Paracaidismo

¿Para qué ponen en las medianeras vidrios en punta?, ¿para qué?, ¿o en las puertas, entradas, paredes divisorias, alambres de púa?, ¿no se fijan que puede caer un paracaidista justo allí?, ¿y qué culpa tiene de morir pinchado? Claro, usted dirá lo que quiera, pero ¿quién se fija en los paracaidistas?

 

Los chorreados

 

Dos chorreados malos, bien malos, andaban a esas horas. Sus caras se entrecortaban por las sombras. Gustaban de llamarse “los chorreados”. Sus ojos eran castigados por la oscuridad malsana, por las puertas trabadas con llave, por el aire espeso de esas madrugadas. Qué son ellos sino fantasmas para nosotros, qué somos nosotros sino fantasmas para ellos. Qué temprana la edad en que uno delimita el afuera y el adentro. Los unos y los otros. Fronteras. El bien y el mal. Nosotros y ellos. Catálogo de acciones. Y en verdad nadie tiene cara. Los unos por las sombras, los otros porque tapan la luz.

 

Lo que somos

Todas las ciudades tienen su zoológico. A menudo los hombres necesitan recordarse lo que no son.

 

El loco

Permítame tomarle la mano señorita, decía el loco al secador de piso. Es usted un caballero, decía el secador de piso al loco.

 

Sobre la ausencia

Ella le dijo te exijo el divorcio, una noche en una mesa. Pero él no estaba. Ya era ausencia. Él le había dicho te exijo el divorcio un año antes. Es así como suelen ser de discontinuos los tiempos de la exigencia.

 

El ovillo

Cada uno de nosotros en cada una de las puntas y desde ahí empezamos a tirar de la madeja en direcciones opuestas. Era extenso aquel ovillo hasta que quedó tensa la lana, cada uno en un lugar distante de cada uno, con una sola mano ocupada en sostener el extremo de un abrigo que no pudo ser.

 

Hombre light

Escribo desnudo en el balcón. Quiero sentir la experiencia de otra pelotudez. Nada me satisface por completo. Ni el sexo, ni los diarios digitales, ni la derecha política, ni los espiritismos ocasionales. Nada me fascina. Nada ahorca mi alma hasta morir. Por momentos trabajo, por momentos soy padre, por momentos escribo, pero siempre me expreso, nunca me callo la boca. Soy un hombre de momentos. Soy el hombre del momento.

 

 

La duración

Enredo tu pelo entre mis dedos, tan lento, si supieras, que puedo sentir el grosor, la consistencia, la ínfima grasitud que le traspaso con las yemas. Estás dormida, si te vieras, en tanga y boca abajo y los ojos cerrados. En el techo un porta foco y un foco, unos cables sobresalen y eso es tan horrible. Yo apenas recostado hago anillos con tu pelo, miro una tv rota, en tres colores y sin volumen.

Yo qué sé si afuera es la noche o el día, si sos vos o es sólo tu pelo, si soy yo este tipo insomne, o si apenas soy quien escribe en la lejanía, sin vos y sin él, sin sábana hecha un bollo, sin tu cuerpo boca abajo ni el de él boca arriba.

Cuando un momento dura de verdad en esta Tierra, toda identidad se pone en duda. Si estoy durmiendo tan cansada, sintiendo un breve remolino en el pelo, si soy él que nunca duerme a estas horas, o si soy como vos, y escribo desde el error del tiempo.

 

 

 

 

 

Leandro Hidalgo, Mendoza, Argentina, 1981. Licenciado y Profesor de Sociología.
Músico, y Escritor. Ha publicado discos y libros. Escribe ensayos diversos y artículos de
opinión en medios de prensa. Sus textos aparecen en antologías y revistas de
Argentina y del extranjero. Publicó Instantáneas 100 fotos (2004), Capacho (2010),
Grado -microficciones sobre la Historia Argentina- (2014), Irresponsables (2015) y Zona
Paréntesis (2016).