En esta tercera crónica, el escritor Edmundo Moure nos sigue narrando la historia de los refugiados de la República Española que llegaron a Chile en el ya histórico Winnipeg en 1939. El fin de una historia terrible y el comienzo de otra no menos difícil: el exilio y la adaptación a otro país que los recibió e integró con solidaridad y cariño.

 

A Mercedes Corbato, la niña asturiana del Winnipeg

“…Ni lo humano ni la humanidad, ni el adjetivo simple, ni el sustantivado, sino el sustantivo concreto: el hombre. El hombre de carne y hueso, el que nace, sufre y muere –sobre todo muere-, el que come y bebe y juega y duerme y piensa y quiere, el hombre que se ve y a quien se oye, el hermano, el verdadero hermano.”

Miguel de Unamuno

 

EL DESARRAIGO

Conocemos desde dentro el peso aciago del desarraigo, el que proviene de seculares migraciones motivadas por ese móvil que Chejov definía sin ambages, con una sola palabra: hambre. Pero existe también el exilio, aquel destierro doblemente forzoso, impuesto por el odio ideológico, que desgarra el corazón de la tribu con el cuchillo de la discriminación aleve. Los “rojos” eran los que abandonaban España durante la primera mitad de 1939: niños, mujeres y hombres, poco importaban sus diferencias cronológicas o lugar de nacimiento o condición social. La ciudadanía se categorizaba en el cromo totalitario del resentimiento.

Los sobrevivientes del Winnipeg se han mantenido unidos a lo largo de las décadas, desarrollando diferentes actividades en torno a la “Agrupación Winnipeg”, que preside la asturiana Mercedes Corbato, incansable promotora de convocatorias. La más emblemática de ellas es la que tiene lugar cada 3 de septiembre y que en este septuagésimo aniversarios se trasladará hasta la Casa Museo Pablo Neruda, en Isla Negra, costa central de Chile, con la presencia de los testigos de esta historia, sus descendientes y los numerosos amigos que aún concita la causa republicana, símbolo de una lucha libertaria cuyos ideales no debemos abandonar.

El programa de conmemoración es el siguiente:

Lugar y fecha: Casa-museo de Neruda en Isla Negra, jueves 3 de septiembre de 2009, 10.00 hrs. a las 12.00 hrs.

Objetivos:

1. Conmemorar el Septuagésimo Aniversario del arribo del Winnipeg a Valparaíso trayendo a bordo a más de 2.000 españoles refugiados que Pablo Neruda rescató de los campos de concentración en Francia, al término de la Guerra (In)civil Española.

2. Rendir un tributo post mortem a Neruda, ya que por razones políticas no pudo realizársele cuando falleció (23 de septiembre de 1973).

3. Destacar la importancia del rol humanitario desempeñado por Neruda para rescatar a esos españoles republicanos, cuyas vidas estaban en serio peligro, y otorgarles “asilo contra la opresión”.

Institución responsable: Agrupación Winnipeg, a través de su director Jaime Ferrer Mir, autor del libro que relata el hecho histórico: “Los españoles del Winnipeg, el barco de la esperanza”, publicado para conmemorar –hace veinte años- el Cincuentenario, con el respaldo de la Embajada de España.

Participantes: Españoles venidos en el Winnipeg y algunos de sus descendientes. Cada uno de ellos representará una región de España y esparcirá sobre la tumba de Neruda un puñado de tierra de su región. Autoridades de Estado chilenas y españolas.

Ideas-fuerza que dan base a este proyecto:

1. La decisiva contribución de Neruda para restituir la dignidad y los valores democráticos para una parte importante del pueblo español y devolverles la paz y la libertad perdidas.

2. El Winnipeg es el símbolo de un espacio de expresión de la solidaridad humana ante la adversidad y también la demostración palpable de los estrechos lazos que unen a España con Iberoamérica y con Chile, en particular.

3. El sueño común de paz y prosperidad en un momento histórico tan complejo.

4. En este acto de conmemoración y homenaje culminan los esfuerzos de Neruda en su proyecto integrador.

5. La lengua común castellana es el medio que hermana y procura nuestros anhelos más profundos.

TESTIMONIOS VIVOS:

Mercedes Corbato tenía ocho años cuando se embarcó junto a sus padres y hermanos. Meses antes ya habían tenido que marchar y deambularon sin descanso por distintos campos de concentración, hasta recalar en Burdeos y conseguir pasaje en el Wunnipeg. «Mi padre era un concejal socialista de Gijón a cuya cabeza le habían puesto precio y estaba claro que no podíamos volver a España», cuenta Mercedes. Marcelino Corbato García desempeñó también otros importantes cargos en Asturias, durante el régimen republicano. «Mi padre, como los demás, creían que nos íbamos por no más de seis o siete meses; nadie quería comprar nada, porque pensaban que iban a volver enseguida, basados quizá en que la guerra contra el fascismo había empezado en Europa», cuenta Mercedes.

Flor María Vega recuerda también la travesía: «Yo era muy jovencita, cumplía 10 años recién, y llegué con mi padre y cuatro hermanos. La mayoría vivimos en Santiago y nos reunimos siempre, los que llegamos jóvenes, porque los mayores ya desaparecieron todos. En 1991 volví a España, de paseo, pero no cambio por nada este hermoso país; aquí moriremos porque están nuestras raíces afectivas, los hijos de nuestros hijos».

José Calvet se quedó con un recuerdo especial de ese viaje… Cuenta que al bajarse del barco encontró en el suelo las dos banderas que traían en la nave. «Y yo pregunté ¿pero cómo se van a quedar acá? Mi padre me dijo: tómalas, así que me las llevé. Una se me pudrió y la otra la he llevado conmigo siempre».

Juan José Lozano es uno de los descendientes de quienes llegaron en el Winnipeg, pues su padre murió en la década del 50. Dice «Mi padre siempre nos contó esta historia y lo que pasó en la Guerra Civil, porque él nunca se desvinculó de su causa, aunque lamentablemente, como muchos otros de sus compatriotas exiliados, jamás volvió a España. Para nosotros es una gran alegría y una honda nostalgia que se recuerde esto, que representa una gran gesta heroica».

 

COROLARIO

En Isla Negra, en ese bello rincón del Pacífico Sur donde Pablo Neruda construyó la más amada de todas sus casas, viviendo allí con Matilde hasta una semana después del golpe militar, se ha levantado este curioso museo de objetos y recuerdos, de poesía trazada en la madera, hay una placa en el jardín del escritor dedicada al Winnipeg , el barco en el que dos millares de refugiados españoles huyeron de Franco hacia las remotas regiones de Chile. No es una casualidad la presencia de estas frases de Neruda esculpidas en el mármol. Obedecen a su voluntad generosa y al enorme esfuerzo de su esposa de entonces, la argentina Delia del Carril, resumidas en breve sentencia:

                        Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece.

                        Pero este poema que hoy recuerdo,

                        no podrá borrarlo nadie”

                                                           Pablo Neruda

Nosotros, los hijos y nietos de la España republicana tenemos una deuda, como ciudadanos del exilio universal. Sólo podremos saldarla manteniendo viva la llama de la memoria, porque estamos hechos de sueños trazados con palabras de nuestros muertos, grabados con sangre, para no olvidar.

 

Edmundo Moure