Mínimos deleites

Ediciones La tinta del silencio, México, 2017, 96 pp.

Por Diego Muñoz Valenzuela

Dina Grijalva es parte principal del paisaje de la minificción mexicana, que ciertamente integra la columna vertebral del género brevísimo en nuestro mundo latinoamericano. Doctora en Letras., investigadora, antologadora prolija y eficaz autora prolífica, Dina Grijalva nos ofrece un nuevo libro donde disfrutar sus minificciones que concentran sus fuegos en el erotismo desde lo femenino, la intertextualidad, el juego creativo con el lenguaje, la reflexión sobre el proceso de escritura y un humor inteligente que limita con el sarcasmo y lo macabro. La escritora ha mostrado sabiduría y talento para combinar -en fértil coexistencia- sus actividades académicas con la escritura de minificciones dotadas de una nítida impronta.

Nuestra autora ha editado recientemente, en 2016, una antología que deja honda huella en el territorio del placer y el erotismo, empatizando con su predilecto color rosa, mismo que porta como emblema. Se trata de Eros y Afrodita en la minificción, para cuya selección -en palabras de la propia Dina- leyó del orden de quince mil textos brevísimos, para finalmente seleccionar, con pinza de experta, 168 textos que conforman un libro singular, voluptuoso y fascinante.  Y es preciso mencionar sus chispeantes libros del género, que usted deberá darse la oportunidad de disfrutar, en consonancia con las temáticas, bien representadas por los títulos: Las dos caras de la luna (2012), Goza la gula (2012) y Abecé sexy (2016).

El primer texto que les invito a leer, aborda la creación desde la mirada del autor, en este caso autora, construyendo una lograda metáfora con el proceso de gestación y alumbramiento de una madre.

Crianza

Cuando siente que lleva dentro de sí una minificción, la conserva en su interior el tiempo necesario. Al sentir que ya tiene la madurez suficiente, la deja salir poco a poco por las yemas de sus dedos. Siempre siente ternura al verla tan pequeñita y desvalida. Antes de dejarla reposar en la pantalla de su ordenador, le limpia alguna palabra o coma que puedan dañarla y se va a atender a otras de sus crías o a otros quehaceres.

Después se dedica días y días a limpiarla, borra una a una las palabras sobrantes, la suaviza, la acicala; algunas veces agrega algún discreto adorno, siempre evitando recargarla.

En ese tiempo, si la invitan a salir, dice: ahora no puedo, estoy criando.

En la siguiente minificción, Dina Grijalba nos introduce hábilmente en la problemática central de la minificción: la búsqueda del texto esencial, la maximización de la concisión y el imperio de la brevedad. Y lo hace con ironía, poniendo en duda la existencia misma del género, y -al mismo tiempo- la de los editores y lectores, donde todos estamos incluidos.

Libro en disminución

Cada nueva edición de su libro de minificciones lleva una cinta celeste donde se lee: edición corregida y disminuida. Considera que entre más breve es un texto, más propicia la complicidad del lector. Justo al llegar a la décima edición, el libro aparece en blanco. Se ha agotado con rapidez el tiraje.

La siguiente historia de Dina aborda la distancia/cercanía entre realidad y escritura en una trama de crimen. Se trata de una minificción muy bien concebida y armada, que resulta convincente y genera verosimilitud más allá del evidente absurdo.

Autora intelectual

Planeé el crimen, decidí el arma, la víctima y el victimario. Confieso que me dejé llevar por la pasión de ir armando con morosidad cada detalle para conseguir el crimen perfecto. El policía que me detuvo no distingue las palabras escritas de las acciones y el juez dijo: A mí no me venga con que son cuentos y me declaró culpable.

Saliendo del ámbito de la literatura y su relación con el autor y el proceso creativo, entramos en el complejo mundo de las relaciones amorosas. No obstante, lo literario emerge de todas maneras, expresado en forma gramatical a través de la puntuación, que simboliza las posibilidades de continuidad de la relación entre dos personas.

Redacción rápida

Jorge le pide una pausa, un tiempo. ¿Como una coma?, pregunta Elva. El rostro de él se ilumina: sí, eso: un tiempo para respirar. Mejor pongo punto final, decide ella.

La minificción que sigue es una de las más extensas del volumen, y permite apreciar de mejor manera el oficio de la autora, el manejo del lenguaje y la sutil construcción de la trama de una historia bellísima, de alto valor estético, y plena en cuanto a su contenido erótico y evocaciones al placer de los cuerpos que se encuentran y se entregan mutuamente.

Cita a ciegas

Tras escuchar y reconocer nuestras voces en infinitas conversaciones, acordamos eliminar preámbulos de citas en algún bar o café y conocernos en la habitación 69 del hotel Kalila. Llegamos puntuales, nos abrazamos, nos desvestimos, nos tendemos en la cama. Toco tu rostro, lo acaricio lentamente. Tú tocas el mío, alejo tu mano y giro mi cuerpo para aspirar el aroma de tu sexo. Pasas de la sorpresa a tocar suavemente mi pubis con tus labios. Tomo tu pene y lo recorro con mi lengua, los siento crecer, abro mi boca y lo cubro todo dentro de ella, entonces crece más y más y amenaza con ahogarme. Tú succionas embelesado mis jugos, saboreo tu vara con un goce infinito, me siento niña y mujer plena, todo a un tiempo; tomas mis caderas con tus manos y las acercas y alejas de tu boca y de tu lengua en un vaivén de placer infinito. Tu lengua es hábil, tus labios carnosos, todo es frenesí y es dicha. La cama parece volar y creo contemplar un universo maravilloso: por momentos de un azul de cielo y de mar, para pasar a tonos púrpuras, naranjas y violetas (al menos así he aprendido a nombrar los colores). De pronto siento estallar y convertirme en río, al tiempo que tu vara maravillosa parece explotar inundando mi boca con un líquido tibio, más sabroso que el ron y la miel.

Nos vestimos y despedimos con la promesa de repetir el encuentro. Al llegar a casa, mi hermana se asombra del cambio de mi elegante bastón blanco por uno más tosco.

La última minificción que incluimos en esta muestra, corresponde a un destilado de sarcasmo. El objeto de la ironía en este caso es la tolerancia, que es cuestionada desde su propia retórica extrema. Delicioso y significativo texto que dejará pensando al lector, debido a una evidente imbricación con la historia que vivimos en estos días.

Tolerancia ejemplar

He aprendido a aceptar la diversidad racial, de religión, de preferencia de género y política y me he convertido en un defensor del derecho a la diferencia. Es por eso que detesto a quienes no aceptan la pluralidad. Afortunadamente, he fundado un club de amigos que comparte mis ideas y juntos hemos emprendido la labor de limpiar el mundo de intolerantes.

Dina Grijalva es una autora cuyo sello como minificcionista está muy claramente definido; ya hemos señalado sus elementos predilectos: amor, erotismo, juego lingüístico, ironía, logro estético. De manera que quedamos a la espera de su próximo libro, ciertos del valor singular de su identidad creativa, dentro del género brevísimo.