por Omar López, poeta y gato

Me siento sobre un cojín bordado con la figura de un caballo verde lleno de luceros amarillos y una montura adornada con motivos parecidos. La cálida noche aún no duerme y mientras escucho a la Orquesta Mantovani, siempre exquisita en sus melodías de violines y suaves cadencias, he tomado unos minutos luego de intentar por enésima vez, ordenar libros, revistas, carpetas, etc. Mañana creo, es el inicio del otoño y no es entonces cualquier día: Los árboles son los primeros en estar informados y luego el joven sol un poco más recostado en sus tardes amarillas. La belleza de estar es invisible, no es fácil de tocar o percibirla como una desinteresada amiga, pero existe y no deja de latir en su escondido rumor de mediodía. La libertad o la prisión de ser también es posible y dependerá de cada uno como la educa y la alimenta. Luego de ahí se desprende el arte de amar y el coraje de luchar. O puede ser una constante fuga del miedo, una carrera íntima por túneles y abismos.

Estas ideas surgen mientras cabalgo sobre un caballo tejido no sé donde o confeccionado en un lejano país por manos humildes y sufridas. El paisaje me invita a salir del mapa pandemia, del terror coronavirus, de la noticia inflamada de incertidumbres varias y amenazantes estadísticas. Hace varios días estoy en diálogo muy personal y emotivo con el poeta portugués Fernando Pessoa. Es un poeta deslumbrante, extraordinario y misterioso. Quiero embriagarme de su mundo y de su vida y, si es posible, conseguir el privilegio de su amistad, como riqueza intransferible. Vivió apenas 47 años (1888-1935) pero hasta hoy está en todos los lugares que no se ven, pero se siente, es lo que catalogaba en las anteriores líneas como la invisibilidad en la belleza de estar. Tomo uno de los libros más representativo de su obra y su mundo: “Libro del desasosiego” … ¡Genial en su genuina tinta! …profundo y certero en cada una de sus anotaciones, dichosamente desgraciado en el amor y eternamente contradictorio en cada encuentro, cada paso, cada instante de acercamiento a otro siempre borroso; plural y único, triste, solitario, orgulloso, sediento, visionario,” humano, demasiado humano” (Recordando a Nietzsche) o tal vez infrahumano, más allá de cualquier lógica.

Busquen a Pessoa, lean a Pessoa, abrazarlo con la idea de contagiarse, invitarlo a compartir una sombra, una humedad, un silencio, una espera. Es tiempo de estirar el tiempo buscando otros bosques, descubriendo otro mar, palpando con ojos nuevos un distinto amanecer y escuchar alternativamente, la música del cuerpo, del suyo, cada vez que se acuesta, apaga la luz y entra al uni- verso.

Si después de morirme quisieran escribir mi biografía
no hay nada más sencillo.
Tiene solo dos fechas
la de mi nacimiento y la de mi muerte.
Entre una y otra todos los días son míos.