Microcuentos de "Sea breve, por favor" 2011

Microcuentos leídos en el III Encuentro Chileno de Minificción “Sea breve, por favor”. Valparaíso, junio del 2011.

Tercera Entrega

Luz Orfanoz

Alumna de Pía Barros desde 1988. Ha participado en talleres de narrativa y poesía, y en cursos de guión cinematográfico en la SOGEM de México.

Cuentos y poemas han sido incluidos en antologías nacionales y extranjeras. Libros de cuentos publicados: Ni son todos los que están y La mujer cornuda.

Traducciones al inglés en el libro What is the secret. Stories by Chilean women, editado por Marjorie Agosin en 1995.

En la actualidad está trabajando en dos historias para publicar.

Esposos

Mi marido es hipocondríaco, cada día amanecía con un dolor diferente. En un principio eran insignificantes dolores de cabeza que yo curaba con un Migranol. Otras veces eran dolores al cerebro, que tardaban más en desaparecer. Así perdí la cuenta de todos estos malestares y tomé el hábito de darle dos grageas diarias.

Lo penoso es que ahora no se queja y con los labios apretados no me permite darle las pastillas. Hoy hice mi último intento y no pude abrirle la boca. Parece que se murió y me temo que lo hizo solo para molestarme.

Sistema Celestial

Las estrellas rigen nuestra vida astral y los meteoritos son esos que caen del cielo, se meten en nuestro organismo y después salen, con mucho ruido y mal olor.

 

Rosal

–Me quiere mucho, poquito y nada—dice la niña mientras arranca uno a uno los pétalos a la rosa.

–Me quieres nada, poquito y mucho—responde la rosa mientras recoge del suelo, uno a uno, sus pétalos.

 

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Martín Pérez

Publicaciones:

Tapia (Cuentos), 2008, Editorial Asterión; Santiago Traders & Otros (Cuentos), 2007.

 Participación en libro-objeto editado por Asterión Ni una más, con el cuento “Pequeño sacrificio” (2007).

Participación en libro-objeto editado por Asterión Tenemos Pantalones, con el cuento “Tres finales para un choro” (2006).

Participación en libro-objeto editado por Asterión, titulado Diversos y Estilados, con los cuentos “Marinero”, “En menos de treinta minutos” y “Santiago Traders” (2005).

Participante en mesas redondas de Festival Santiago Negro de novela policial.

Presentador en el Primer Festival de Letras y Fonemas de la Universidad de Playa Ancha.

Columnista de la revista web La Negra:  http://www.revistalanegra.cl

Vestida de ocasión

Salió de la ducha, se secó el pelo, cruzó desnuda el dormitorio y entró al walking closet decidida a vestir lo mejor. Se puso medias negras con liguero, la minifalda de cuero y la blusa de seda. Calzó las botas más elegantes y el collar de perlas. Se miró al espejo largos minutos. Luego, caminó por las habitaciones de la casa, dudando si salir o quedarse.

 A mediodía, se dio cuenta que se le hacía tarde. Se sacó la ropa con cuidado, se vistió como todos los días, y se puso a barrer, lavar y cocinar. La señora y su marido llegarían a las seis.

Atracción vergonzosa

Se encontraron por primera vez bajando la escalera de emergencia mientras el edificio se estremecía con el terremoto. Él venía llorando desde el piso doce en calzoncillos. Ella, gritando desde el nueve en baby doll. Se tomaron de la mano y siguieron bajando juntos, aterrados. A ella le parecieron tiernas las lágrimas de él y le simpatizó su ropa interior atigrada. A él le gustaron esas largas piernas, el bamboleo de los pechos al saltar por las escaleras y los quejidos sexy que ella daba en cada brinco.

Días después, se toparon en el ascensor. Fingieron no conocerse.

Acuatizaje

Conduce la nave en una maniobra de emergencia, buscando una zona abierta donde aterrizar, pierde el control y cae atraído por la fuerza de gravedad, sin combustible, tratando de mantenerse en vuelo. Ve la laguna y decide acuatizar. Levanta la trompa de la nave al máximo para mantenerla paralela a la superficie del agua. Aún así, no logra evitar el golpe y toda la estructura se sumerge  con violencia levantando una gran masa de agua. En medio del fragor del choque, escucha el grito de su madre: 

– ¡Deja de salpicar la sopa con la cuchara!

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María Isabel Quintana

Ha publicado El último dinosaurio y otros cuentos (Editorial Entremilenios, 2008, segunda edición). Ha sido antologada en Cien Microcuentos Chilenos (selección a cargo de Juan A. Epple), Santiago: Cuarto Propio, 2002.

El último dinosaurio

a R.O.

Fue necesario un solo corte. El cuchillo era grande y afilado.

Lorena, desde pequeña supo que existían, y conocerlos fue inevitable. La primera exhibición de un dinosaurio le fue hecha por su padre adoptivo. Pronto vinieron otros y otros  más. A corto plazo fue una jauría de ellos que la acosaban a toda hora y en cualquier lugar. Lorena odiaba los ridículos animalejos de cuello largo que habían convertido su vida en un eterno huir.

Decidió que esta vez sería el último y con la fuerza que le daba la furia fue necesario un solo y certero corte.

El hombre con los ojos desorbitados, por el dolor y el ultraje, no vio cómo ella sonreía con inocencia al pensar, que al fin y al cabo, los dinosaurios  eran una especie en extinción.

Prohibiciones

Llego a la consulta médica con un neura galopante. En la puerta me asalta el primer letrero: por favor tocar una sola vez. Visiblemente molesta miro a la secretaria como si fuera transparente y me fijo en un nuevo aviso de letras negras sobre papel blanco: Se  ruega a los pacientes no abrir la puerta ni contestar el teléfono. Ingreso a la sala de espera tiene una gran pared de vidrio y el consabido anuncio: Se ruega a los pacientes no acercarse a la ventana.    Estoy sola, un tabique me aísla de la secretaria. Cruzo las piernas, las descruzo, trato de no morderme las uñas, me levanto, me acerco al letrero pero no lo miro. Busco árboles pero sólo encuentro techos que se elevan pintando de óxido las nubes.

El chirrido del teléfono me sobresalta. La estridencia del timbre me estremece. Quiero irme. Alguien llega y parlotea con la secretaria. El volumen de la música es insoportable. Huyo como loca, me resbalo en el inmaculado parquet. Con los nervios destrozados, vomito sobre el último letrero: se ruega no manchar el piso.

 

Autorretrato

A Consuelo Saavedra

Sobre la mesa de trabajo torsos descabezados, figuras en bloque, pequeñas madres acogiendo a sus hijos, maternidades incompletas, todo meticulosamente limpio y ordenado.

Sentada en medio, la escultora parece lejana. La mirada verde esmeralda hurgando más allá en el tiempo.

Yo, fragante a tierra húmeda, reposo entre sus manos, convertida en un ovillo.

Un gesto convulso sacude su cuerpo, me aprisiona, me retuerce, intenta modelarme. Vencida, me convierte en una pelota y me lanza al fondo de la mesa. Resbalo entre espátulas, rodillos y miembros fragmentados. Una madre partida en dos detiene mi caída. Me oculto temporalmente en el hueco de su vientre.

La artista, deja caer la cabeza entre los brazos y permanece inmóvil por un instante. Resuelta se levanta y se observa frente al espejo. Ensaya algunas posturas, estira el cuello, inclina la cabeza, entreabre los labios, revuelve el cabello. No logra dar con la imagen apropiada.

Ahora se observa de nuevo, en forma estática, con una mirada sin contornos. Quedan apenas encendidos los ojos verde esmeralda que buscan más allá, quizás hasta el amasijo de su propia arcilla.

 Me recoge sin prisa, me acaricia. Sus  hábiles manos me esculpen, modelan belleza. Sus yemas afinan mi perfil. ¡Con qué gracia entreabre mis labios en actitud de espera! El aire parece escapar entre ellos y de manera instintiva alborota su cabello. Ensortija el mío, rizo a rizo, rizo a rizo. El roce de sus uñas horada mis ojos, sus lágrimas tibias humedecen los bordes de mis cuencas vacías. La nuca emerge grácil y altiva con una leve inclinación, copia fiel de su imagen, me observa fascinada.

¡Por fin estoy completa! Hay exaltación en sus ojos, la luz verde esmeralda me ilumina, me baña entera y en sublime acto de creación mis ojos vacíos se apoderan de su brillo. Quisiera parpadear, me observo en el espejo de sus ojos pero no encuentro la luz. Ella, en dimensión estática, no creo que aquilate la complejidad del milagro. En el nombre del Padre me bautizo Consuelo, y tú no eres más que arcilla y en polvo te convertirás.

Susana Sánchez Bravo

Nació en Valparaíso, realizó estudios universitarios en la Universidad Técnica del Estado. Su área de competencia es la Publicidad y la Comunicación.

Ha sido docente en universidades chilenas y extranjeras, entre ellas, el Politécnico Nacional de México y la U. de Oslo, Noruega, durante un exilio que se extendió por quince años y tres países. Ha publicado en las antologías Cuentos Chilenos, Edt. Kinkulén, Berlín; Viernes con Bach,  Edt. Pegasus, Ámsterdam; y en las publicaciones del Taller de Pía Barros. Su primera novela, Espacios Condenados,  es publicada el 2004  por  Edt. Cuarto Propio. Edt. Asterión publica el 2007, Secretos Menores y non tanto, textos y minificciones.

Están en corrección las novelas El círculo de las bacantes y La profesión de los farsantes.

El  sueño largo

Los muertos en Latinoamérica son insurrectos.  Inquietos en sus tumbas no reconocen  fronteras  y peregrinan día y noche  en hordas ingrávidas. Están  los que se perdieron en los chupaderos argentinos o uruguayos, vienen los de Guatemala, Paraguay y Honduras,  las mujeres de Juárez, los chilenos que lanzaron al mar o a los socavones de las minas, los de Perú y Bolivia, los niños brasileros  asesinados por los escuadrones de la muerte, los masacrados de  Colombia. Ni un solo país de nuestro continente está libre de estos cadáveres  en perpetua caminata, de ida y vuelta, desde México al Cabo de Hornos. Yo los oigo venir todas las noches por las calles de mi ciudad y los imagino a todo color, un solo pueblo de muertos, desfilando con los Libertadores al frente en el año del Bicentenario.

Todo flota

Ese que está ahí con la bufanda a cuadros, alimentando palomas en  la plaza; viejo y frágil, tosiendo de vez en cuando, tuvo una juventud guerrera. Él cree que morirá en su cama, que nadie sabe que abría los vientres de los desgraciados antes de lanzarlos al mar desde los aviones para que no flotaran. Un trabajo sucio pero qué diablos, por lo menos se los entregaban dopados para que no se defendieran. Él no sabe que lo espero con el pié sobre el acelerador  y un día de estos, cuando atraviese a destiempo, arrastrando sus pasos, tendrá un accidente de tránsito que lo hará flotar sobre el cemento.

 

Vuelta atrás

Deseo que todo vuelva a ser lo que era hace un minuto. El estallido implosiona y la sangre que salpica la ventana se despega en esferas ínfimas para licuarse en el hilo rojo que se escurre en la rotura de mi sien, devolviéndola a su fuente, expulsando el proyectil. Los trozos de cerebro regresan a su lugar, se tapia el orificio del hueso, la bala vuelve a la pistola y ella a la mano que la deja sobre la nota de despedida. Las palabras se diluyen. La hoja en blanco es un espacio terrible que recorta la silueta oscura del arma, transformándola en el pomo de una puerta que se abre hacia el olvido.

Pesadilla continental

Cuando el hombre despertó, el torturador aún estaba allí.

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Esteban Valenzuela Harrington

Nació en San Carlos de Bariloche, el 25 de octubre de 1961. Es el tercero de cinco hermanos. Su padre, Ricardo Valenzuela Molina, fue profesor de mecánica en INACAP; su madre, Vania Harrington Farías, dueña de casa.

Estudió en Santiago, en el Liceo de Aplicación. Trabajó 20 años en el área Seguros. Plantó un naranjo, tuvo cinco hijos, le quedaba escribir un libro. El año 2006, decide dedicarse de lleno a la literatura. Fue seleccionado en la 15ª Antología 2008 Cuentos en Movimientos. Desde el 2009, mantiene el blog, http://eleternocaminante-esteban.blogspot.com , y participa en el sitio web www.textale.com. Es socio activo del Círculo de Escritores de la V Región y trabaja para la Editorial Planeta de Papel, con la cual editará próximamente su primer libro de microcuentos y cuentos.

 

Te bañaste de nuevo

¡Te bañaste de nuevo! – gritó la madre, ¿Qué acaso crei’ que el agua la regalan? Su hija no contestaba nada, se secaba… ¡Contesta, desgraciada, crei’ que la plata la regalan!, anda, contesta po’… ¡Claro, como la linda no trabaja, sólo va al colegio, no tiene idea lo que cuesta traer la plata a casa!… ¡Segundo baño en el día, creerá que tiene el cutis de porcelana!… Su hija no contestaba nada. Y tú no le decís nada; claro, otro vago más, si la única tonta que trabaja soy yo, estoy todo el día fuera, y qué me encuentro, la linda bañándose, y tú echado en el sillón como de costumbre…El hombre se paró, la tomó por los hombros y le pidió se calmara, llevándola al dormitorio (donde todo lo arreglaba). En el baño, la niña, entre lágrimas trataba de sacarse las huellas de aquel que recién la manoseara.

Otra de ésas noches

Otra de ésas noches en que ambos nos encerramos en nuestros mundos. Tú te refugias entre las sábanas, huyendo de mi hálito alcohólico y de mis vulgaridades o mis desgarros del alma, como sueles reprocharme, mientras vas por el pasillo quitándote la ropa, y me dejas a la deriva, presto a naufragar con mis alucinaciones bañadas en alcohol. Es que sólo con un trago, soy capaz de volcar mis reales sentimientos, de encontrar el hombre que hay dormido en mí, de decirte cómo te necesito, como cada día soy más preso de tus caricias, de tus besos, de tu presencia, de toda tú, que te has vuelto una especie de holograma que transita por nuestra casa, como si el no poder alcanzarte fuese para ti, el máximo sentido de la vida. Siento que torpemente me convierto en tu niño, en ese niño que necesita lactar de tus pechos la savia de la vida, y que desaparece con cada borrachera. Por eso escribo, y te escribiría mil vidas más si fuese necesario, si ello me permitiese arrullarme entre tus brazos y encontrar el anhelado consuelo. Es esta sensación el único sentido que me ciñe a la vida, mientras saboreo el amargo sabor del licor, que me seca la boca y me invita a mojarme la garganta una vez más, mientras la barca de mi amada se aleja a la deriva de mi existencia.

 Submundo

A pesar que se despidió con un beso, le sentí distante, quizás más distante que otras veces. Sé que no le gusta lo que hago, ella preferiría que volviera a ser él de antes, sin importar más nada. Aunque le explico mi forma de ver las cosas ahora, no logro convencerla y siento su rechazo. A veces pienso que sólo es cuestión de tiempo, pero luego entiendo que nuevamente me estoy mintiendo; somos tan diferentes, si tan sólo pudiésemos acercarnos un poco, sin que por ello tengamos que perder algo ambos… Ella va a su mundo concreto; yo, en tanto, me pierdo en mi submundo de sueños escribiendo lo que siento.

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Fabián Vique  

Buenos Aires, 1966. Es profesor de literatura. Publicó La tierra de los desorientados (2008), Variaciones sobre el sueño de Chuang Tzu (2009) y La vida misma y otras microficciones (2010), todos en Macedonia Ediciones.

Blog: http://delasavesquevuelan.blogspot.com/

 

Borges en la peluquería

–Cortame las puntas, Ramón.

–¿Usted cree que alguien hace crecer el pelo, su pelo por ejemplo? ¿Todo lo que se escribe es literatura? ¿Toda literatura es fantástica? ¿La filosofía es una rama del hombre?

–La rama es una rama del árbol, Ramón.

–¿El árbol es una rama de la tierra? ¿El hombre de la idea? ¿La tierra del cosmos? ¿La idea del verbo? ¿El cosmos del caos? ¿El caos de la filosofía? ¿La filosofía es una rama de la literatura fantástica?

–Las puntas no más, Ramón, las puntas.

La leyenda del escritor de epitafios

Sentado en una piedra, el escritor de epitafios compone sus obras. Cuando un texto queda acabado, la persona aludida deja de existir.

 Las flores de plástico

Digan lo que digan, las flores de plástico duran más.

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Roger Texier V.

Valparaíso, 1955. Médico-cirujano (U. de Chile). Participó en la Agrupación Cultural Universitaria y en la Agrupación de Escritores Jóvenes. Talleres de poesía con Cecilia Casanova, Edmundo Herrera y Osvaldo Ulloa; de narrativa con Diego Muñoz Valenzuela y Ramón Díaz Eterovic.

Publicaciones colectivas (Talleres “Isla Negra” y “Espacio”). Lecturas públicas en SECH, Goethe Institut, Casa Cultura Ñuñoa. Premio Colegio Médico 1988. Miembro de la Sociedad de Escritores de Chile y Corporación Letras de Chile.

Ahmed

Nuevamente, Ahmed despertó sobresaltado. Si era un mero sueño, un demonio en su cabeza o una señal premonitoria, no tenía cómo saberlo. Pero ahí estaba otra vez la imagen de la noria derruida y los corderos en estampida. Temeroso, y en la certeza de un desenlace funesto, oró largamente aceptando lo que el destino le deparase.

Cuando el rocket hizo trizas con noria, choza y corderos, Ahmed dormía en paz.

Cartas 

-Una- insinuó él.

-Dos- retrucó ella.

Entre guiños y sorbos, bluff a bluff, fueron mostrando sus cartas. Y subiendo la apuesta. Nuevamente se estudiaron. No estaba todo resuelto, era claro. Algo faltaba ahí para afirmar que la suerte estuviese echada.

-Más- pidió ella.

Sorpresivamente, él enseñó su as de espadas. Ella se rindió.

Paráfrasis

Ella primero vino por los niñitos desnutridos, pero él no era ningún niñito desnutrido.

Después pasó a buscar a los enfermos con penas del alma, pero él no sufría penas del alma.

Enseguida se llevó a todos los atropellados y a los heridos de la guerra, pero él no sangraba, tenía sus huesos buenos y no le dolía nada.

A continuación, decidió guadañar al azar entre oficinistas, comerciantes, reclutas, amantes, excursionistas, labriegos; pero él no daba el perfil en ninguna de las categorías.

Últimamente lo intenta con viejitos lachos. Y ahí está don Nicanor. Intrigado tras la puerta, pregunta quién golpea.

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