Crónica literaria de Eddie Morales Piña
Si mi memoria no me engaña, Julio Cortázar sostenía que el cuento como forma narrativa debe ganar por knock out al lector. Con esto quería decir que un relato breve deja fuera de combate a quien lee, porque la forma escrituraria atrapa desde la primera línea y mantiene al receptor entre las redes de la historia que va siendo desplegada hasta que esta desemboca en un desenlace intuido en el proceso de lectura, o bien nos sorprende con un término inusitado o un final abierto. Escribir cuentos o relatos relativamente breves -obviaré de esta disquisición al microrrelato- es mucho más exigente que la novela, pues esta puede tener un desarrollo extremadamente amplio en cuanto al tiempo y al espacio donde se desenvuelven los personajes. No hay que olvidar que el cuento históricamente fue primero que aquella -los poemas épicos o epopéyicos forman parte de otra clase discursiva. A lo largo de la historia de la cuentística ha habido sobresalientes cultores de la modalidad escrituraria, sin duda, maestros, como el mencionado Cortázar.
Recientemente nos hemos enfrentado a la lectura de un volumen de cuentos del escritor Eduardo Contreras (Chillán, 1964), ingeniero civil industrial de profesión, quien entrega en su libro una valiosa muestra de su experticia como creador de la forma descrita someramente en el párrafo anterior. Los relatos de Contreras, efectivamente, producen el knock out en el lector, no sólo por la tematización de las historias, sino también por la forma con que las desarrolla. La obra da muestra de cómo la condensación de la trama que adopta diversos asuntos no deja defraudado, pues el horizonte de expectativas de quien ingresa a lectura queda absolutamente satisfecho con la propuesta escrituraria. Los quince cuentos desenvuelven temáticas, espacios, y personajes diversos lo que enriquece la programación narrativa, pues el lector se enfrenta a historias de exilios, de amores de juventud, de relatos que están en los márgenes de la narrativa policial negra o textos que podríamos calificar como pertenecientes a los códigos de los fantástico o de la science fiction.
Hacer una recensión de las historias de Eduardo Contreras sería casi inoficioso, pues le restaría precisamente lo que ellas tienen como aspecto medular: la presentación de una trama que coge al lector, lo inmiscuye en el desarrollo y lo lleva a un desenlace que siempre es una sorpresa. Nos preguntamos del porqué escogió el relato que le da nombre al volumen y no otro. El título es significativo Dos gardenias y otros cuentos. La frase pone énfasis en el núcleo donde se alude a una flor cuyo simbolismo alude a la pureza y la dulzura; luego, viene el complemento encabezado por la conjunción. Desde la perspectiva lectora -estética de la recepción literaria de por medio- obviamente que pareciera ser que Dos gardenias es el relato mayor para el autor traspuesto en un narrador que adopta diversas perspectivas en el punto de hablada como en la primera o tercera persona, un narrador omnisciente o de conocimiento limitado, u otras modalidades retóricas. Por otra parte, la portada del texto -un paratexto, efectivamente- pareciera confirmar el aserto.
Entre paréntesis, quien lea los cuentos ponga atención a los epígrafes que son también otros paratextos. Varios de los cuentos están precedidos por ellos. La composición nos muestra la figura de un hombre que está frente a una ventana semiabierta. El contraste entre la tonalidad oscura y la claridad que traspone la vista del sujeto tienen que ver con las connotaciones de las atmósferas de los diversos cuentos. Los pétalos rojos de una flor que se ha deshojado -cual mariposas- salen hacia el paisaje luminoso como buscando la verdadera existencia. El cuento principal -digámoslo así refiriéndonos a Dos gardenias- es un relato que está afiliado a la narrativa fantástica. La historia tiene una doble espacialidad que en el desarrollo se funden: Santiago de Chile y Santiago de Cuba. En realidad, es una historia de amor trágico donde los boleros y otras melodías tienen que ver, como aquel que refiere a las gardenias. El personaje Lázaro, un cubano en Chile, es un sujeto trágico a su vez, quien añora a su amada de la juventud que se hace presente mientras él se consume por una enfermedad mortal. El manejo de los planos témporo-espaciales de parte del narrador le dan al relato la atmósfera que lo inserta en lo fantástico. Un cuento que resulta también ubicable entre lo fantástico y lo maravilloso, es aquel donde la protagonista es una pistola, un revólver, quien además es el narrador. Un relato sangriento donde el arma se convierte en el actante de una historia breve, pero trepidante. Como lo dijimos, Eduardo Contreras tematiza asuntos diversos, como aquellos que nos llevan a otras épocas, o donde recurre a intertextualidades -Borges, de por medio- como el que nos va mostrando el tema de la inmortalidad tan caro al argentino -él, un inmortal-. O el que cierra el volumen que se ubica en los espacios de la science fiction post pandemia.
En definitiva, la lectura de este libro de Eduardo Contreras nos confirma la afirmación cortazariana: se gana de un golpe al mentón en forma inmediata cuando se trata del cuento. El autor lo ha logrado con creces y no dejará defraudado al potencial lector/a.
Eduardo Contreras. Dos gardenias y otros cuentos. Santiago: LOM ediciones. 2023. 127 pág.
Cualquier parecido con la realidad sólo coincidencia.