Realismo mágico 2.0

Por Jennifer Abate

Después de décadas de silencio, la literatura de género hecha en Chile ha obtenido éxito y reconocimiento. Varias obras publicadas, otras tantas por venir y un mercado de lectores que aumenta gradualmente, han posibilitado que los escritores de género locales dejen de ser percibidos como pequeñas trincheras dedicadas a un grupo de fanáticos.

A pocos días de la muerte de Hugo Correa, el fandom (grupo de seguidores y aficionados a la ciencia ficción y la literatura fantástica) aún lo lamenta. Precursor de las letras de género en Chile y en Latinoamérica, introductor de las figuras extraterrestres en nuestra literatura y traducido a diferentes idiomas, se lleva con él parte de la historia de la ciencia ficción local, que en el último tiempo parece recobrar, o quizás, encontrar, su rumbo.

A los cultores de este género en Chile no les gusta el rótulo de raros o selectivos, pues aseguran que es la ficción, desde diferentes ángulos, la que distingue a la literatura de nuestro continente. Para fines de este mes se espera el lanzamiento de El púgil (Editorial Forja), la última novela de Mike Wilson. En su prólogo, el escritor boliviano Edmundo Paz Soldán se refirió al movimiento que acoge a la obra de la siguiente y categórica manera: «La mejor ciencia ficción en castellano se está escribiendo en Chile». El autor de Palacio quemado asegura que las palabras no son exageradas, puesto que «en Chile se está desarrollando una escena literaria que tiene que ver con una ciencia ficción propia, en la que aparecen elementos tradicionales del género mezclados con mitologías de culturas locales y una reflexión sofisticada sobre la presencia de los cómics y de la cultura popular en nuestra vida cotidiana».

Hay algo allá afuera

El panorama de la literatura de género, dormido y apagado durante décadas, comenzó a cambiar con la adjudicación del Premio del Consejo Nacional del Libro 1996 a Flores para un cyborg (Mondadori, 1997), de Diego Muñoz. Una mirada distinta comenzaba a alzarse y unos escritores nunca antes considerados empezaban a ganar reputación. Sin embargo, el verdadero despertar sobrevino con la publicación de Ygdrasil (Ediciones B, 2006), de Jorge Baradit. A juicio de Francisco Ortega, hoy editor del área de no ficción de Alfaguara, quien se hizo popular en el fandom con su novela El número Kaifman (Planeta, 2006), la obra de Baradit provocó que, por primera vez, los aficionados al género miraran con más optimismo el futuro. Esta novela, fruto de la «promiscuidad cultural» de su autor, quien se hace cargo de la historia de un continente que todavía tiene a sus indígenas vivos y a sus dioses deambulando por los rincones, fue bastante exitosa en las librerías y cosechó buenas críticas. Jorge Baradit no tenía siquiera un borrador de novela perdido en el fondo de un clóset. Nunca había escrito una pieza de tal envergadura y por ello le sorprendió que el tránsito a la publicación y al éxito fuera tan expedito. Por supuesto, aquella no es la tónica de la edición de la literatura de género en nuestro país. Baradit cree que esto se debe a que la ciencia ficción es vista como un género de segunda mano, almacenable en los anaqueles de narrativa adolescente. «Aquí en Chile se ha tomado una línea bastante despectiva, a pesar de que autores como José Donoso o el mismo Bolaño han incursionado en la literatura fantástica».

Los esfuerzos de los escritores de ciencia ficción actuales jóvenes, confluyen en una combinación de elementos de diferentes puntos del globo, de distintos estilos y temas; la tónica de Latinoamérica, esa mezcla imprecisa de modernidad y tradición. A propósito de la ciencia ficción con ingredientes locales, Jorge Baradit cree que nuestro continente «no puede deshacerse de Macondo, porque esa es su realidad. Esto no es Chicago, no es Nueva York. Podemos tener jóvenes estudiantes que se van a Berkeley o a Harvard, pero finalmente se criaron aquí, en Chile, con nanas peruanas o mapuche. La ciencia ficción chilena tiene ese sazón: está escrita desde el tercer mundo, desde Macondo. Si alguien quisiera comprenderlo, diría que es el realismo mágico 2.0 o el Macondo del siglo XXI».

Demostrando que la especificidad no se encuentra sólo fuera de los límites del país, se instituyó en 2005 la editorial Puerto de Escape, radicada en Valparaíso, como respuesta a un medio en el que «aún escasea la fantasía y el misterio en nuestra dieta de consumo cultural», señala Marcelo Novoa, director de la única editorial local que se dedica exclusivamente a la fantasía y ciencia ficción. Novoa considera que el futuro de la literatura de género es particularmente auspicioso: «Desde ‘Perdidos en el espacio’, pasando por ‘Doctor Who’, y hasta ‘Babylon 5’, nuestros públicos han crecido exponencialmente. Ni hablar de los juegos de PC o los cómics, que llegan a la pantalla grande para adoración de las masas chilensis».

Revista digital y editorial de papel

En diciembre del año pasado se cerró el concurso de Novela Corta de Fantasía y Ciencia Ficción organizado por la revista TauZero. La convocatoria de esta publicación, que ya cumple cinco años y que sólo está disponible en formato digital a través de descargas directas desde su sitio en internet, contó con 40 novelas inéditas, que se disputaron los 350 dólares ofrecidos como premio, así como la posterior publicación. El jurado estuvo compuesto por los nombres reconocidos del género nacional: Jorge Baradit, Álvaro Bisama, Rodrigo Pinto y Rodrigo Mundaca. Éste último es el director de la revista, quien señala que la iniciativa de TauZero nació de la necesidad de expansión de los intereses de un grupo de fanáticos que hoy puede contar con una revista que recoge la ficción pero también la divulgación científica. No quieren quedarse ahí. La necesidad actual es constituir una editorial que trabaje con los escritores emergentes y que financie completamente la publicación. «Cuando me enteré de que muchas veces los propios autores tenían que aportar con sus recursos para la edición, consideré que era una falta de respeto, porque la editorial no corre ningún riesgo, no hace nada. Nosotros queremos hacer algo diferente», asegura Rodrigo.

En TauZero hoy están trabajando en la recolección de las mejores ucronías. Éstas se refieren al «qué hubiera pasado si…» de fragmentos de la historia, una ficción originada a partir de la realidad. Apunta Mundaca: «Una vez estábamos todos reunidos y Baradit se lanza con una imagen: ¿Qué pasaría si un día estamos en la Alameda, mirando hacia el poniente, y de pronto vemos un grupo de gente caminando? ¿Y qué pasaría si fueran los detenidos desaparecidos, que regresan? ¿Y qué tal si al frente de toda esta gente viniera el más emblemático, Salvador Allende?». A partir de esa visión se gestó la idea de hacer un blog compilatorio de todas estas lecturas retorcidas del medio nacional e internacional, en el que ya han participado diversos escritores del fandom. Como la selección de ucronías estará disponible en la red antes que en el papel, la apuesta es manufacturar un libro diferente en todos los ámbitos, que se convierta en un objeto de colección, innovador, muy propio de la cultura colaborativa 2.0, en el que confluya el trabajo de escritores, ilustradores, fotógrafos e ingenieros.

Los escritores aseguran que literatura de género hay para rato debido a su capacidad de encantar a un amplio público. Francisco Ortega rescata que su libro de género favorito es Papelucho y el marciano, y afirma que «es una voladura que hasta el día de hoy no entiendo. Lo leí cuando chico y cada dos años me lo repito y siempre pienso lo mismo: qué es lo que tenía Marcela Paz en la cabeza cuando escribió esto».

La ciencia ficción chilena está escrita desde el tercer mundo, desde Macondo.

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En: Revista de Libros de El Mercurio