por Omar López
El 26 de abril de 1937, a media tarde, una tramposa nube de metal y fuego se desencadenó sobre la población civil de Guernica (Vizcaya, País Vasco) … aviones de Hitler bombardearon durante horas la ciudad provocando el horror, la expresión de la barbarie enemiga e intervencionista en este caso, sobre el mapa de España. Naturalmente, para ayudar a su cómplice de muerte, Francisco Franco. El 11 de septiembre de 1973, otro militar, amparado en una falsa lealtad y subiéndose a última hora al círculo de civiles y fuerzas armadas golpistas, se autoproclama “salvador de Chile” y ordena el bombardeo de la Moneda que asediada e incendiada, termina con la muerte de un presidente elegido democráticamente.
Ya sabemos el resto de la triste historia (o parte de ella) y el costo elevado y nunca bien establecido de víctimas a partir de esta fecha enferma de dolor y atropellos a nuestra dignidad como nación. Durante el gobierno del doctor Salvador Allende hubo muchos errores y oportunismo incluso. Hubo ciertas exageraciones en las tomas de terreno y en las movilizaciones de algunos caudillos “pasados de revoluciones” y también el mercado negro y el desabastecimiento impulsado por los gremios financiados por la CIA y la aristocracia criolla, crearon las condiciones para justificar un cruento golpe de estado. Pero en los tres años de ejercicio presidencial no hubo jamás complicidad y “manga ancha” para torturar, violar, robar, secuestrar, hacer desaparecer o asesinar a otros chilenos. No hubo una caravana de la muerte que recorriera de norte a sur nuestro territorio construyendo una masacre selectiva, cobarde, delictual e impune para que el terror, el miedo y el silencio se impusiera como la bandera de los “vencedores”. Tampoco un nido de serpientes venenosas como la DINA y luego CNI que tiene en su currículum de bajeza y cobardía el asesinato de Carlos Prats, de Orlando Letelier, de Tucapel Jiménez y los tres profesionales degollados entre otros muchos secuestros y montajes criminales.
A partir del once de septiembre de 1973, nuestro país nunca más volvió a ser el mismo, porque se quebró la inocencia y los sueños de un pueblo. Se manchó de vergüenza la vereda de la confianza y la alegría. Se instaló a todo evento un sistema neoliberal, clasista y concentrador de riquezas. Pero, además, una libertad de dudosa reputación para que las nuevas generaciones y los nuevos ricos expandieran su poder mercantilista, idiotizante o mecánico para substituir el pensamiento por el alcohol y la droga, y la educación por una robotización precisa, tecnócrata y fría que solo busque rendimiento. Rendimiento y dependencia vía endeudamiento.
Para finalizar, allá en España aparte de bombardear a civiles, asesinaron a un poeta, Federico García Lorca. Aquí, aparte de bombardear el palacio de gobierno, asesinaron a un cantor, Víctor Jara. Es decir, las manos que mataron están impunes pero muertas. Y las voces que apagaron, con saña y alevosía, están vivas en toda su obra y toda su belleza.
El trabajo de los verdugos no puede ser más inútil. Partiendo por la memoria, la nuestra, la de Chile, la del mundo.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…