Por Eddie Morales Piña
Eduardo Escalante es un connotado académico universitario de Valparaíso. Tras su apariencia física de un hombre adusto y distante –esa ha sido mi percepción en el tiempo en que lo conocí- se esconde una personalidad que, como conocedor del lenguaje, sabe que a través del ejercicio de la lengua poética se pueden descubrir y revelar otras realidades ocultas al común de los mortales. Eduardo Escalante es un poeta, un poeta que hasta hace algún tiempo ha estado encapsulado en el anonimato –al menos, para mí- pues no le conocíamos esta faceta de su persona que como dije ha privilegiado su carácter académico. Eduardo Escalante se ha revelado como creador mediante una de las redes sociales existentes. Efectivamente, sus primeros poemas los ha dado a conocer a través de uno de estos medios donde al lector se le pedía –inicialmente, porque después se fueron agregando otros “emoticones”- poner un “me gusta”.
La frase “me gusta” cada vez que el poeta publicaba alguno de sus poemas se llenaba de adherentes; personas que al leer la discursividad lírica de Eduardo Escalante se sentían cautivadas o fascinadas por el decir del sujeto lírico que se identificaba como Eduardo Escalante, el que para nosotros era exclusivamente académico; lo anterior no quiere decir que haya una incompatibilidad absoluta entre ambos mesteres: el académico y el poético, porque a lo largo de la historia de la literatura y de la poesía, en particular, ha habido –y los hay- poetas que conjugan ambos saberes, como en el caso del poeta Escalante.
El vocablo mester tiene una prosapia clásica, pero fueron los medievales los que le dieron una impronta significativa. Sin duda que viene de ministerium que por los avatares de la lengua se convirtió en mester que significa oficio o trabajo propio de los poetas. El quehacer poético es un mester. Los griegos de la antigua Hélade pensaron que este mester era un ejercicio poiético, es decir, un trabajo creativo. En consecuencia, la poiesis es un modo de aprehensión del mundo cuya finalidad es presentarla mediante una apropiación estética de la misma; ya no es un coger práctico o teórico, sino esencialmente un apropiarse de la realidad con el lenguaje. La conditio sine qua non del mester poiético descansa, por tanto, en el trabajo del lenguaje.
El poeta Eduardo Escalante lo sabe bien. En más de uno de los textos que conforman el poemario “Caminando la existencia con la voz” apela a la relevancia de las palabras como la entidad creadora de mundo. El título que engloba a una treintena de textos poéticos “extensos”, y otros tantos “breves” bajo la denominación de “haikus”, nos reafirma la idea que estamos desplegando. La forma verbal en gerundio del verbo caminar nos da la sensación de un transitar hic et nunc del sujeto de la enunciación lírica: el poeta Escalante trasmutado en una voz que se plasma lingüísticamente a través de la palabra. Esta condición tiene ribetes ontológicos en el plano escriturario, porque el complemento de la forma verbal es “la existencia”. Es el ser del sujeto hablante el que se modula y se configura mediante las palabras; es un auténtico “crecer por la palabra” el que lleva a cabo Eduardo Escalante, ya que explícitamente se alude a la voz en el título de su obra. Al lector le debe quedar claro que no es cualquier acto verbal; es un quehacer –un mester, diría un monje medieval- que ejercita una de las cualidades más relevantes y excelsas del lenguaje: la condición estética del mismo.
Espigando entre los versos de Escalante nos encontramos con varios que están en consonancia con lo que estamos argumentando. Usamos la palabra espigar en un sentido metafórico. Así como los segadores escogen las espigas, nosotros hemos recogido algunos versos que nos sirven para reafirmar nuestras ideas acerca de la poiesis escalantiana que no es otra que la constitución del ser mediante la palabra. En el poema 16 se pregunta: “¿Lengua o lenguaje?/ Digo hablo la lengua/ me respondes digo el lenguaje/ qué me quieres decir”. Mientras que en poema siguiente, el hablante nos revela lo trabajoso del mester: “Los poemas que lees son la limpieza/ de mis huesos,/ cuántas leguas de tierra/ cuesta cada palabra”. La misma idea de la palabra trabajada y de la ambivalencia de las mismas en el lenguaje poético se nos descubre en estos versos: “Palabras que dicen y no dicen…/ El problema es que no callan/ y no dicen/ si hay algo que decir”. Indudablemente que lo que se problematiza aquí es que el lenguaje poético es de suyo extraño, pues implica una ajenidad. Los recursos extrañadores de la palabra poética profundizan o ahondan esa cualidad. El mismo hablante poético lo atestigua en el poema 27: “Hay que leerlo dos veces/ para saber qué es”.
Leer poesía exige del lector una primera actitud contemplativa del objeto textual que tengo al frente. El texto es un tejido verbal. Nuestra primera apropiación del texto es su lectura primaria, aunque parezca de Perogrullo. El poeta Escalante escribe, por ejemplo, que “el poeta escribe poemas/ qué escribe es su y mi problema”. Se alude en el verso a lo que está detrás, al revés del tejido, al revés de la arpillera (René Jara, dixit). Y el maestro Gonzalo de Berceo tenía razón: “quitemos la corteza/ al meollo entremos”. Los poemas de Eduardo Escalante se nos presentan como el discurrir de la cotidianeidad del sujeto hablante. Es su existencia cotidiana, su experiencia vital y vitalista la que va abriéndose como una suerte de abanico ante el lector. Son los sucesos de la intrahistoria, del quehacer académico, del amor y el desamor, de los tiempos de júbilo y los que no son tanto, del Valparaíso que fue y que es, el arte y la poesía, los diálogos intertextuales y la presencia de autores clásicos y de la cultura popular, la presencia de lo numinoso, los ejes estructurantes que se nos van presentando ante nuestros ojos lectores. Creemos que la clave de lectura de este poemario está en el magnífico poema que lleva por título: “Al Cristo de San Juan de la Cruz de Salvador Dalí”: “Vio lo que faltaba, lo que sobraba/ y pintó lo que no se ve”.
Mutatis mutandi, el poeta Eduardo Escalante en su ejercicio poético de este poemario, escribió “lo que no se ve”; es como el “anciano de barba de luz” de otros de sus significativos poemas, que por la palabra nos congrega y apela en torno a un ejercicio tan noble como lo es el de la poesía.
Eddie Morales Piña, Magister en Literatura, profesor Titular, Director Departamento Disciplinario de Literatura, Universidad de Playa Ancha.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…