Por Omar López, 22 de julio de 2023, Puente Alto
Tengo la extraña sensación de que vivimos en un país que está fuera del planeta y que las cosas que aquí suceden pertenecen a una “dimensión desconocida”: la contingencia que nos envuelve se caracteriza por la fundación de realidades paralelas a una lógica humana ya que, por ejemplo, solo aquí los guardias privados creen a ojos cerrados, en el viejito pascuero. Y, por lo tanto, en el caso de los computadores “fumigados”, el estado paga millonarias sumas mensuales a los dueños de estas empresas de “seguridad” para que estos personajes sigan en condición de ingenuidad permanente. El habitual circo de los matinales, manejados todos con un criterio casi científico de manipulación política (porque sus dueños no son precisamente, “gente como uno”), está de fiesta: aparecen los payasitos de costumbre; los “honorables” de siempre y alguno que otro “experto” en la materia pertinente. Todo bien aceitadito y calculado para desinformar… “informando”.
La fiebre de las demoliciones impulsadas por un alcalde santurrón y oportunista (virus electoral) y las cuentas alegres de una ultraderecha constituyente que pretende dirigir la máquina del tiempo a un pasado de oscura y sangrienta estirpe pinochetista, es otro lamentable síntoma de un paíz así con Z…Z de zombis; de zozobras; de zancadillas. El tema del narcotráfico y el nido de su miseria humana es una de las consecuencias de un sistema social injusto, egoísta y dominante que defiende y privilegia a las grandes multinacionales y sus serviles embajadores. T o n t i f i c a r a la gente ha sido por siglos negocio redondo para ellos. Los agentes del poder o los ejecutantes del terror, cuando el terror es la única salida están ahí, en las sombras… en la espera atenta a cualquier intento de un estallido, una rebelión o un despertar.
Por eso, de repente, quiero creer que Franz Kafka era chileno: sus laberintos, sus escarabajos, sus castillos, sus procesos, sus murallas chinas, sus informes para una academia… tienen mucho eco en nuestra actualidad. Y nuestra metamorfosis comenzó con la traición del once de septiembre de 1973 para inmovilizarnos en una cama ya gastada de cincuenta años y que nos ha convertido, en un ser de muchas patitas y un par de locas antenas que, día a día intenta levantarse y no puede y solo tiene por horizonte el techo y por ventana, su desgracia.
Espero que mi extraña sensación, sea una pasajera incomodidad.
Durísimo cuento. Atento a las obras de este autor valdiviano.