Desde el rojo silencio

por Mariano Muñoz Hidalgo.

Hace un cuarto de siglo se presentó este libro de Carmen Schaub, en otra edición, y tuve el solitario gusto de ser el presentador. Ella no había publicado nada aún, era su primer libro, y nuestra convicción acerca de su calidad era una empresa no sólo solitaria, sino también incomprendida. Nos sostenía más la porfía que la evidencia. En el día de hoy, Carmen no esperaba que yo la presentara. Fue idea perversa de sus dos editoras el que, para presentar un libro que está empezando a persistir en la memoria, hubiera un antiguo representante del pasado histórico además de jóvenes encarnando a las nuevas generaciones. Ése es el contraste que se quiso establecer, y fue una redundancia hermosa. “Desde el rojo silencio” era y sigue siendo inspirador.

Volver a ser el presentador me conminó, por supuesto, a una relectura de Carmen. Lo primero entonces era reencontrarme con el texto y ver qué me podía decir esta poesía tras veintitantos años. Y el caso es que, efectivamente, su poesía se sostiene en el tiempo. Hacía una década que no leía con atención este “Desde el rojo silencio” y las imágenes nuevamente me atrajeron por su frescura y su hondura. Alguna vez me pareció que se enrevesaba en metáforas crípticas que podían desalentar a un lector impaciente que resintiera tanta prolijidad, y fue materia de innumerables manteles y copas. Finalmente ella misma fue aquilatando su poesía hasta el segundo libro y siguió haciéndolo para el libro número tres y así, hasta ir construyendo esta estructura discursiva en la que ahora se mueve con soltura y delicadeza de consuno.

Las dos constantes en la poesía de Carmen, inseparables, son la belleza y la profundidad, atributos que no se dan frecuentemente en la poesía chilena. Por ejemplo, admiro mucho a Neruda, por su sonoridad musical, mas no dejo de considerarlo superficial y en diversas ocasiones hasta retórico; lo profundo no es sello de su estro. Alguna vez, conversando con Gonzalo Rojas, me preguntó por qué en algún ensayo mío sobre Neruda lo había asimilado a la geografía y agregó: “¡Por qué no a la geología, hombre!”… La respuesta fue: “porque la geología es profunda, y Neruda es un maestro en el arte de la superficie”. El poeta quedó conforme.

Con Carmen no sucede eso. Ella se yergue como una de las mejores letras femeninas de la literatura poética chilena, y la comparo con algunas de las mejores letras americanas que he encontrado: Nira Etchenique, Delmira Agustini, Juana de Ibarbourou, Carilda Oliver. Una poesía que sigue conmoviendo tras el paso del tiempo.

Esculcando caprichosamente, aparecen estos versos:

Sin treta ni tregua
de cuajo
sólo uñas al sol.

Leo el primer verso (Sin treta ni tregua) y pienso cuán bien manejada está la sonoridad de la aliteración. Además, cuando escribe “sin treta ni tregua”, está diciendo: sin trampa y sin descanso. He ahí la profundidad, en esa capacidad de síntesis enorme, de apenas 16 letras…

Y después:

de cuajo
sólo uñas al sol

Cuando dice “de cuajo” está hablando de profundidad, médula y tuétano. Y “sólo uñas al sol” es el despojo, el resto único que le va quedando para poder aferrarse a esa poesía con la que se escribe a sí misma. Y todo ello sintetizado en apenas seis palabras.

Otro ejemplo:

Sobre el filo de un estoque
la galerna reniega de las olas verdugas.

Evidentemente Carmen está junto al mar y a un roquerío cualquiera en plena tormenta. Y, evidentemente también, empieza concibiendo a las rocas como un filo que destroza las aguas, haciendo que esas olas que quieren fustigar a las rocas (pues son olas verdugas) se corten y se rompan sobre ese mismo filo. Y el predominio sonoro de la “g” parece el gemido de ese encuentro imposible.

Cuando se autodefine como

La piel un pergamino amarillo
almacén sustantivo
de fatigados huesos y secretos uterinos

está entrando en lo que siempre fue su mejor poesía, la poesía desde la víscera. Es decir, la poesía en la cual cantando los dolores, temores y ardores de su propio cuerpo, los menciona en sus sensaciones y acciones con una impudicia poética que nunca perdió la capacidad estética; nunca grosera, nunca vulgar, con el realista gusto que tuvo para hablar de sus entrañas, su sexo al desgaire, de un modo sobrio. Y en ese sentido, decir: “fatigados huesos y secretos uterinos” es señalar que más adentro del hueso están los secretos, los más íntimos y de mayor tuétano. Aquí hay una interioridad abismándose en la profundidad. Y todo en tres versos breves…

Advierto una mano maestra que no sólo maneja los significados sino también el sonido y lo plasma en imágenes. Como cuando interpela a un varón con

Tu mirada se asoma…
y me fermenta los huesos
y me desata la sangre
y me coagula todos los talentos.

En esta condensación de significados de desmadejamiento deseante, lo que más brilla es la belleza de la verdad. Esa mujer está en ese momento lubricada en la savia de su propio deseo y es en tal humedad que lubrica su pluma, más que en tinta.

O uno de sus textos más eróticos:
Se prenden los cuerpos lánguidos
los muslos en su danza dionisíaca
se espejan
y bajo el vértice
la Y griega olorosa…[…]
para el que huelgan los comentarios.

Cuando Carmen publicó por vez primera, diversos ceños se crisparon en el ambiente nacional y numerosas mentalidades tradicionales arriscaron la nariz con gesto de estar oliendo estiércol, porque sonaba demasiado desembozado para este país, uno de los más hipócritas del continente. Y ello impelía a censurarla y postergarla. No obstante, pese a esas censuras y postergaciones, este “Rojo silencio” a su modo se expone; y no sólo se expone, acaba gustando y convenciendo. Y demuestra que hay la posibilidad de una poesía femenina profunda.

Formulando una idea polémica, afirmo que mucha de la poesía femenina chilena me ha parecido insustancial, superficial y poco elaborada, pese a que nuestra máxima voz poética haya sido paradojalmente una mujer como Gabriela Mistral. Buscando con denuedo se encuentra, por supuesto, pero el decepcionante promedio son textos de una levedad que claramente hablan de la dificultad de atravesar la mordaza cultural que ha acallado a las mujeres por siglos. Carmen rompió esa mordaza hace ya tiempo, su escritura ha ido dialogando con otras y es ilustrativo el que se haya reeditado el primer libro de quien puede ser valorada como una adelantada pionera de la liberación poética femenina.

Mariano Muñoz-Hidalgo.
Espacio Estravagario, marzo 2019