Diego Saravia Tamayo nació en Salta, Argentina, en 1972. Vivió en Estados Unidos mientras estudiaba y luego veinte años en Chile antes de volver a radicarse en Argentina en 2019. Tiene un doctorado en Economía de la Universidad de Maryland (EE.UU.) y ha publicado sus contribuciones académicas en libros y en algunas de las revistas científicas más destacadas del mundo. Por otra parte, ha editado dos libros de poesía: Meridiano (Editorial El Español de Shakespeare, Chile, 2017) y La casa en la ola (Colección Pez Naufrago, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2020). Su poesía también ha aparecido en revistas literarias de varios países y en antologías editadas en Chile y España. Ahora está en el proceso editorial de su libro de relatos Encuentro pendiente.

Mecanismo

De espaldas
me desintegro
como un silencio
que abona este suelo

En la cuerda de la materia
mi intuición es un acorde

Lapacho

Por el tronco del lapacho
entra despacio su muerte
La explosión de septiembre
da origen al universo
y aunque cada año
son menos soles,
iluminan

Límites

Nací en un país que ya no existe
y me pregunto si cuando muera
todavía tendré memoria

Autoatentado

Esto que parece un suicidio
es mi nacimiento
Me clavé un puñal
para que brote el verde

Enumeración

¿Qué entra en mi mano?
Infinidad de cosas, naturalmente
La porción de proteínas en una dieta
Una hija
El corazón que, dicen, tiene el tamaño de un puño
Mi corazón, que es puño y palma abierta
Gestos que se olvidan por pudor o lealtad
Las líneas que se leen, como la del destino
Y también cabe el destino
Y podría entrar tu mano y no enumerar

Secreto

El don es la precisión del instante
Yo vi al otoño eternizarse

Madre de la selva

Hija del deshielo,
brisa que remonta la quebrada
para crear la vida en las alturas
La puna te preñó
con el vapor de los ojos del mar
y diste a luz
el vértigo de la existencia
y los verdes y azules de la yunga
que llegan del cerro a mi ventana

Estoico

Escuché la sentencia de pie
y ahora soy un cuerpo colgado en el olivo

Ausencia

Dijo adiós con cara de adiós
como en un juicio sin apelación,
pero su estrella sigue
en los pliegues del día
Mienten quienes dicen
que uno se extraña
en vez de a la mujer
El tiempo dirá
demasiado tarde
que las presencias
tienen lugares,
pero no dueños
y que las ausencias
poseen dueños,
pero no un lugar

Vuelo

Águila mora,
dueña del desvelo
reflejo de la luna en el aire
A ratos se hace mariposa,
como hice cuando niño
la pongo entre mis dedos
y leo la transparencia de sus alas
Su vuelo es tan
auténticamente «el vuelo»,
que la observo en silencio
por miedo a que mis callosidades
la dañen en su altura

Grieta

Entre la niebla y las brasas
se abre una grieta
por donde entra una mariposa
Dejo de lado los demonios
que viven de mis entrañas
y veo el sol, el mar y la selva
jugando con el tiempo
El aleteo se pierde en los colores…
¡Que no vuelvan las bestias!
Estoy harto de sostenerles el brasero