“Destajo”, de Carmen Schaub

Por Claudia Vila Molina

Profesora de lenguaje PUCV

Poeta y crítico literario

Entrar en la lectura de “Destajo” implica un recorrido hacia la femineidad herida. De hecho, su mayor atributo es acercarse al sentimiento desgarrado de esta hablante (en cuya imagen se enmarcan de manera precisa) los símbolos necesarios para rescatar lo femenino contrapuesto por el embate masculino. De cierta manera, se está frente a dos polos bien delineados (mujer-hembra versus hombre-macho) y aquella confrontación se aprecia durante todo este camino: “Sólo en tu boca / encontré una alfombra / para hacer de mí / un rostro / que se reconoce / aun vendado”, “Sentir tus dedos poblarme el rostro”, “tu boca tatuar el ojo oculto de la noche”. A trazos leves se dibuja un rastro de dos personas que se encuentran, se reencuentran y se abandonan.

Por ello, siempre existe el sentimiento de desazón ante la pérdida inminente del objeto preciado que, aunque se reclama, también se teme. Los aspectos que se destacan son los ritmos acompasados y sexuales que muchas veces se equiparan con las zonas bestiales del hombre, que sale de caza por la noche, entonces la hembra herida se transforma en un espacio íntimo en que no caben las preguntas ni las respuestas: “Sueña con jugar de blanco / yemas recorriéndola entera”, “Cuerpo de piel / socorre esta voz amputada de mí”, “De la noche polvo soy / oscuro / como seno de tiniebla”.

Ello constituye la gran característica de Shaub: establecer un diálogo permanente con el lector, un elemento intimista en que los sentimientos cobran vitalidad, porque se pronuncian desde la certeza del espectador consciente del siguiente paso a dar, sus encuentros y desencuentros son un atisbo a la dureza del impulso. Desde aquí surge el valor de la significación de los sentidos en toda su dimensión (tanto corpórea como imaginaria) que explora los puntos más álgidos de la naturaleza humana.  Del mismo modo, los atributos poéticos evaden esta naturaleza que siempre está al borde del colapso y reniega de la voz, pero esa misma voz femenina es su arma de defensa contra todo sentimiento de desamparo: “Sin voz la boca / la mano escurre en el blanco / No hay ruido ni manchas”, “Tatuada de lacre / mi lengua de ala desamparada / no cesa de señalarte en su trazo / sin ruido ni manchas”.