Por Omar López, 9 de septiembre de 2023
¿QUÉ CRIMEN NO COMETIERON?
Fuimos 40.000 veces a enterrar a nuestros muertos.
Fuimos 10.000 veces a curar a nuestros heridos
y seguimos buscando a nuestros desaparecidos.
Porfía somos, raíz que estalla somos,
muerte reunida somos, rebeldía somos, sangre
y huesos recogidos somos
¡vida de Chile nuevo somos seremos y seguiremos siendo!
De Brutalmente amanece, 1977, Alfonso Alcalde
Tengo frente a mí la fotografía de una mujer y miro fijamente sus ojos. Ojos bellos y enormes, con una mirada limpia que transmite el cálido mensaje de un profundo amor por la vida y este amor, lo reafirma con una sonrisa de luz y gesto de fresca inteligencia. Marta Ugarte Román, su nombre, 42 años, profesora y militante del Partido Comunista de Chile secuestrada por la DINA el 9 de agosto de 1976 y cuyo cuerpo aparece en la playa de Los Molles, cerca de Pichidangui, con un alambre atado a su cuello, el 12 de septiembre de ese oscuro año. Los chacales se ensañaron con ella porque a pesar de todos los golpes y de las humillaciones, de todos los siniestros métodos de torturas a los cuales fue sometida, su valentía, su dignidad, su fortaleza estaba más allá del alarido irrefrenable o del dolor provocado.
La fotografía está inserta en la portada del libro que el joven profesor de historia, René Calderón Opazo presentó hoy en uno de los centros de secuestro y exterminio más grande que existió en dictadura: Villa Grimaldi. Fue un acto emotivo que nos insta a reflexionar, con mayor y persistente fuerza, en el sentido y la importancia histórica de lo ocurrido en nuestro país a partir del once de septiembre 1973.
Para aprender como seres humanos, y no bestias. Desde el respeto por el otro y no desde el atropello. Para entender que si la justicia tarda, sencillamente no llega y no es justicia. Durante años, los torturadores y asesinos; los ladrones y mentirosos; los falsificadores y pervertidos “agentes del estado” (¿qué estado? han vivido en la mayoría de los casos al amparo de una ley de amnistía que fue concebida para ocultar sus crímenes e intentar “lavar” la pobre imagen de una dictadura repudiada en todo el mundo. ¿Cuántos de esos infames verdugos están por ahí todavía circulando bajo el abrigo de los excelentes privilegios de salud y onerosas jubilaciones que aceitó el dictador y su camarilla para garantizar el silencio o la complicidad en sus crímenes? Y esto, ojo, con plata de todos los chilenos.
Es alentador y destacable el hecho de que jóvenes investigadores e historiadores rescaten la memoria y los sucesos que han marcado a nuestro país para siempre, como es el caso de René Calderón Opazo. Es un gesto de humanidad y respeto por los miles de víctimas y un trabajo que, lo intuimos, compuesto de una tenacidad y rigor impecable para transmitir verdad y denuncia; para escribir la verdadera historia y así educar a las actuales y futuras generaciones. Marta Lidia Ugarte Román, amaba la vida y amaba sus convicciones y su lealtad y sus principios de solidaridad con el pueblo trabajador, la llevó a manejar sus miedos y fortalecer su valentía. Ella sigue siendo bella y altiva porque seguirá presente y sus verdugos, fracasaron, se rindieron o temblaron frente a esa piel martirizada, herida, sofocada, pisoteada y que, a pesar de todo, los miraba, los atravesaba con sus lindos ojos que, nunca se cerraron y seguirán abiertos más allá cualquier tiempo o espacio.
Por eso, la mataron. Por eso su mirada sigue viva.
Cualquier parecido con la realidad sólo coincidencia.