresión está en todos los idiomas. Vivimos en el tiempo del más o menos, bajo un montón de valores relativos. Se olvida completamente el sentido de la vida como un regalo que no tiene precio. En muchas poesías jóvenes del mundo he escuchado el sarcasmo. El sarcasmo es una protesta frustrada de antemano.
-Alguna vez invocó en su arte poética a Pushkin, Lermontov, Nekrasov, Blok, Pasternak y Maiakovski. ¿Agregaría hoy a Joseph Brodsky?
-No, porque Brodsky es un poeta que no da esperanza. Es muy bueno, profesional, de gran talento, pero le falta algo: despertar esperanzas en los desesperados.
-¿Y es deber de la poesía aportarlas?
-En mi opinión sí. Porque todo, como en la Madre Naturaleza, debe tener armonía. Pushkin hace poemas sarcásticos, pero nunca pierde la esperanza. Una noche escribió uno de sus más oscuros poemas cuando tenía miedo de estar loco. Esa misma madrugada escribió otro completamente distinto. La poesía debe reflejar todos los colores de la vida, como el arco iris. Incluso el negro. Pero concentrarse solamente en el pesimismo es una limitación de la mente. Ser pesimista es un modo fácil de parecer inteligente.
-¿Tiene una idea de cuántos poemas ha escrito?
-Muchos. Empecé a los 15 años. El 70 por ciento es una basura. Sinceramente. Y no soy modesto, porque he escrito demasiado. Cuando cumplí 75 años publiqué un libro de casi tres kilos: 1.116 páginas, a dos columnas, sin ilustraciones.
-¿Cuál es el poema que más le gusta?
-Uno que escribí después que vine a Chile en 1972: «La paloma de Santiago». Es sobre un joven que se lanzó desde la azotea del Hotel Carrera. Ese poema salvó muchas vidas. Se publicó en 12 idiomas y recibí casi mil cartas de personas que me agradecían por haberlas convencido de no suicidarse. No sólo me gusta por esa razón. Es muy ambicioso lo que voy a decir, pero siento que el espíritu de Shakespeare, quizás el mejor poeta de todos los tiempos, atraviesa algunos versos de ese poema.
-¿Es cierto que quiere dirigir una película basada en «La paloma…»?
-Es uno de los principales objetivos de mi viaje a Chile. El primero que me dijo que este poema podía ser una película fue Fellini. Lo leyó en italiano y opinó que ya era un guión completo. Yo soy discípulo del neorrealismo. Quiero hacer la película en Chile y me gustaría trabajar con actores y personas que no sean actores. Cuando conozco gente siempre estoy haciendo el casting mentalmente. El otro día me recibió la ministra Paulina Urrutia. No se lo dije, pero ella podría ser la madre del protagonista.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…