Crónica literaria de Eddie Morales Piña.

Durante los inicios de la vida académica en la universidad uno de los senderos que recorrí fue el de la denominada literatura infantil y juvenil, pues estuve a cargo de asignaturas que tenían como parte medular estas formas escriturarias. Realmente fue una experiencia enriquecedora en nuestra formación como docente que nos abrió insospechados caminos investigativos y de lecturas teóricas sobre esta narrativa particular. De hecho, una de las primeras incursiones investigativas que realizamos fue acerca de los criterios de la selección del material incluido en los suplementos infantiles de la prensa chilena y luego sobre los nuevos caminos narrativos de la literatura infantil chilena -estoy recordando las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado. Uno de los autores a los que dedicamos especial atención fue a Hernán del Solar, quien fue uno de los grandes narradores de historias en la Editorial Rapa Nui -que él había creado y donde publicaba bajo distintos seudónimos relatos sorprendentes y maravillosos como Cuando el viento desapareció y Mac, el microbio desconocido.

La narrativa infantil y juvenil durante largo tiempo fue considerada como una paraliteratura, pues se creía que carecía de lo esencial para ser ubicada dentro de los parámetros de lo que se llamaba literariedad. Sin embargo, cuando se revisa la historia de la literatura universal se observa la presencia de esta peculiar forma de creación que tiene como lector modelo a un niño o un joven. Muchas veces se le ha criticado que ha puesto énfasis en el didactismo -lo que es posible visualizar en la literatura neoclásica en las fábulas de Iriarte o Samaniego, cuyo lector modelo, sin duda, no eran los infanto-juveniles, pues los relatos estaban destinados a los adultos bajo la apariencia de una discursividad para aquellos otros lectores. Lo mismo se ha pensado respecto a los cuentos de Perrault, por ejemplo; en este sentido, Caperucita Roja tiene múltiples interpretaciones, incluso del punto de vista sicoanalítico. Los cuentos de los hermanos Grimm tampoco pueden soslayarse, ya que ellos rescataron los relatos de la tradición oral. Una de las conexiones de la literatura infanto-juvenil, precisamente, se entronca con esta formas simples -según la denominación de André Jolles donde aparecen los mitos, las leyendas y los Marchën (los cuentos de hadas). Desde la famosa frase Érase una vez que nos remonta a un tiempo y a un espacio donde lo fantástico y lo maravilloso eran posibles, hasta la saga de Harry Potter -el niño mago- la literatura que transita bajo los códigos de un lector modelo específico, se ha mantenido vigente y es considerada como lo que es: Literatura, independientemente de los adjetivos. En cuanto tal, la literatura infantil y juvenil es creación y, en consecuencia, tiene una particular forma de enfrentar el mundo teniendo como eje a aquel lector modelo. Este lector/a en proceso de formación -precisamente, lectora- se enfrentará a relatos en los que debiera producirse lo que la estética de la recepción llamó la fusión de horizontes. Este lector/a real y concreto -el lector histórico- experimentará el placer del texto dentro de los parámetros en que las formas simples tienden a rearticularse, puesto que en el espacio literario todo es dialogante e intertextual.

Recientemente hemos leído tres textos que se han programado para aquel lector/a modelo donde creo que quedan firmemente corroboradas las reflexiones que hemos hecho. La autora de estos libros es la escritora Elba Rojas Camus, nacida en Viña del Mar, y que tiene una prolífica obra literaria que ha sido premiada en diversas ocasiones. No sólo ha incursionado en la literatura infantil y juvenil, sino que también ha demostrado capacidad creativa e imaginativa en otros formatos escriturarios. El quehacer creativo de esta autora se conecta a la tradición de la literatura chilena infanto-juvenil que se remonta a Blanca Santa Cruz Ossa, Marta Brunet -que incursionó por estos senderos-, Marcela Paz, Alicia Morel, Saúl Schkolnik, Jacqueline Balcells, entre otras escritoras, además de Hernán del Solar, Manuel Peña y Sergio Gómez -con su personaje de Quique Hache, el adolescente detective.

Los tres libros de Elba Rojas Camus son Cuando el Aconcagua llegó al mar. Relatos y cuentos, El Clavileño de los niños y El Clavileño dos. Cuentos infantiles, todos ellos de 2016. En cada uno de estos textos el lector/a modelo encontrará una gran variedad de tematizaciones, varias de las cuales vuelven al mito, a la leyenda y a la tradición oral que son recreadas acertadamente por la autora. También encontramos relatos que surgen de un tiempo y un espacio que -tal vez- la autora experimentó y que son pasados por el elemento añadido de la imaginación creativa. Lo fantástico y lo maravilloso, así como el misterio y la aventura se despliegan en cada uno de los relatos que componen estos libros que se complementan con ilustraciones ad hoc -otra característica de la literatura infantil y juvenil donde el imaginario se trasmuta además en dibujos, grabados o ilustraciones. Los narradores adoptan diversas formas de expresión en el despliegue de las historias que cumplen con lo que en un clásico libro Dora Pastoriza de Etchebarne llamaba las condiciones del cuento infantil, a saber, la adecuación a la edad, el manejo de la lengua, la cifra y la propiedad del argumento. Todos estos caracteres los encontramos en los relatos de la escritora viñamarina. Estas obras cumplen a cabalidad con el punto de encuentro con el lector/a modelo, pero un adulto también podrá apreciar la capacidad fabuladora de Elba Rojas Camus. Algunos relatos incursionan en el misterio o un terror atenuado y algún otro dialoga en forma perfecta con la historia cervantina del Clavileño. En síntesis, y tal como lo dijimos más arriba, la escritora mencionada no le va en zaga a los/as autores/as que se encuentran en el canon de la literatura infantil y juvenil chilena.

(Elba Rojas Camus: Cuando el Aconcagua llegó al mar. Relatos y cuentos. Valparaíso: Ediciones Universitarias de Valparaíso. 2016. 177 pág.// El Clavileño de los niños. Valparaíso: Ediciones Universitarias de Valparaíso. 2016. 50 pág.// El Clavileño dos. Cuentos infantiles. Valparaíso: Ediciones Universitarias de Valparaíso. 2016. 87 pág.).