El crujido de la sedaColección Reloj de arena, dirigida por Fernando Valls

Edición y selección de Gemma Pellicer

Editorial Menoscuarto, España, 2016

El crujido de la seda, de Lilian Elphick, es una antología de microcuentos publicados por la autora entre 2007 y 2013, particularmente de los libros Ojo Travieso, Bellas de sangre contraria, Diálogo de tigres y Confesiones de una chica de rojo. La edición y selección de los textos estuvo a cargo de la escritora Gemma Pellicer y del profesor Fernando Valls.

El crujido de la seda será publicado por la reconocida editorial Menoscuarto, de Palencia, España, y estará disponible a finales de septiembre 2016.

Lilian Elphick Latorre (Santiago de Chile, 1959)

Escritora y directora de talleres literarios desde 1990. Ha publicado La última canción de Maggie Alcázar (cuentos, 1990); El otro afuera (cuentos, 2002); Ojo Travieso (microrrelatos, 2007); Bellas de sangre contraria (microrrelatos, 2009) [Premio Mejores Obras Literarias Editadas, categoría cuento, CNCA, Santiago, 2010]; Diálogo de tigres (microrrelatos, 2011), Confesiones de una chica de rojo (microrrelatos, 2013) y K (microrrelatos, 2014). Dirige la revista Brevilla, junto a Patricia Nasello (Argentina) y Sergio Astorga (México/Portugal). Mantiene el blog Ojo Travieso desde 2006.

 

Algunos microcuentos

 

Sueño del pájaro

A Pau y Ricardo

Un pájaro soñó que era Chuang Tzu. Al despertar tenía brazos y no alas. Triste porque ya no podía volar, se dedicó a escribir. Una mariposa se posó en su ala y le dijo: “No has despertado aún”. (Ojo Travieso)

 

Bella de sangre contraria II

A Juan Yanes, canario, por sus enseñanzas.

El hombre y la mujer rodaron por el suelo en frenética lucha. Esa tarde, uno de los dos tenía que morir. Pero nadie murió. Los sobrevive un varón, el más temido del pueblo, cuya navaja entró por el tercer espacio intercostal izquierdo de la madre y rebanó todo el costado hasta el esternón del padre. (Bellas de sangre contraria)

 

Monstruo IV

Como si quisiera ir al encuentro de mi cuerpo; me monto en mi joroba y desando el infortunio. No sé callar: la oscuridad me ha dotado de muchos espejos luminosos por donde entra la normalidad. Viajo por mis cicatrices; cada una de ellas es una historia que otros cuentan con la voz impostada del terror. Recorro mis distancias, mis dientes podridos, el repliegue de mis alas. Alguna vez tuve un nombre que ahora olvido. Soy, en mi orgullo, un dolor flameando al viento. (Diálogo de tigres)

 

El crujido de la seda I

—Entonces, ¿qué arma prefiere?

—Navaja.

—¿Dónde?

—Aquí.

—Ahí sale más caro.

—No importa. ¿El cheque se lo hago cruzado o abierto?

El hombre rió.

—Sólo efectivo. Mire, allí hay un dispensador de dinero. La espero. No tengo apuro.

La mujer puso el fajo de billetes en el bolsillo de la chaqueta del hombre. Él la llevó a un callejón sin salida para proceder con el encargo. Ella se sacó el pañuelo de la cabeza. Estaba totalmente calva. El hombre sintió lástima y fue rápido. Recogió el pañuelo haciéndolo crujir; luego, lo puso en la cara de la mujer y caminó hasta el terminal de buses. Antes, le regaló sus guantes a un pordiosero. (Confesiones de una chica de rojo)