por Edmundo Moure
Es lo que sugiere, propone y desarrolla Yuri Pérez en este libro, notable y original, escrito en prosa que fluye como río vocal en cauce vertiginoso, cargada de humor sutil y acertadas ironías meta literarias y de alusiones algo sarcásticas a la realidad histórica y sociopolítica chilena. Una suerte de oasis estético para este cronista-lector que recibe muchos libros con la pulsión, amable a veces, y otras no tanto, de comentarlos sin pretensión crítica -en sentido académico profesional-, porque nunca se puede evitar emitir juicios desde la propia perspectiva, y tanto en la literatura, como en otras artes, al igual que en el ámbito de las ciencias sociales, la objetividad no tiene mucha cabida. Asumo el reto, pues, desde el entusiasmo, a partir del júbilo o del desencanto o del fastidio, impresiones que nos deja el vicio impune; en este caso, del disfrute de una lectura selecta.
Para el autor, la provincia no es un lugar específico del territorio, sea nacional o planetario, aunque fije su locación de acuerdo a experiencias personales y vivencias propias de extrañamiento; se trata más bien de una manera de ser y de apreciar el mundo que nos rodea; esto constituye, a la vez, desde el punto de vista de nuestra idiosincrasia chilena un tópico y un mal, limitación y defecto que, sumado a nuestra condición isleña, nos impide u obstaculiza una mejor comprensión del mundo y de nosotros, los chilenos.
Así lo manifiesta, al iniciar el texto:
“A Suecia trajimos euros y ropa de invierno. En el autoexilio, maravillosamente alejados de la merde social y política chilena, hemos aprendido que la luna no es la misma y que las suecas y suecos nunca han querido aprender español. De este modo, nos ha dado por modificar la estructura de los contenidos del periódico; ahora es para latinos. Reunidos frente a un trozo de julskimka que compramos en Stotorget, nos decimos cosas y no nos decimos cosas. Nos emborrachamos a la sueca y terminamos cocinando kotbullar y tocino. Así es estar del otro lado, desde la otra vereda, como una minoría que ve cómo los chilenos aspiracionales se quitan los mocos y los ponen en vasos de wiski. Chile no nos regaló nada -ni estudios, ni casa, ni zapatos de cuero- y esto implica no tener deudas con el estado benefactor”.
Con estos elementos, mirados con la lupa cóncava del surrealismo, que se ajusta a menudo como caleidoscopio local para observar la realidad, desmenuzándola en situaciones y actos sorpresivos y lúdicos, Yuri Pérez construye este libro, de suyo inclasificable dentro del canon tradicional de los géneros literarios, aunque se trata de una novela fragmentaria de estructura y desarrollo vanguardista. El juego verbal que despliega, con certera habilidad lingüística, lleva implícita, aunque soterrada, la propuesta de subversión, estética y social.
En lo formal, este Diario de Provincia cumple con los requisitos de su género periodístico y ofrece el contenido de los habituales consumidores provincianos: Notas del Subdirector, donde este elogia su diario y expone propósitos tales como eludir la habitualidad de la información amarilla o roja, para “recuperar algo de valentía”, aludiendo quizá a un periodismo desaparecido en nuestro medio; las reflexiones se tornan si no apocalípticas, sí de mal agüero, sugiriendo el desenlace de la aniquilación. El Reportero Kolchak, y su escueta crítica de teatro y cine, con referencias al acontecer convulso y a la violencia de Estado ante la protesta ciudadana; nada de realismo ni de reporte en vivo, sino alusión y elusión, a la vez, de lo evidente, para reemplazarlo por visiones espectrales o esperpénticas, a la manera de los espejos convexos de Valle-Inclán, única forma de ver “lo real” sorteando la miopía endémica de los ciudadanos transformados en espectadores del cotidiano divertimiento. Crónica Roja; narcos, zoológico, cuerpos cercenados, asaltos con rehenes. Economía y Negocios; los grupos de poder y el ejercicio del voto, apenas un artilugio y técnica de dobleces. Deportes, equívocos y sorpresas entre ademanes surrealistas que juegan con el absurdo.
Cartas al Director; exposición de inquietudes íntimas, donde todo lo social y conflictivo se disuelve en la retórica de lo nimio; el Director bien podría ser el Señor K, de nuestro Kafka “reportero de la angustia”.
Guía para Escritores Emergentes; no se dice, pero bien pudiera ser la sección de Cultura, donde los escritores nacionales anhelan una reseña, una nota, algo que dé cuenta de su más reciente publicación; aquí, Yuri Pérez deja deslizar su propia y singular preceptiva literaria, que se inserta en la rara virtud de la contención, tan ajena a esa tendencia mayoritaria, en nuestro largo pétalo de mar y vino y nieve, de la incontinencia verbal.
Avisos Económicos; publicidad fallida que busca la imposible verdad de los dichosos ofrecimientos propagandísticos. Vida y Salud; Prescripciones para escapar a la fatalidad de la decrepitud, la muerte al final de la receta médica. Consultorio Sentimental; las penas de amor se hacen dolores históricos, porque al amor es un sueño utópico, como la revolución y el cambio de estructuras; otra vez la fatalidad parece acosar a los periodistas del Diario de Provincia; Divertimento; puzles y crucigramas de imposible solución. Notas de los Editores; desenlace de esta edición magna hecha novela. La linotipia graba los sucesos finales, sin vuelta atrás; no hay correcciones posibles. Los quinientos ejemplares sellarán el duelo final de un periódico que debió ser eterno, como todo lo que soñamos a través de las palabras.
Hay aciertos poéticos y lingüísticos notables. Por algo Yuri Pérez es un poeta hondo y esencial, que busca la síntesis y elude toda retórica de lirismo trasnochado. Señalo un fragmento del texto “Poeta chileno en La Habana”, donde el autor narra sucesos que constituyen efusiones de amor, búsqueda y entrega, como si se tratara de una suerte de arte poética, disimulada, encubierta, introducida subrepticiamente entre los folios del diario, como hacía Fernando Pessoa, en su despacho contable de la Rúa dos Douradores, cuando dejaba un poema de alguno de sus heterónimos en el libro de Compraventas de un cliente…
…Quiere terminar los días en una casa feliz
en un país que tenga gaviotas y olivos
Añora tomar del brazo a la mujer que tiene flores en la sonrisa
coger pepas de calabaza y fabricar collares
Volver a leer a Baudelaire para formalizar métodos de composición
Caer rendido de intentar escribir poemas decorosos
dormir bajo las ramas azules de las palmas
como lo presagió su padre
“Estarás solo; los totíes mayitos y el espejo serán tus teatrales compañías”
Ahí él entiende que el verso es un algoritmo
Oh, poeta, ¿a qué has nacido emocionalmente en Cuba?
¿Qué tienes en Cuba?
¿Qué colores y olores ves cuando tocas las ciénagas?
La desheredada y bella Cuba.
Diario de Provincia es un libro que rompe la monotonía, editorial, estética y discursiva de este extraño mundo en el que estamos padeciendo hace dos larguísimos años. Obra bien lograda, que no nos conducirá a ningún “lugar ameno”; tampoco a una realidad desnuda. Los espejos que ofrece son inquietantes, pero los poetas reviven las claves secretas para ver debajo de sus luces fatuas, tarea culminada por el avisado lector.
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Edmundo Moure
Noviembre 2021
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…