Útero

DE JUAN MIHOVILOVICH
EDITORIAL ZURAMÉRICA, 197 páginas, 2020.

Por Susana Burotto, Talca, agosto 2020

No es un hecho singular o único que el conjunto de las obras de un autor, independiente que sean poemas, cuentos, novelas u obras teatrales, se parezcan entre sí. Hay una suerte de relación o soporte que enlaza las obras de un autor. Es la identidad, que se trabaja, por un lado, en forma acumulativa, cuando hay un número significativo de obras, que abarcan años, etapas y se retoman temas y personajes cada cierto tiempo; cuando sus atmósferas se repiten y sus obsesiones temáticas aparecen nítidamente; cuando hay elementos que transitan entre las obras como una especie de aire común, independiente que cada obra construya una singularidad.

Por otro lado, la identidad de un autor no necesariamente abarca un vasto conjunto de obras, como tan elocuentemente nos lo demuestra la narrativa de Juan Rulfo, que marcó a generaciones de escritores y lectores con solo una novela y un conjunto de cuentos. ¿Qué aparece, en estos casos? La palabra clave es la intensidad con que el lenguaje se apropia del mundo de las obras. Ese lenguaje que no se hace transparente, porque su objeto de comunicación no es solo el relato sino la manera en que queda plasmado, en la forma con que un narrador define su escritura. Tal definición tiene una clave, que, como sabemos, es ir delineando otra historia paralela a la que se está contando. Una capa superficial que traza lo contado; una capa subterránea que ahonda en otro mundo posible, donde la trama va más allá de lo que realmente se está narrando.

En el caso de Juan Mihovilovich, considero que su obra obedece a la primera de las dimensiones mencionadas, lo que no impide que también trabaje la segunda forma, la construcción de un lenguaje con caracteres propios y que constituye un objeto narrativo único.

Es evidente en todos sus cuentos y novelas, la presencia de una continuidad narrativa que ha formado un mundo que solo le pertenece a él y donde no hay paralelo con otros autores en la literatura en lengua española. La dimensión de continuidad narrativa, naturalmente, la tienen muchos autores. No es ahí donde detengo mi mirada. Considero que su obra en general -en particular una novela como Útero- presenta claves singulares que permiten leer su obra como la reflexión profundamente filosófica de la raíz de la vida, su origen, evolución y finalización, en paralelo con la realidad ficcional que cubre esta propuesta.

¿Cómo llevar el tema vida y muerte a un conjunto narrativo que no pierda su esencia de estar contando? La primera y más esencial de la respuesta a esto es hacer nítida una forma que jamás se diluye, cambia, se muta o se aleja: la persistencia de un narrador, en el sentido de alguien que se hace cargo del mundo que se está develando. No importa qué diga, si esté buceando al interior de su propia conciencia o recreando la infancia -otra gran clave temática de este autor- o describiendo algunos soportes narrativos esenciales, como lugares, personajes, hechos: siempre está su presencia, en el sentido que no hay perspectivas externas porque es solo su voz la que está presentando el mundo narrado. De esa clave, que es eminentemente narrativa, se desprende que la obra, aun en su condición esencialmente filosófica, no pierde, sino que se enlaza con elementos también profundamente literarios.

Lo anterior -las claves ficcionales y no ficcionales- se van trabajando alternadamente, casi linealmente, más de lo que varias obras de Mihovilovich lo hayan hecho antes, al menos en el formato de novela. Útero es una obra que se deja leer más ordenadamente, porque el caos existencial no está en su formato sino en el discurso sobre él, en el que el narrador insiste muchas veces, pero no en una forma exclusivamente enunciativa, sino encajándolo con elementos narrativos de índole realista-biográfica, lo que posibilita la formación de una línea argumental que se traza firmemente en algunos episodios (muerte de la madre, del padre, recuerdo de infancia, relación con la familia), pero que nunca pierde de vista su objetivo, que pertenece a un narrador que moldea insistentemente un discurso ante la vida, la muerte, el ser humano.

Esta forma de lineamiento argumental se hace, como mencioné antes, con elementos narrativos que tienen que ver con la familia y los espacios. El Estrecho de Magallanes, Punta Arenas, sus calles, sus tiendas y almacenes, su gente, los amigos de infancia. La niñez-adultez no deja nunca de ser soporte básico de lo que está contando. Son elementos narrativos que hemos visto a lo largo de muchas obras del autor y su estructuración es parte esencial del punto de vista desde el cual se cuenta. ¿Se trabaja igual aquí? Por un lado, sí. Pero por otro, hay cierta voluntad de invertir el orden temporal: empieza con deterioro y muerte de los padres en clave absolutamente realista, y, progresivamente se va intercalando con otros aspectos que van dibujando la atmósfera opresiva y gris que circunda la historia hasta convertirse en el origen, tal como apropiadamente nos lo dice la novela en su título.

Veamos un ejemplo de la primera dimensión explicada:

Ahora mi padre comienza a respirar como respira un recién nacido, suave, inmóvil, antes de dormirse. Como un aviso agónico abre su único ojo y me mira, o mira a quien detrás de mí. No lo sé. Solo miró y comprendí lo de su reciente apretón de manos. El aviso se consuma. Lo abrazo y siento su aliento final en mi mejilla, una mejilla húmeda por unas lágrimas que brotan solas, sin ninguna contención. (pág. 60-61)

Y un segundo ejemplo referente al orden invertido de la línea argumental:

Me aferro con fruición al pezón de mi madre. Ya tengo dos años y medio pero no renuncio a destetarme; allí ha debido cimentarse aún más mi subconsciente complejo de Edipo. Una mezcla de amor-odio por el ser que me engendró. Advierto su uterina presencia igual que el olfato de los perros en períodos de celo: a cuadras de distancia. (pág. 177)

Este orden invertido llega a su máxima expresión en la narración de su nacimiento:

Estoy de cúbito abdominal, mi cabeza invertida, los pies en alto y mis brazos se estiran como los de un náufrago que lucha para no ahogarse. Me siento flotar en una sustancia espesa, que aún sin poseer extremidades puede sostener o retrasar mis intentos de avance. A los costados unas paredes rosadas palpitan nerviosas y expelen un líquido oscuro, grisáceo, que me impide ver con claridad (pág. 189).

He hablado de aspectos que cumplen un mínimo argumental narrativo, aunque no en un orden completamente lineal, y en que la voz narrativa parece ir alternando su hondura reflexiva y existencial con elementos que la liguen argumentalmente a una historia que paulatinamente converge a una inmersión en la conciencia individual y colectiva del narrador y del mundo. Esto se ve aumentado en las últimas y notables páginas de la novela, cuando el narrador se ve inmerso en la totalidad de su universo.

No hay tiempo ni espacio para que el nefasto poder de las tinieblas recrudezca. Por eso cantan al fin mis células dormidas. Se abren luminosas cuando el sol supera los márgenes del Estrecho y golpea invisible las ventanas de mi pieza. Y amanece. Y los vestigios de una maldad que se autoproclama todopoderosa duermen en la finita descomposición de los basurales de mi infancia (pág. 195).

En tal sentido, es aquí donde vuelvo a afirmar lo que comenté al comienzo: la idea que esta novela viene a ser una memoria de las otras novelas: es una síntesis perfecta de muchos rasgos y temas que el autor ha trazado a lo largo de su vasta trayectoria literaria. A manera enumerativa o sumativa -lo que justifico solamente como un refuerzo funcional-, a lo que estoy diciendo, enumero los siguientes aspectos:

1-Línea paralela entre trama clásica y conciencia interior.
2-Lo uno abre lo otro.
3- Narrador personal entre ambos mundos.
4- El mismo mundo con un orden más lineal.
5- Deterioro vejez, dolor y muerte en páginas notables sobre el padre y la madre.
6- La discriminación y la soledad en personaje del hombre de color, el rechazo a lo desconocido.
7-La crueldad de la infancia.
8- Vida y muerte siempre.
9- Punta Arenas, el Estrecho de Magallanes, el mar, la playa, los parajes.
10-El mundo de la familia y los polos de la madre, el padre, los hermanos.
11- La fatalidad de la vida humana condenada a la muerte.

Como dije antes, estos elementos se repiten en sus cuentos y novelas, pero cada una de sus obras tienen también sus propias claves; algunas veces, como una especie de escenario de fondo para una reflexión o elucubración sobre el dolor de la existencia, así como también la belleza y el amor como los únicos eslabones que hacen retroceder desde la muerte a la vida. En otras, el escenario se hace más visible, toma un mayor protagonismo en pos de una elaboración con elementos más narrativos o lineales. Pero esta obra es la que más singulariza y ordena estos aspectos en pos de una memoria narrativa, que asume, contiene, recuerda todo el historial anterior de su ficción. Al respecto, quiero detenerme en especial en el tema de la infancia (entorno colectivo) y familia (entorno interno) cuyas imágenes están en permanente antítesis: felicidad y tristeza, amor y odio, crueldad y humanidad. Estos planos parecen por fin fundirse en una realidad más benigna, más reconciliadora, por fin, dejando el plano del amanecer por sobre el plano del atardecer. Las últimas palabras parecen confirmar esa visión.

Un pajarillo canta. Una gaviota vuela indiferente por encima del río. El astro rey surge ante mí con su poder abrasador. Mi interior grita que estoy vivo y sueño y lloro. Mis ojos se esmeran en desafiar su potestad. No es posible: bajo los párpados y me quedo mudo. Su tibieza me inunda. Su calidez anula mi viejo narcisismo, mis ansias de poder, de reconocimiento, de dominio, de estúpido orgullo. Soy, sencillamente, un transitorio habitante de esta última ciudad, que en silenciosa reverencia acepta el origen del mundo. (pág. 197)

Entonces, surge la otra reflexión, que ya no viene del autor, ni del narrador sino de una mirada lectora, que en este caso es la mía: ¿plantea esta novela un cierre de un largo ciclo temático o es una alta cumbre dentro de una narrativa que seguirá en otras creaciones? Y si es lo segundo, ¿cómo crear otra vez sobre una novela que se cierra en sí misma y en su universo porque reafirma cada uno de los elementos de obras anteriores, en una síntesis perfecta de equilibrio, armonía, tensión y distensión, en suma, reconocimiento del universo y del hombre en él? Ciertamente, son preguntas inútiles, sobre todo porque se refieren a procesos creativos que ni siquiera el mismo autor puede adelantar que se realizarán o cómo serán elaborados. Es una duda y como tal, quise dejarla planteada. Es un misterio y hay muchos de esa especie, que tiene que ver con la creación y que por esa sola dimensión, ya dejan desafíos fascinantes. Tiempo y ser humano, tienen la última palabra.