La rubia despampanante

Por Diego Muñoz Valenzuela

Juan Carlos Gallegos
Effictio Editores, México, 2014, 123 pp.

Juan Carlos Gallegos (1983) es un talentoso escritor tapatío (nacido en el estado de Guadalajara) que destaca por el humor profundo y agudo mediante el cual devela las características de nuestra sociedad en sus minificciones. Es egresado de la Maestría en Estudios de Literatura Mexicana de la Universidad de Guadalajara. En el género narrativo brevísimo ha publicado La rubia despampanante y otras microhistorias (2014), motivo de esta reseña, y la plaquette Monstruos de bolsillo (2018) de Colección Minitauro de la editorial La Tinta del Silencio, bellos libros-objeto que he reseñado recientemente (Azucena Franco y Gabriel Ramos Zepeda). Gallegos, atento, laborioso e incisivo, ha escrito artículos, ensayos y es animador permanente de la escena de la minificción mexicana. Sus minificciones integran diversas antologías, demostrando sus destacadas cualidades.

El libro hace honor a su nombre, pues la mayor parte está dedicada a los personajes centrales: la rubia despampanante y el protagonista que siempre es el mismo y siempre cambia. Es una misma historia que va variando como un caleidoscopio que movieras de manera mínima para que la trama se reconfigure, adquiera otros significados y explore otra región diferente. La primera minificción de esta serie nos entrega la estructura base, con su respectiva primera mutación. Cada cual se titula mediante un número. Vamos al texto:

1
Se abre la puerta del elevador y sale una rubia despampanante. Yo entro, y por estarla viendo no me doy cuenta que ahí está mi archienemigo, ese ser tan vil. Él, libidinoso, qué asco, tampoco se da cuenta de mi presencia por la misma causa. La puerta se cierra. Ambos, por desgracia, nos miramos. Casi de inmediato la energía eléctrica falla. Vuelve muchas horas después, cuando ya no nos interesan las rubias y en cambio descubrimos que podemos ser amigos muy, muy íntimos.

El arquetipo de la rubia despampanante no requiere descripción de sus características: el intuitivo lector -funcional a los propósitos del narrador- le asigna aquellos que resulten más coherentes con la trama que le será narrada. Los enemigos han caído en una trampa del destino: la falla eléctrica los deja solos y juntos por horas; en ese periodo se realiza una conversión fundamental y los rivales -se da a entender- se transforman en amantes. Ya las rubias no les interesan. Que equivale a sugerir que nuestras definiciones esenciales son extremadamente frágiles y volubles y no se sustentan en las bases firmes que solemos creer. Ergo, somos víctimas de categorías que nos han sido impuestas, como si se nos rotulara en una “fábrica” con una clasificación arbitraria y tuviéramos que jugar el resto de nuestras vidas sobre esa superchería. Todo esto con un sabor mezclado entre lo irónico, lo absurdo y hasta grotesco, haciendo referencia a las convenciones y clichés sociales.

Sigamos revisando este interesante volumen del autor mexicano. Vamos al tercero de la serie de infinitas posibilidades ofrecidas por un escenario común:

3
Se abre la puerta del elevador y sale una rubia despampanante. La observo de manera descarada. Me acerco para hablarle. Ya junto a ella escucho un sonido metálico, una detonación. La rubia cae muerta. Volteo y veo a.mi ex-esposa dentro del elevador. Me dispara, se dispara, te dispara.

Tan efectivo resulta el arquetipo de la rubia, que una despechada las emprende a balazos contra la representación de las tentaciones femeninas, contra el infractor de los supuestos votos, contra sí misma y al final -en evidente contrasentido- dispara al lector, involucrándolo como si estuviera activo en la escena, como si jugara un rol en esa realidad ficticia. Aquí el humor aparece en su versión más negra.

13
Se abre la puerta del elevador y sale una rubia despampanante. Decido ir tras ella luego de observarla unos segundos, descaradamente. La alcanzo y la tomo del brazo. Ella voltea y me mira. Voy a besar sus labios, sensuales como los de Angelina Jolie, cuando Heráclito, quien también sale del elevador, dice “ya no es la misma rubia”. Me doy cuenta de ello. La suelto y la dejo ir, frustrado.

En esta decimotercera versión de la historia prototípica, se alude al arquetipo de belleza de la actriz estadounidense -emblema de Hollywood- y en especial a sus labios que son un rasgo distintivo. La rubia también los posee, y con ello se apunta de nuevo a su construcción arquetípica. El giro de la historia viene con el surgimiento en ella del filósofo dialéctico Heráclito -y con ello propone su visión del fluir constante de la realidad móvil- quien sugiere que la belleza que el protagonista ha descubierto, ya ha dejado de ser quien era, ha abandonado su condición de equivalencia con el modelo. Ciertamente el humor en esta historia también juega un rol preponderante, aunque el significado de la trama es complejo y deja un trabajo interesante al lector activo.

18
Se abre la puerta del elevador y sale una rubia despampanante. No puede verme, soy un fantasma. Se me ocurre que tal vez pueda poseerla. La sigo a su casa. Después de cenar se da una ducha y se acuesta. Intento varias veces poseerla pero no lo logro. Impotente, me doy por vencido. Estoy por irme cuando una horda de demonios entra y la poseen, todos juntos, una y otra vez. Me voy, pero antes les digo que se vayan al infierno.

En la versión 18 de la historia, la trama va por un sendero alucinado y se convierte en una historia de sexo, fantasmas, violaciones y demonios. El protagonista asume la condición de fantasma impotente -un macho inútil en su propio juicio- al que dominan la decepción y la rabia que descarga contra los demonios violadores, no por la brutalidad de sus actos, sino por su frustración como sátiro. El humor acá juega con tintas más oscuras y malignas.

Dejemos hasta aquí nuestras referencias a las atractivas versiones de las aventuras de la rubia despampanante, anotando que ninguna de ellas deja bien parado al modelo machista puesto en juego. Así pues, demos atención a las otras minificciones incluidas en el libro, dando cuenta de las diversas capacidades de nuestro narrador tapatío.

El amor de mi vida
Después de años de espantosa soledad y de vivir en una vieja casona silenciosa decido salir una noche y voy con una bruja. Le digo que me ayude a encontrar al amor de mi vida. Me responde: “¡Pero si eres un fantasma!”.

El texto anterior nos remite con ingenio y éxito a un tema recurrente en la minificción, por lo tanto, escurridizo y complejo. De alguna manera el recurso de la consulta a la bruja logra despistar el lector y consigue el efecto sorpresa, ciertamente con la carga de humos acostumbrado. Otro texto que también se clasifica en el territorio de lo fantástico es:

Ojos
Desde hace mucho tiempo habíamos sido observados por extraterrestres. Se sentían superiores porque para nosotros pasaban desapercibidos. Lo que ellos no sabían era que una civilización más evolucionada los observaba furtivamente desde hacía algún tiempo, y peor aún, pues los veían como participantes de un reality show.

Este microrrelato juega en la cancha de la ciencia ficción, haciendo referencia a otro clásico: la observación por parte de una raza alienígena soberbia. La observación de estos -una fórmula de recurrencia que podrías ser infinita- por otros seres superiores, es el núcleo de la ironía abordada.

Juan Carlos Gallegos es un joven autor mexicano que utiliza con acierto e imaginación los materiales propios del género brevísimo. El humor que despliega es inquisitivo, crítico, ingenioso, profundo; una herramienta al servicio de la buena literatura. Esta ópera prima titulada La rubia despampanante y otras microhistorias constituye una lectura grata, reflexiva, refrescante, a tono con los tiempos que corren, y nos hace esperar un nuevo libro del autor lo más pronto posible.