Por Juan Mihovilovich
La trama de “1946, nazis en Chiloé”, sigue a un chilote que, desde Quellón, el pueblito al sur de la isla grande, obstruirá el plan de invasión, evitando la instalación y el financiamiento de los jerarcas sobrevivientes que, junto a Hitler, reorganizarían al Reich en este país.
Desde cierta mitología del nazismo esotérico hasta algunas recientes teorías de la conspiración se ha situado a Hitler como probable habitante de la Patagonia. En algunos casos el mito ha permanecido incólume con un no despreciable número de seguidores y en otros se le ha mirado con sorna, con escepticismo y desprecio no exento de burlesca ironía. Lo cierto es que la figura del Fuhrer ha servido para mantener al nazismo con visos de sobrevivencia, y cada cierto tiempo es recuperada por los más recalcitrantes defensores y propugnadores del nacionalsocialismo.
En esa perspectiva la novela de Miguel Vera se enmarca en una saga de suyo interesante. Un antiguo pescador y lobero llamado Luis Bahamondes, habitante del archipiélago de Chiloé y a la sazón próspero comerciante, de la noche a la mañana se ve envuelto en una trama dantesca: es el héroe anónimo llamado a desmantelar la llegada de Hitler a tierras chilotas, previa venida de un número variable de avanzada que le irá despejando el camino y que propugnará el renacimiento del Tercer Reich en un plazo incierto, pero que suma las voluntades de nazis discretos, siniestros y decididos a hacer de Chiloé la nueva tierra prometida del nazismo mundial. Sólo que este individuo chilote constituirá un foco de contención, en tanto su pareja Helga, alemana por añadidura, será un elemento de in- credulidad primero y de abierta oposición, y división familiar después.
En un entramado interesante, la novela se sitúa en tiempos disimiles que son engarzados de hábil modo por la narración, alterándose la tradicional secuencia de los hechos para hacerlos confluir de forma natural. Luis Bahamondes tiene un sobrino, Carlos, avecinda- do en Santiago y que habitualmente pasa los veranos en Quellón. La relación de amistoso parentesco será un vínculo indestructible y hará que Carlos, el sobrino, se vea envuelto en una aventura delirante proyectada en tiempo futuro por Luis Bahamondes. Este descubrirá, por esas casualidades que nunca son tales, una caverna, donde aquellos nazis de avanzada han situado una no despreciable cantidad de lingotes de oro y algunas armas con las cuales pretenden hacer realidad la venida de su líder.
El renacimiento del nacionalsocialismo tendrá entonces, en el sur de Chi- le, una posibilidad real de recuperar la historia que el Fuhrer le ha trazado. Pero Bahamondes se encargará de desvirtuar el plan. Se apoderará del contenido oculto en la caverna y luego dirigirá unas cartas en clave para el sobrino, quien las leerá veinte años después. Los hechos se suceden desde fines de la segunda guerra mundial y por ende deberá aparecer una generación para que el descubrimiento de Bahamondes se haga realidad a través de su sobrino. Ambos están unidos por la magia de una amistad que trasciende la empresa que los liga por obra y gracia del primero, quien le avizora, a su sobrino de apenas diez años, la existencia de una isla desde un promontorio y que un día deberá visitar por una extraña razón, apenas insinuada.
En este intercambio de roles narrativos será el tío Luis Bahamondes quien sostendrá parte importante del relato. Sus encuentros con los nazis llegados a Quellón, la infidelidad de Helga, su mujer, -subyugada por el alemán Heinz, actor relevante y fatídico a la vez-, su conversión en homicida involuntario, su condena y encarcela- miento, el rescate desde el presidio por miembros del nazismo y una serie de hechos concatenados que harán de la historia una maquinación envolvente, tensa, dinámica, con un desenlace que el sobrino dilucidará en su adultez, ya como abogado, y que desentrañará los misterios de una vida que, desde su anonimato, obstruyó la llegada del nazismo a Chile.
Si se mira el desarrollo de los hechos desde una posición crítica y suspicaz podría argüirse que el relato resulta inverosímil. Pero en la buena literatura todo es válido. La narración está tan bien estructurada, los protagonistas resultan tan creíbles e imbuidos de sus más íntimas contradicciones humanas que se hacen queribles u odiables, y no puede sino pensarse que la ficción tiene visos de una realidad que pudo (¿por qué no?) ser factible.
Nazis en Chiloé constituye una aventura narrativa que no sólo entretiene de principio a fin, que no coloca únicamente en el centro de la lectura una historia subyugante, sino que, además, se erige sobre una construcción muy bien armada y con dos personajes centrales que nos serán, sin duda, entrañables: Luis Bahamondes y su sobrino Carlos, eje sobre el que descansa gran parte –sino toda- la línea argumental.
En suma, una novela para releer y comentar. Ágil, desenvuelta, penetrante, con variados y sorpresivos giros expresivos que la evidencian como una obra notable en su género.
En suplemento “En el sofá de Magallanes”. Diario La Prensa Austral
Punta Arenas, domingo 8 de abril de 2018
Durísimo cuento. Atento a las obras de este autor valdiviano.