Idéntico al Ser Humano

por Juan Mihovilovich

Idéntico al Ser Humano
Autor: Kobo Abe

Novela. 167 págs.
Edit. Candaya 2010

“¿Todo esto será consecuencia de la fábula vencida por la realidad o de la realidad vencida por la fábula?”.
Kobo Abe

Este extraordinario novelista japonés es reconocido por algunas obras que le dieron fama mundial, entre las que destacan nítidamente “La mujer de la arena”, (1962), “El rostro ajeno” (1964), siendo considerado por Yukio Mishima y Kenzaburo Oé como uno de los más grandes escritores japoneses contemporáneos.

En “Idéntico al ser humano” Kobo Ave hace gala de su reconocido humor sarcástico para adentrarse en una de sus más asiduas obsesiones: el reconocimiento del “otro”, del ser humano que ha perdido su razón de ser y deambula sumido en una soledad que lo ha convertido en un “extraño de sí mismo”, por lo que ha recurrido a una suerte de parodia extravagante, si cabe el término, para intentar desentrañar el sin sentido del hombre moderno y su pérdida casi absoluta de identidad.

El personaje central, un periodista que hace gala de un programa radial de seudoficción científica denominado “Hola marciano”, recibe en su departamento la extraña visita de un individuo que se autoproclama un marciano auténtico, un ser venido del planeta rojo y que tiene como misión secreta reclutarlo como embajador entre ambos mundos. En un diálogo tenso, irónico hasta decir basta, cuestionador de las debilidades psicológicas del periodista, el visitante lo coloca de continuo entre la espada y la pared. Premunido de una lógica incontrarrestable que bordea los límites de la sinrazón, lo va incomodando permanentemente haciendo que las dudas sobre su virtual existencia se presenten como una gran interrogante. Y la pregunta que subyace a cada instante es si de veras quien se autoalude como un marciano revestido de una apariencia “idéntica al de un ser humano común y corriente” puede lograr que el periodista permanezca indefinidamente en una temerosa actitud defensiva concomitante con la incitación progresiva de intentar descifrar a su visitante, de quién se trata, qué se trae entre manos y hacia dónde pretende llevarlo con su delirante acoso intelectual.

La acción parte con el llamado telefónico de la esposa del visitante, quien le refiere que trate al mismo con deferencia, prudentemente, ya que padece de una esquizofrenia cuyo tratamiento pasa por un alta reciente de la clínica donde estuvo internado para su estabilización, por lo que le sugiere no contradecirlo y esperar hasta que ella llegue en un plazo no mayor a la media hora. El punto es que la media hora se alarga indefinidamente. La propia cónyuge del periodista que asiste desde la cocina a ese diálogo enajenado y tenso termina en la búsqueda de la mujer que realizó la llamada y luego la espera se torna interminable respecto de la llegada hipotética de ambas mujeres. En el intertanto, la confrontación de ideas entre los dos personajes se torna cada vez más aguda, más propensa a acabar de un modo abrupto e impensado: el periodista tratando de morigerar la espera y el visitante avasallándolo a cada momento tras un hipotético reconocimiento de su condición marciana.

En esa pugna de fuerzas la trama procura develar la contradicción implícita de la angustia existencial del hombre contemporáneo. Detrás del choque de fuerzas psicológicas se alza un muro de contención a punto de desbordarse por las grietas que atraviesan el pensamiento moderno. El periodista asiste al eventual derrumbe de su empequeñecido universo personal. Su modesto y caótico mundo de ficción representado por el escuchado programa radial “Hola marciano” comienza a desmoronarse por una realidad que de pronto se ha instalado en su propio departamento, haciendo que la alucinación se apodere de su débil lucidez.

En esa perspectiva una de las otras variables que emanan implícitamente del diálogo es de qué modo visitante y visitado podrían lograr una tregua que les permita “entenderse”, antes que la tensión ambiental preanuncie un desenlace catastrófico. Sin embargo, la habilidad de Kobo Abe para sortear una y otra vez la posibilidad de un acuerdo se extiende hasta los límites de un delirio tenaz, absorbente, que lleva a la acción y por ende al lector mismo, hacia un destino incierto.

La locura versus la precariedad de una lucidez de circunstancias, el agobio de las disonancias de un progreso abrumador que deja a los individuos presos de una modernidad que ha instalado en su psiquismo como una especie de remora que les impide descifrarse; la pérdida de la propia identidad y el extravío de la identidad ajena, surgen ante el periodista como una imagen deformada de su auto reflejo; en fin, la decadencia de una sociedad que niega la posibilidad de reencontrar en el otro al sujeto de su misma especie, hacen de esta obra una clara advertencia del dislocamiento de la realidad, del abismo en que se encuentra la humanidad sometida como está a unas estructuras dominantes que la degradan y desnaturalizan en su esencialidad más recóndita.

Con todo el mensaje de Kobo Abe no es, de ninguna manera, un clamor debilitado o difuso por su universo de “ficción científica”. Al contrario. Se trata de una manifiesta luz roja que tiende a sacudir la pereza intelectual y apunta a la recuperación de nuestra identificación primordial.

Por ello el título de esta novela magnífica no es tampoco fortuito ni casual: “Idéntico al ser humano” es la suma y resta de nuestro inconsciente en clave de humor negro respecto de un mundo globalizado disperso en su agonía.

Juan Mihovilovich (Keitele-Finlandia- julio de 2019)