Comentario por Antonio Rojas Gómez

Llama la atención el acabado conocimiento de la geografía del autor de estos cuentos. Son diez en total; el primero transcurre en Japón, y nos enteramos de los barrios de Tokio, los más poblados, las tiendas y los bares que podemos encontrar. Pero lo importante es que conocemos a una joven japonesa que cuenta su historia y que reserva su mizuage (virginidad) para entregársela a un ex pololo de su adolescencia. Es un buen comienzo.

De Tokio saltamos a la Argentina, en el segundo relato. Allí encontramos a Fernando. Lo conocemos de niño y lo vemos sufrir por un padre castigador, que golpea brutalmente a su esposa. Silvia es la joven que lo consuela. Y a medida que crece y estudia medicina en la Universidad de Buenos Aires, continúa recordándola y viéndola en sueño. Fernando no encuentra su realización en la gran ciudad, parte a buscarla a la selva del alto Paraná, donde aún hay tribus que viven alejadas de la civilización occidental, en estado de pureza, según Fernando. Y la encuentra salvando niños moribundos, con sus conocimientos médicos. Pero enferma y está a punto de perder la vida. Entonces es Silvia quien viene al rescate y a salvarle su propia vida. Buen cuento, también, pero menor que el japonés.

A continuación, en Las desnudas de Nerja, nos paseamos por España y llegamos a Chile con un proyecto de escritor que es destruido por la drogadicción. Relato amargo, cuyo desenlace se va vislumbrando a medida que avanza la lectura.

En el cuento siguiente conocemos a Belle, una belleza proveniente de Sudáfrica, que trabaja como peluquera en Santiago. El protagonista enloquece con la diosa de ébano, y su entusiasmo se potencia por recuerdos de su larga vida pasada; podría ser el padre, e incluso el abuelo, de la peluquera. Lo que recibe, al final, es una buena paliza del novio joven de la muchacha. Un cuento interesante. Levanta el ánimo luego del anterior.

Y enseguida llegamos al Óvalo de luz, que da título al libro. Y nos vemos envueltos en un episodio sangriento entre narcotraficantes que se traicionan y se matan unos a otros. Bien lograda la narración y la caracterización de los personajes.

Al protagonista del relato siguiente le dicen Rambo sus vecinos del barrio Estación Central, de Santiago de Chile, porque no pueden pronunciar su nombre francés: Arthur Rimbaud. Sí, el poeta que usted conoce y que en una nueva vida elige refugiarse en Sudamérica en lugar de hacerlo en África. Pero aquí le va tan mal como allá y vuelve a vivir, o a sufrir, lo ya vivido, con tintes muy chilenos esta vez, y con la compañía de una mujer de la vida, que es uno de los personajes más logrados del libro, con ventaja sobre los mejor educados y posicionados socialmente.

Luego seguimos con los viajes por el mundo, esta vez a las playas de Andamán. Las islas Andamán Nicobar quedan en el golfo de Bengala y son famosas por sus playas absolutamente impresionantes, su rica biodiversidad, su hermoso ecosistema marino y sus bosques tropicales de hoja perenne repletos de vida silvestre. Sin embargo, a la pareja chilena que parte a celebrar allá los sorprende un tsunami, al que solo sobrevive el hombre.

Todavía falta un largo paseo por Latinoamérica, mejor dicho, por sus cárceles, que comienza con una insurrección en una prisión mexicana en la que se ve envuelto un chileno, prisionero también del narcotráfico, un tema recurrente como podemos ver.

Lo que nos parece más positivo en este primer libro de Suárez Cruzat, es el tratamiento del idioma. Frases cortas, que brindan velocidad y claridad a la acción; ausencia de adjetivos innecesarios; el autor va directo al grano y se hace entender con facilidad por todo tipo de lectores. Es un libro de lectura amable y rápida, algo irregular en el logro de la excelencia que busca todo cuentista, conviven cuentos bastante bien conseguidos con otros que no lo son tanto. El total permite saludar a Claudio Suárez como una voz positiva en el panorama narrativo nacional, que sin duda entregará nuevas obras para enriquecimiento de la literatura chilena.

Editorial Simplemente Editores, 139 páginas