Moacutenica GoacutemezPor Mónica Gómez

El cuento más lindo del mundo

Poco a poco tuvo que aceptar que estaba despierta y que era ese pequeño ruido- por ahí en algún rincón de la casa- el que la había despertado.

Pensó -mientras intentaba ver la hora- que era un poco más tarde de lo normal, más tarde aún que el del último insomnio.

Descalza y con frío llegó hasta el escritorio – bastante iluminado por las luces de la calle- donde para su asombro, la antigua Underwood de los años treinta, inservible, deteriorada, con sus teclas mohosas carentes de las letras A de amor y C de cariño y sin que mano alguna la guiara, había escrito…

 

Estrictamente ornamental

Era de madera de sándalo color marrón, con incrustaciones de marfil y filetes dorados. Preguntó fecha… ¡De mil novecientos dos, una verdadera maravilla! -contestó el anticuario.

Peso a peso juntó los ochenta mil, con cuidado lo envolvió en la franela y se lo llevó a casa – ¡era la pieza más valiosa que había tenido nunca en sus manos! -aunque no sirviera para nada- pensó.

Por la noche, exactamente a las doce, detrás de los vidrios de la vitrina y decorando el lugar de honor con su estructura de madera de sándalo color marrón, incrustaciones de marfil y filetes dorados, y contrariando completamente su estricto deber ornamental… el teléfono sonó.

 

El encuentro

La lluvia arreció, los granizos se hicieron tan grandes que por un momento la mujer temió morir aplastada.

Con presteza se refugió en el lugar más cercano, la estación del metro Baquedano… curiosamente no había nadie más que un hombre que tomándola de la mano la llevó hacia un lugar oscuro… el soñado encuentro– pensó ella.

Al anochecer, fue encontrado su cuerpo que, pese a las cortaduras y magulladuras de los golpes, tenía grabada en su mirada, la imagen del hombre soñado.