Por Adriano Améstica

Adriano Améstica fotografía: Rolando Mellado

El Río Claro y sus imágenes, con la porfía y el poder tan propios de las aguas, surgen en bello y distinto renacimiento, al viajar con atentas miradas, lámina tras lámina, al navegar por este álbum, perteneciente al territorio de las artes visuales, que creado y publicado hace ya muchísimo tiempo -año 2005- en solemne ceremonia realizada en el Teatro Regional del Maule, nos presentó el pintor, dibujante y fotógrafo, Orlando Mellado, que en esta obra nos ofrece la reproducción de trabajos suyos creados entre los años 1975-1999, incluyendo un total de nueve láminas -tres óleos, tres pasteles y tres grafitos- más el óleo de portada.

En el “Álbum del Río Claro”, que así lo nombró el siempre inquieto artista que fue Mellado, en esta selecta muestra o colección de dibujos y pinturas captura a su modo, por supuesto, cauce y riberas del Claro, detalles arbóreos o vegetales propios e identitarios de ese paisaje, incluyendo como lejano trasfondo esfumados cerros, y más cerca alguna isla en tonos grises; algunos botes, mínimos, vistos desde gran altura, y figuras humanas a menudo apenas insinuadas con uno o dos trazos. Las pinceladas y líneas eso sí, si bien parecieran permitirnos identificar un espacio conocido, nos ponen en realidad al frente, cada cuadro, una escena paisajística re-creada, transfigurada, fiel como conjunto al motivo central, o sea, el río y su entorno. Cae, por decirlo así, el ropaje habitual, para que surjan delante de nuestros ojos, inseminantes, otras luces al momento de la plasmación y desde ahí se nos abren miradores amplios para ver un Río Claro otro, que habla a la emoción, a los sentidos, a la memoria nuestra, con su lenguaje de imágenes transmutadas, innovadas por el influjo de la creación. Lo que era, ya no es, pero al mismo tiempo lo es, y lo sabemos, y lo percibimos.

El artista nos ofrece entonces sus propias visiones del espacio de todos, que, aparencialmente “congelado” en los cuadros, adquiere una suerte de dinamismo al interior de la pintura o el dibujo, y que emanado hacia el exterior, hacia nosotros, lo hace dotado de movimiento, como las aguas, como el mismo impetuoso río de la que podríamos llamar realidad natural o primigenia. O como el viento que, de ser gestor o agente esencialmente impulsante en esa misma realidad primera, ha de ceder su independencia para subordinarla a la fuerza sinuosa y definitiva de los pinceles y lápices, que esgrimidos sabiamente por el artista, lejos de embridarlo o dejarlo estático, le ofrecen o dan nuevos árboles, nuevos caudales para que continúe en movimiento.

Algo distinto, entonces, ha nacido por medio del expresivo idioma visual recién creado, una especie de alegoría del paisaje, que nos provoca la sensación de cuerdas que musican y dialogan a lo más íntimo nuestro sin flujos de ajenidad, convocándonos al sentimiento de ser unos con el paisaje, y proponiéndonos desde la perspectiva visual el locus amoenus o lugar ameno, donde el rol protagónico, en estas obras, pertenece al río.

RÍOS Y ARTISTAS
En una rápida incursión por lo que son expresiones artísticas vinculadas a los ríos, es posible buscar y encontrar muchísimas manifestaciones creativas, donde ellos son mencionados o sirven para expresar, en sentido figurado, pensamientos de orden superior y belleza.

Recuérdese, por ejemplo, al español Jorge Manrique, quien a mediados del siglo XV escribió las célebres “Coplas a la Muerte de su Padre”, obra a la que pertenecen los conocidos versos, “Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar en la mar/que es el morir:/ allí van los señoríos/ derechos a se acabar/ y consumir…”. También en el terreno de la literatura, están el vate sevillano Antonio Machado (1875-1939) y el Río Duero: “Allá, en las tierras altas,/ por donde traza el Duero/ su curva de ballesta/ en torno a Soria, entre plomizos cerros/ y manchas de raídos encinares,/ mi corazón está vagando, en sueños…”. Asimismo, el gran poeta granadino, Federico García Lorca, (1898-1936) y el Río Guadalquivir, en el poema titulado “Muerte de Antoñito el Camborio”: “Voces de muerte sonaron/ cerca del Guadalquivir…”.

En el ámbito de la música en tanto, se asocian, por citar ejemplos, Richard Wagner y el Rhin, Johann Strauss hijo y su “Danubio Azul”… Y en el territorio de las artes plásticas, Renoir y el río Sena; Van Gogh y sus “Barcazas en el Ródano”.

Y ya en nuestra Región del Maule, citemos a Augusto Santelices y su poema “Un Hijo es como un río”; al poeta Efraín Barquero, quien aludiendo al Maule escribe “Río de mi Infancia”; y al destacado vate cureptano, Matías Rafide, con su poema “Nilo”. Y en la plástica, mencionemos al español José Boris Casanova y su óleo “Río Maule”, y al talquino Agustín Abarca con su pintura “Árbol y río”.

ANTONIO DE ALCEDO
En cuanto al Claro, “mi íntimo Río Claro”, al decir del ilustre escritor talquino Guillermo Blanco, hurgando en la tanta papelería impresa que acumula el tiempo y en la búsqueda de cauces y senderos para reidentificarlo y establecer vínculos de pertenencia en la memoria y la conciencia, surge material en abundancia. Es así como adquirimos noción del “Diccionario Geográfico-Histórico de las Indias Occidentales o América”, publicado en Madrid, en el siglo XVIII (1786-1789), escrito por el español Antonio de Alcedo, quien refiriéndose al Maule como Provincia y Corregimiento del Reyno de Chile, señala que: “…en esta Provincia cultivan (…) toda especie de granos y crían mucho ganado de toda especie, especialmente cabrío por la utilidad de las pieles para cordobanes” y “cogen igualmente vinos de mejor calidad y más estimados que los de las demás Provincias del Perú, y algún tabaco, cuyo beneficio cesó desde que se estancó de cuenta del Rey, y se prohibió su siembra. Los Ríos que la riegan y fertilizan son Maule, Claro y Lontué”. Precisa también que los habitantes llegan a 12.000 y la capital es Talca, así como menciona el tráfico de sal, que, dice, “se cría muy blanca en pedazos pequeños en unas lagunas”.

JULIÁN DEL CLARO
Más tarde, en 1910, el médico y escritor Francisco Hederra Concha, firma con el pseudónimo Julián del Claro, aludiendo sin duda al río, la primera edición del polémico libro
“El Tapete Verde”, novela ambientada en Talca, que causa gran conmoción en la “alta” sociedad de ese tiempo por su carácter de denuncia, que pone al descubierto facetas moralmente detestables de quienes pertenecen a ese mismo grupo social, mostrando en el principal de sus personajes la denigrante condición a que llega un hombre enviciado por el juego.

JUAN IGNACIO MOLINA
Siempre en el terreno del arte escrito, el desaparecido poeta maulino, Manuel Francisco Mesa Seco, en su ensayo “Aspectos desconocidos del ancestro provinciano de Neruda”, publicado en 1985, junto con precisar que al Abate Juan Ignacio Molina “se le exalta por su obra científica”, afirma que a él también se le debe reconocer como “uno de los primeros poetas de Chile y el primero de la región maulina”, y situándonos, Mesa Seco, en la segunda mitad del siglo XVIII, registra parte de la poesía del insigne sabio, escrita a los 21 años mientras era seminarista y se encontraba enfermo en Santiago, poesía de la que consignamos de modo aún más fragmentario, algunos versos que pertenecen a la elegía dedicada a los ríos chilenos:

“Ya cerca, de la Talquina tierra divísanse las cumbres;
Desde los conocidos montes viene propicia el aura.
Este es, si no yerro, el Río Claro, amable corriente.
Esta misma selva, a las antiguas aguas sombras daba.
Por estas riberas yo, y recorriendo estas arenas,
Suave frescura iba buscando debajo de esos temos.
En estas piedras me he sentado, mis miembros bañé con esta
agua; Aquí, lanzado yo el anzuelo, pesca abundante obtuve.
Salud, Río Claro, que agitas nobles linfas,
¡Con qué alegre rostro estoy tus ondas contemplando!”

“¿Reconoces, después de tanto tiempo, al que te ha amado?
¿Por ventura, es ésta de ahora, la faz de ti bien conocida?
¡Ay de mí! como temo creas de mí que estoy fingiendo,
O pienses que forjar pretendo alguna fábula;
Y digas no haberme visto nunca, ni conocer mis rasgos,
Que cual conocidos tuyos hacer pasar intento.”

“Adiós, mi Río Claro…”, sigue escribiendo Molina, en su canto, “Que el nombre toma de la dulce agua”, y en un nostálgico y exaltado recuerdo nos dice, antes de navegar o volcar su verso hacia el Río Maule:

“¡Ah, cuántas veces, con los ojos cautivos del vórtice sinuoso,
Contemplándolo el día entero fui pasando!
¡Sin tener sed, cuántas veces bebía de esta aguas,
Y bebiéndolas, néctar del cielo en la boca parecíanme!”

NUESTRAS RAÍCES
Retornando hacia Orlando Mellado y su publicación, tal como antes lo hiciera este artista en 1986 cuando da a conocer su “Álbum de Talca”, con esta obra dedicada a nuestro Río Claro, que persistiremos en saludar y celebrar con entusiasmo, nos invita a mirar y ver de verdad lo nuestro, asignándole el alto valor que realmente merece. Nos sugiere, asimismo, la necesidad de recuperar, en y con la naturaleza, parte importante de nuestra conciencia y radical sentido de pertenecer al lugar que habitamos, lugar en el que hondamente se encuentran sumergidas nuestras raíces desde el ayer, para el hoy y para el mañana…