Por Patricio Tapia
La escritora mexicana participará esta semana en la cátedra Bolaño de la UDP. Varios de sus libros, además de los tomos ya aparecidos de sus Obras reunidas, están disponibles en nuestras librerías.
En su último libro, Saña, Margo Glantz recopila reflexiones y citas sobre la crueldad y el encarnizamiento, aunque también entiende la saña como persistencia. Si de eso se trata, su extensa obra muestra no pocas constantes: la fragmentación, la mezcla de géneros; obsesiones como el cuerpo, los viajes o la memoria. Ellas están presentes en sus Obras reunidas, de las que han parecido dos tomos: uno con ensayos sobre la literatura colonial y otro con seis libros de «narrativa», incluyendo uno sobre el rol del cabello, un comentario de tarjetas postales y algunas «autobiografías literarias». Su libro más conocido, Las genealogías, es la historia de sus padres, inmigrantes judíos en México. En todos ellos conviven lo sublime y lo grotesco, lo importante y lo banal.
-¿Es una coleccionista?
-Soy coleccionista en todos los niveles y me estoy haciendo conocida por mi frivolidad. Colecciono zapatos, collares, ropa, cuadros, cosméticos, también piezas literarias o de prensa. Todo forma una especie de sustrato que con el tiempo y algo de elaboración se convierte en libros.
-En el tomo I de sus «Obras reunidas» la protagonista es Sor Juana Inés de la Cruz. ¿Por qué?
– Soy profesora de literatura y de literatura mexicana. Y Sor Juana Inés de la Cruz es una de las figuras más extraordinarias de la literatura en el idioma. Es insoslayable. Tanto su vida como su obra apasionan al grado que se está convirtiendo en una Frida Kahlo, por desgracia. Estudiarla es gozar de una escritora maravillosa, de una inteligencia excepcional y que funciona con un doble filo: la lectura del crítico y el erudito, pero que también influye en la propia escritura de manera directa e indirecta.
-¿Le obsesionan los viajes?
-Estoy escribiendo ahorita un gran libro de viajes, del cual se ha desprendido una parte que es el viaje a la India y también hay fragmentos en Saña. He escrito mucho sobre viajes concretos, pero también abordaré los viajes en general. ¿Por qué viajo? Soy de una familia de inmigrantes, mis padres viajaron a México. Y como ellos nunca tuvieron una situación económica muy boyante, nos mudamos muchas veces de casa. Ahí empezaron mis viajes. Mi padre fue un viajero y para mí era fascinante cuando regresaba a casa con regalos para sus hijas. Me dije, de grande quiero ser viajera. Lo he sido y sigo siéndolo. Si no viajo, no tengo futuro.
-Se han puesto de moda los libros autobiográficos. «Las genealogías» fue un ejercicio suyo previo a esto. ¿Cómo surgió?
-Era la posibilidad de recuperar una historia familiar que por demasiado cercana era desconocida. Una historia que implicaba distintas geografías, culturas, distintas lenguas. Y lo visceral que era ser hija de dos judíos ucranianos a quienes frecuentaba íntimamente pero al mismo tiempo desconociendo lo que eran. Las genealogías me dio la posibilidad de recuperarlos y de recuperarme en parte.
-Sus «autobiografías literarias» parecen referirse a sus lecturas…
-Soy hija de un poeta. Desde muy niña estuve en contacto con los libros, sujeta al efecto, contaminada por los libros. Esas lecturas influyen necesariamente sobre la actividad y personalidad de cada quien y se convierten en parte de la propia circulación biográfica. Incluso llega un momento en que las lecturas se han digerido de tal manera que no sabemos de dónde vienen.
-También está de moda incorporar fotografías en los libros. Usted suele hacerlo…
-Creo que lo he hecho hace más de treinta años y no creo ser la primera. Sebald lo puso de moda y lo trabaja mucho Mario Bellatin. Ya había ilustraciones en mi primer libro, Las mil y una calorías.
-Pero las fotos más que ilustraciones, se incorporan al texto (sea sobre el cabello o tarjetas postales).
-Creo que era natural incluir un álbum de fotos en Las genealogías. Completaba y al mismo tiempo tiraba en otra dirección al propio libro. En el de los cabellos me parecía que una parte de él no funcionaba sin ilustraciones. Y en el otro era importante reproducir las tarjetas postales: era un comentario a ellas y, al mismo tiempo, era el recuerdo de un episodio de la historia nacional y de una estética kitsch.
-Prepara un tercer tomo de obras: literatura mexicana del siglo XIX. ¿Habrá un cuarto?
-Sí, será sobre literatura mexicana del siglo XX.
-¿No recopilará los escritos sobre otras literaturas?
-Si me publicaran todo, serían como diez tomos y no creo que la editorial quiera hacerlo. Pero me importa que quede recogido lo relativo a la literatura mexicana. Mis escritos tienen un enfoque muy peculiar y creo, aunque suene muy inmodesto, que iluminan de otra forma nuestra literatura.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…