Por Colectivo Poesía es Memoria
Los últimos acordes de una canción de Pancho Villa quedan flotando en el patio y en el salón se siente un enjambre de voces. Ahí están Manuel Silva Acevedo, Dilcia Mendoza, Andrés Césped, Pedro Toro, Reinaldo Mendoza, Camila Chascona, Felipe de la Parra, Cecilia Aravena, Matías Morales alias Fumatto, Edgardo Muñoz, Cristián Infanta y las decenas de asistentes a la última jornada de Poesía es Memoria de este año 2023, año de conmemoración de los 50 años del golpe cívico militar. Ahí están todas y todos, compartiendo una copa de vino y conversando sobre la experiencia de la mañana, las emociones generadas, lo que se lleva cada uno para la casa de esta sesión de Poesía es Memoria. Deberíamos decir esta vez, Poesía y Música, ya que la intervención de Pancho Villa con su carismática y particular forma de hacer música, una Camila Chascona con su voz profunda y dulce a la vez o Andrés Césped cuyo canto y voz nos retrotraen al pasado lleno de estas historias que a veces quisiéramos olvidar y Cristián Infanta, con su juventud y talento sólido y consistente, fueron el complemento ideal para las poesías escogidas por los poetas para esta última lectura del 2023.
Son tantos los recuerdos del año que termina. Ocho jornadas, cada una con su particular sello. Lo Espejo, con la locación en el memorial de Víctor Jara, a metros de donde fuera encontrado su cadáver golpeado junto a Littré Quiroga y otros compañeros que no han sido identificados. Se respiraba un aire de recogimiento y la sensación de que Víctor Jara mismo estaba allí con su música y su sonrisa. O La Legua, donde escuchamos con lágrimas en los ojos los versos de Fernando Castro, a propósito de la última imagen que guarda de Raúl, asesinado frente a sus ojos mientras trataba de asilarse en la embajada argentina junto a otros cuatro compañeros. Su último recuerdo de Raúl: su mirada mientras caía desplomado desde el muro. O Cartagena, donde aparte de llevarnos la grata sorpresa de mucho público joven del Litoral, que aun cuando no fueron testigos del golpe, escuchaban en silencio y con sobrecogimiento la historia de la llamada vietnamita, una mujer que intentó escapar de Tejas Verdes, pero que terminó siendo secuestrada por el mar y arrojada a la orilla como testimonio de lo que estaba ocurriendo, al igual que Marta Ugarte. O en La Pintana, donde pudimos escuchar a Pía Barros y el canto del Ave María de una juvenil cantora de la comuna, con una bellísima voz y dando un toque de esperanza con sus ocho meses de embarazo. O en Isla de Maipo, donde no sólo dolía realizar la jornada a metros de la cárcel donde fueron detenidos los campesinos que luego fueron asesinados y cuyos cuerpos intentaron esconder en los tristemente famosos hornos de Lonquén, sino además la poesía de varios cantores jóvenes que no han olvidado lo que escucharon en sus familias, en el barrio. Heredaron una trágica historia y no están dispuestos a que se olvide. O en Macul, donde las gigantografías de los ejecutados y desaparecidos de la comuna colgaban sobre ventanas y muros como muda presencia de quienes los queríamos recordar esa jornada. O en San Fernando que nos recibió con una grata mañana de sol y un buen café recién servido. La gente nos entregó calidez, amabilidad y se produjo una amena conversación y diálogo entre los asistentes, además, claro está, de la poesía de las diferentes voces lugareñas. O en Puente Alto, donde no solo la poesía de un Manuel Silva Acevedo, nuestro Premio Nacional de Literatura 2016, nos impactaba por su modo directo e irónico de hablar sobre un nuevo mundo, donde el mercado y quienes mejor lo aprovechan pasan a ser los verdaderos héroes, sino además la música volvía a remover emociones desde el virtuosismo y creatividad de los músicos de la zona.
El apoyo de la Corporación de Letras de Chile, con Diego Muñoz, Felipe de la Parra, Reynaldo Lacámara, Eduardo Contreras, Cecilia Aravena, Reinaldo Mendoza, y de la Sociedad de Escritores de Chile, con Manuel Silva Acevedo, Marcelo Arce, Pía Barros, Dilcia Mendoza, fueron clave en el éxito de las jornadas. Por supuesto, Pedro Toro, poeta y miembro del colectivo Poesía es Memoria, fue infaltable.
Los poetas del colectivo Poesía es Memoria lo mismo leían poesía, que preparaban vino navega’o, ajustaban los controles de los parlantes y aseguraban la transmisión por streaming, o trasladaban cocinillas, balones de gas y vituallas para la ocasión, creando las condiciones para el encuentro.
También es importante para nosotros destacar la presencia de los asistentes, vecinos de cada territorio, quienes nos entregaron sus testimonios de lo que significó la actividad, diciendo cosas como: “fui invitada por mi hijo y acepté por él, pero pensé que me dormiría, sin embargo, no pegué un ojo y esto me removió escenas del pasado que creía estaban olvidadas. Con sus poesías han vuelto a aparecer”, otro testimonio “tuve que salir a darme una vuelta, porque es demasiado fuerte lo que se lee, lo que se plantea”, o una revelación “yo estuve detenido en la venda Sexy y soy un sobreviviente junto a mi compañero (apunta a otro espectador) de ese lugar”, nos cuenta con congoja. En fin, todos estos testimonios y la disposición de la gente de los lugares donde fuimos, nos convencieron que este esfuerzo por mantener viva la memoria de lo que pasó y de las víctimas, no puede terminar este año ni nunca. Porque como se sabe, la memoria es frágil y por lo tanto es importante revivirla y estremecerla, para que nada ni nadie sea olvidado.
Cualquier parecido con la realidad sólo coincidencia.