El escritor Xu Zechen participó en la primera sesión del ciclo el 13 de enero de 2023

UNA MÁSCARA PARA MIRAR EL MUNDO

por Diego Muñoz Valenzuela

Antes de leer el excelente cuento LA MÁSCARA MAYA de Xu Zechen, he tenido la oportunidad de leer su novela CORRIENDO POR BEIJING, en el ya lejano año 2015. Participamos en una mesa de conversación organizada por el Centro Regional del Instituto Confucio para América Latina, junto con el escritor Zhou Daxin y nuestro imprescindible Xun Xintang, animador y vigoroso impulsor del conocimiento entre las literaturas de Latinoamérica y China.

Sabemos que Xu Zechen es uno de los jóvenes narradores más destacados de China, con una profusa obra que ha sido merecedora de los principales premios de su país y traducciones a varios idiomas.

La novela CORRIENDO POR BEIJING es atractiva, rápida, vertiginosa casi y relata la compleja supervivencia de un joven, Dun Huang, que viene recién saliendo de la cárcel. La ciudad muestra su rostro más duro -exento de afectos y lealtades- y el joven se siente mucho más inseguro que en el presidio. Cada cual debe arreglárselas como pueda en un mundo repleto de individualidades exacerbadas, guiadas solo por el mezquino interés personal, ajenas al influjo del amor o la amistad. Las relaciones entre personas son superficiales, utilitarias, reducidas al terreno de los intereses, en el mejor de los casos, al mero sexo.
Junto con el joven Dun Huang, una multiforme marginalidad es el protagonista de la novela: robo, prostitución, pornografía, sobornos, drogas, adicciones, pobreza. La ciudad es agresiva, gris, caótica y no ofrece salidas a quienes habitan sus callejones más abandonados y lóbregos. Los marginales carecen de esperanzas reales.

Antes de referirme al cuento que nos convoca, debo transparentar un aspecto que me resta ecuanimidad con relación al tema. Quienes me conocen mejor, saben que -además de la literatura, que es la obsesión que nos unifica- tengo otras manías, entre las cuales resalta la fascinación por las máscaras. Más de un centenar de ellas, obtenidas en todas partes del mundo, comparten mi hábitat, me observan cotidianamente, embellecen el entorno y lo tornan misterioso y mágico. Cada una de mis máscaras encierra secretos magníficos, poderes más allá de la realidad, comunicación con otros mundos. Estoy convencido de que me protegen, acompañan y susurran ideas y efluvios espirituales que contradicen mi presunto materialismo.

Esto lo digo para aclarar que desde la primera línea de nuestro cuento estuve atento a su desarrollo y contenido de una manera muy especial.

Su trama pone acento en un tema sustancial: los artesanos que fabrican las máscaras, o sea, los mascareros. Es un honor tener la posibilidad de hablar con algunos de ellos, pues son personas muy profundas, conocedoras de tradiciones que se van perdiendo en este ávido mundo que devora las culturas locales para suplantarlas por modelos dominantes, en general bastante burdos y reduccionistas. Las máscaras forman parte de una cultura que va siendo sustituida por otra, más o menos velozmente. De manera que saber de ellas todo lo posible, respetarlas, atesorarlas, me parece una tarea de primer orden. Nuestros pueblos originarios de América, como los mayas, aztecas, incas, entre tantos otros, son depositarios de una cultura milenaria, maravillosa a irrepetible. ¡Qué mejor para conocerla y preservarla que hablar de sus misteriosas y profundas expresiones!

La visita de Xu Zechen a América Latina en años anteriores ha ido generando -eso sabemos- una serie de relatos, del cual conocemos el primero de un futuro volumen: LA MÁSCARA MAYA.

La trama es interesante, llamativa, magnética. Las máscaras son un material muy atractivo para la literatura y el arte en general. Si el escenario es Chichen Itzá, la antigua pirámide, envuelta en sus misterios indescifrables y el entorno natural exótico, descrito por un visitante chino (el escritor) especialmente sensible a estas características del entorno antropológico y natural. El misterio comienza a infiltrarse desde el inicio de la historia y se convierte en el aliciente para que el lector avance, seducido por sus poderes envolventes. “El destino te trae por aquí” asevera enigmáticamente un guía al visitante. El enigma aumenta al saber que el visitante proviene de una estirpe de carpinteros chinos, donde hubo talladores de máscaras, proveedores del teatro tradicional.

La atmósfera está muy lograda, pues nos vamos sintiendo parte de la civilización en ruinas inserta en la selva de América del Norte. Sin embargo, más importante que el escenario natural, la atmósfera está dada por la fascinación hacia las máscaras

Los personajes son pocos y exactos: el turista que es quien narra la historia, el guía, el editor y los antepasados del visitante chino, en particular el abuelo y un tío mascarero.

La intensidad, como ocurre en un buen cuento, va aumentando en tanto más vamos conociéndolo. Puebla e incrementa nuestras incertidumbres, alimenta el fuego del misterio, nos prepara para algo mayor, inimaginable y sorprendente, que se desatará con el desenlace, el cual el lector deberá acabar de procesar.

Aquí destaca la significancia de este cuento, que sobrepasa con mucho la experiencia sensible de un visitante que proviene de una tierra distante en geografía, cultura y tiempo. Hablamos de algo que excede todas estas variables y solo se me ocurren algunas preguntas para delinear lo que la historia me sugiere. ¿Son en realidad tan diferentes las culturas o hay sustancias, elementos mayores que las conectan y hermanan de manera misteriosa? ¿Qué vínculos invisibles nos conectan más allá del tiempo y la distancia? ¿Cuánto de verdad entendemos del mundo que habitamos, ese al que hemos sido invitados, como el protagonista de este cuento?

La escritura ayuda a esta inmersión. Estamos ante un muy buen trabajo de traducción de Lilijana Arsovska, que ha permitido que la vigorosa y viva prosa de Xu Zechen nos toque y remezca en profundidad.

No les cuento más, porque deben disfrutar de manera directa la lectura de este cuento, cuya excelente factura acompaña su profunda significancia para nuestra existencia humana.

Diego Muñoz Valenzuela