por Marcelo Novoa
1. Carta de navegación a(u)stral con daguerrotipo 3D
Oscar Barrientos Bradasic (Punta Arenas, 1974) es, lejos, el más austral de nuestros autores fantásticos. Con un corpus narrativo considerable a sus espaldas, pues en dos décadas ha publicado: La ira y la abundancia (Mosquito, 1998) y los relatos: El diccionario de las veletas y otros relatos portuarios (Cuarto Propio, 2003), Cuentos para murciélagos tristes (Cuarto Propio, 2004) y Remoto navío con forma de ciudad (Cuarto Propio, 2007); que serían reunidos en el tomo: Trilogía de Puerto Peregrino (Cinosargo, 2015) y su colección más reciente: Paganas Patagonias (Lom, 2018); luego sumará novelas como: El viento es un país que se fue (Das Kapital, 2009), Quimera de Nariz Larga (Piedra de Sol, 2011) y Carabela portuguesa (Calabaza del Diablo, 2013). Y su crónica: El barco de los esqueletos (Pehuén, 2014). También, Los fantasmas del viento (2014) cómic en conjunto con Mirko Vukasovic y Cristian Escobar. Además de sus tempranos libros de poesía: Espadas y Tabernas (Eolírica, 1988), Mi ropero es un mar sombrío (Atelí, 1990) y Égloga de los cántaros sucios (El Kultrún, 2004) y el más actual: Rémoras en tinta (Alquimia, 2014). Una conocida editora trasnacional, como justo reconocimiento a su trabajo y calidad, publicó Saratoga (Emecé, 2018), tetralogía conformada por sus tres novelas, más una cuarta inédita: Dos ataúdes. Ha sido merecedor del Premio María Cristina Ursic de poesía (1988), el Premio Municipal “Fernando Santiván” (1998) y la beca de creación literaria del Fondo del Libro y la Lectura (2001). Fue incluido en «Antología InSURgente (Nuevos poetas magallánicos)» de Pavel Oyarzún y Juan Magal y en «Nuevos Narradores del Relato en Español» (Editorial Jamais, Sevilla). En el año 2007 fue invitado a la Feria Internacional del Libro de Venezuela donde participó en la Mesa de Literatura Fantástica y se le publicó una antología en la reconocida Editorial El Perro y la Rana. El 2012 participó del coloquio El lugar del autor en México D.F e invitado a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. El 2015 ganó el Premio Iberoamericano de Cuentos Julio Cortázar en La Habana. Y el 2018 recibió el Premio a la Trayectoria Poética Pablo Neruda. En la actualidad, es profesor de literatura en la Universidad de Magallanes y pertenece al colectivo Pueblos Abandonados (junto a otros destacados próceres del neo-provincianismo).
2. La cuadratura de unas fabulaciones pre y post-modernas
Su poética se ajustaría más a un mapa mental, a medio camino de la imaginación febril de la marinería más supersticiosa, pero ordenado radialmente en torno una palabra clave y contraseña sentimental, como es su terruño polárico; que a una fatigosa sumatoria. Pues casi la totalidad de su narrativa transcurre en la ficticia ciudad patagónica Puerto Peregrino y generalmente el protagonista de dichas peripecias es el poeta maldito Aníbal Saratoga, acompañado por un corpus desaliñado y variopinto de personajes extraídos del universo literario marinero, la prosa tardía romántica, los cómics de viajeros y los extramuros de un realismo barribajero chileno. Y de esta amalgama pre y post-moderna, zurcida con mano firme de inspirado poeta, es que quisiéramos detenernos a indagar aquí. Pues, aunque su toponimia magallánica le emparente con Francisco Coloane quien, huelga decir, nunca se le cruzó ficcionar más allá de lo razonable los parajes de helada desolación y lucha por un lugar bajo las estrellas antárticas; allí, Barrientos Bradasic ha hallado su cornucopia delirante de historias, que bien podría rastrearse en la línea del De Quincey y sus crónicas bárbaras o Schowb y sus biografías extravagantes o los extraños parajes espaciales de Cordwainer Smith, antes que cualquier otra impronta literatosa localista. Y aquí no podemos dejar de mencionar al novelista y poeta colombiano, Álvaro Mutis y su Maqroll el gaviero, entre los epónimos más cercanos a sus novedosos afanes ficcionales. Y espero haber dejado en claro que nuestro autor inaugura así su propia modalidad de encajar el corpus fantástico a las letras patrias; y no estará de más señalar, de paso, que su obra viene hace años alentando aires de recambio para futuros enfoques de lo comúnmente denominado vernacular o regionalista. Como el mismo autor aquí asediado sostuvo en una entrevista reciente:
“A mí me interesa que la novela funcione como una caja de resonancia donde puedan convivir el género gótico con el detectivesco y con el de fantasía, que haya una hibridez: me interesa fabricar peligro narrativo. Tengo la certeza de que Asimov y Alejandro Dumas, pueden convivir. En esto, yo no hago concesiones, trato de que el universo que he creado sea coherente con sus propias leyes, es decir, me interesa hacer literatura política desde el delirio.”
Por eso, hoy quisiéramos detenernos en tres textos claves para desentrañar esta novedosa óptica para la literatura de género, pero sin dejar de ser autóctono en el intento. Nos referimos a «La ira y la abundancia» (1998), «El viento es un país que se fue» (2009) y «Quimera de nariz larga» (2011).
3. ¿Rara avis proto-steampunk o genuina rareza fantástica?
Sí, fui el primero en comentar «La ira y la abundancia»; y fue a nivel nacional, en el suplemento Artes y Letras de El Mercurio en 1998, pues percibí su aún leve hálito de virus sincicial del realismo ramplón, un aire benéfico por donde se le mire. Pues era lógico que morando este autor en gélidas latitudes magallánicas, los desatentos críticos capitales quedaran congelados en pose de «el silencio, otorga…» para insistir -otro milenio más- en sus pobres literaturas del yo, los hijos de mí y esta casa es mía y de nadie más… Así que permítanme perorar a favor del género desde aquel entonces: «Al decir de Borges -principio y fui de toda incursión latinoamericana por derroteros fantásticos-, desde la Biblia en adelante no hemos sino acumulado reiteraciones escritas de sueños y pesadillas nacidos junto a la primera fogata. ¿Qué trata el libro reseñado? Relatos de conspiraciones a nivel planetario (la Liga de la Virtud enfrentada a la Liga de Occidente), con escenarios y tramasque se suceden vertiginosos desde las costas bretonas a las callejas del Medio Oriente. Sindescontar aquellas tierras de ensoñación, como Atlántida o Lemuria. Y aunque el lenguaje artificioso -propio de un narrador intemporal- entorpece la lectura a ratos, aún así asombra su impronta de oficio, al evocar con mano segura paisajes fantasmagóricos, además de una fina observación al retratar personajes insólitos que se fijan a la memoria. Y como todaliteratura fantástica que se precie, esconde la verdad envuelta en sutiles mentiras, ficciones apenas sostenidas por el halo poético de algunos relatos o, aun más, su apuesta a muerte por la siempre riesgosa literatura de ideas. Así es como al centro mismo del libro descubrimos que la gran conspiradora no es otra que La Muerte, arrebatando a la amada o negando la tierra prometida a los cansados viajeros. Del enfrentamiento de fuerzas antagónicas, la obra nos sumerge en una inesperada reflexión sobre uno de los mitos fundadores de Occidente: la inmortalidad a través del arte. Relatos que esconden un poemario en su interior, pues, al decir de un personaje, “sólo la poesía puede librar a un hombre de la ruina total”. Cientos de aventuras, diarios de navegación, memorias delirantes enlazadas por el velo sombrío y atormentado de quienes huyen a su destino. Fatal, claro está. Invitación al goce puro. Escasísimo por estos días. El libro de este joven autor deprovincia nos invita a disfrutar con moderado asombro una saga de espías románticos que mezclan imaginación y fantasía a través de historias algo primerizas, es cierto, pero que no dan tregua al lector cómplice, acaso el único propicio al género fantástico”.
4. Un dispositivo arcaico alertando nuestra pérdida de ilusión
«El viento es un país que se fue» desenrosca su fábula en una espiral que sumirá a los desprevenidos habitantes de Puerto Peregrino, donde el viento arrasa con lo que encuentra, hasta una recóndita búsqueda del poeta maldito Saratoga, quien a su vez intenta rastrear sus raíces místicas y así sobrellevar los sinsabores de un presente ajeno al mito. Al descubrir un legendario poema épico, Azimut, se entera que al centro de tal mamotreto hallará a León de Abril y sus guerreros, los infinautas, quienes creen en la naturaleza vengativa del viento, a diferencia de sus jurados enemigos, agelastas, los que consideran que “las risas son puñales de piedra en las gargantas de los dioses marítimos”, pues ambos bandos ansían “asistir a una revelación, a esa era naciente en que el viento reconstituía el relieve de la tierra…” Transformándose esta novela de aventuras épicas en un dispositivo arcaico que alertará a los lectores contemporáneos de que, fatalmente, hemos perdido toda ilusión.
Acerca de esta obra, y en la misma tesitura crítica, Patricia Espinosa señaló: “La narrativa cargada de mitos y búsquedas trascendentales parece estar en retirada. Sin embargo, es en el terreno de la ficción orientada a lo fantástico donde siempre es posible actualizarla. Esta es una novela que va más allá de un contexto epocal o histórico, porque propone como temas de reflexión el viaje, la aventura y lo sagrado, además del lugar mítico y la conjunción de la figura del poeta con la del navegante”.
Confirmando que su escritura, aunque perteneciente a la literatura regional por señas de identidad y marcas territoriales, ya es parte del fantástico universal, por su inclaudicable aliento mítico. Al restituir un legendario cartográfico como fue el Cabo de Hornos, (contraparte del Canal de Panamá, nuestra conexión con la voraz idiosincrasia yanky) en la auténtica fragua de desastres navales, ampliamente citada en la tradición literaria mundial, para hacerla espejear con las Aventuras de Arthur Gordon Pym, en un peregrinaje imaginario y emocional, donde su prosa esteparia actue al modo de espejo moral de un país siempre al borde del colapso. Y ciertamente no será un reflejo que nos encante, pero sí dará cuenta veraz del movimiento de placas tectónicas ideológicas que aún nos gobiernan: negándonos el heroico ensueño libre, al trocarlo en pura ambición cobarde. Y, quizás, solo por ello no será peregrino augurar que alguna vez la novelización del terremoto y el tsunami podría desembocar en una fresca mounstrología de cuño austral, como tan bien intuyeron nuestros pueblos originarios.
5. Tiñendo de ozono las letras magallánicas del siglo XXI
A fines del 2011, se publicó Quimera de Nariz Larga. Y mi duda de lector atento caía de cajón: ¿reunir en un puño de páginas, apiñados y sin rumbo conocido, a un ufólogo algo excedido de peso, una mujer fatal con gato incluido, un vecino saxofonista metete, un sacrosanto economista alternativo, un cruel dictador de opereta cósmica, un poeta des/atando nudos gordianos, un monstruo de las profundidades abisales, no sería un exceso excesivo? Para nada, pues hablábamos de un autor que construyó sólidos puentes entre poesía y fantasía, derribando torres de marfil de géneros tan disímiles como la novela gótica y el diario íntimo, ayudando a reconstruir la entrecortada y abrupta geografía literaria de nuestro extremo sur. Barrientos Bradasic, dueño de una prosa hipnótica y bamboleante, cual mar de los sargazos en tinta, va tiñendo las letras magallánicas del siglo XXI con las andanzas del poeta Saratoga y su rastro/estro en Puerto Peregrino; alter ego y axis mundi, respectivos. Y así edificar una obra anómala, de espaldas a cualquier tradición lugareña, con cartas credenciales perdidas entre románticos vates desaforados de toda época y lugar, convirtiéndole en otro ficcionauta auto-exiliado de su realidad nativa, siempre desesperando en universos paralelos.
Su edificio narrativo trastocado, una y otra vez, caleidoscópicamente, verbigracia a un estilo rotundo y juguetón, que mezcla epítetos inéditos, metáforas dislocadas y existenciales estrofas, bíblicas diríamos, si no fuese en sí un anatema. Puerto Peregrino, ciudadela ficticia (casi sin antecedentes en las letras chilenas, pensamos en Calavera de Tango de Emar, o más desconocida, Coridra, del futurista Jaque) crece y se complejiza con cada entrega narrativa suya. Así, esta urbe se torna en pueblo fantasma del oeste futuro, olvidado fondeadero de piratas metafísicos, bastión extramuros de disidentes del realismo, centro de una conjura galáctica o bien, simple y trasnochada vía que nos conducirá entre borrascas hasta cierta taberna legendaria donde distender los huesos y beber a la salud de la literatura fantástica chilena.
Y si bien esta novela tropieza, no cae, más bien se nos aparece como paisaje no finalizado, una lectura de intersticios que transitan hacia otras orillas, donde aún se agradece que se den cita los riesgos experimentales de urdir las líneas de la vida de un personaje amarditado en sucesión delirante de peripecias, algunas brillantes, otras jocosas, y las más, fragmentarias y rizomáticas de un mundo demasiado parecido a la existencia provinciana de cualquier vate local. Por lo mismo, su lectura fantástica aún reviste novedad y lucidez. Lo que se agradece, siempre.
6. Cuidando la lengua propia en permanente tensión
El narrador hoy clásico de Magallanes, Juan Mihovilovich, refiriéndose a la nueva colección de relatos del autor, Paganas Patagonias (2018), advierte que esas “historias suelen mofarse de nuestra propia existencia, sin que nos percatemos de la absurdidad del mundo contemporáneo, de la ridiculez existencial en que nos movemos, así se trate de un reino particular desmitificado, como es La Patagonia, y consecuencialmente de una urbe moderna y cada vez menos aislada: Punta Arenas, (ambos) impregnados de visitantes circunspectos disfrazados de turistas que huyen de sus flamantes encierros, intentando resumir y recuperar en sus viajes el sentido atávico de las geografías ya algo póstumas del espacio global que hoy se habita”.
Y junto con otros lectores perspicaces también sostendremos que la obra de Oscar Barrientos Bradasic se emparenta lejanamente con el «imaginismo» nostálgico y retardatario de Salvador Reyes y Luis Enrique Délano, pero diferenciándose de aquellos, por su claro sino rupturista y contestatario. Porque, sin abandonar un ápice de su impronta poética, que en otro autor menos capaz habría derivado en simple y mala literatura, logra impregnar, con el cuidado de una lengua propia en permanente tensión, cada mínima vuelta de tuerca de sus obras; o como asertivamente el poeta y narrador, Cristian Vila Riquelme afirmó: “nos encontramos con un lenguaje nómada, recreador constante de la realidad como un conjunto de realidades difusas, en la cual el pesimismo, el desencanto y la lucidez se conjugan como un juego de máscaras o de sombras que nos llevan a reconocernos en cada uno de los personajes que pueblan sus relatos». Y así, la obstinada fijación del acto escritural desplegado, a la vez que dialoga con la tradición (o)culta de la literatura fantástica universal, lo hace erosionando cada paso dado en una incansable fuga de la realidad más local.
Y si su lectura nos mantiene anclados a la barra de un bar, oyendo toda la noche un legendario beodo (noción misma de “levedad chilensis”), será como cuando nos mentimos al declarar que el discurso de la bohemia son solo «ideas peregrinas»; aunque luego nadie se atreva a desmentir en voz alta tanta “fantasmática alteridad” resumida en tanto trago triste… Y salir así expulsados de esta breve visita a su Puerto Peregrino, imposible de mapear en lo real, pero certeramente enclavado en el corazón mismo del confín del mundo.
Dunas de Concón, 2019.
MARCELO NOVOA (Viña del Mar, Chile, 1964) Poeta, editor y crítico. Doctorando en Literatura. Fundó la Editorial Trombo Azul de Valparaíso, gestión independiente de culto de los años 80tas. También, cumplió funciones de editor de Universidad de Valparaíso Editorial durante 10 años. Ha publicado poesía, crónica y antologías, entre sus principales títulos destacan: “LP” (1987, reeditado el 2017 en su versión íntegra), “arte cortante” (poemas reunidos en 1993, 2003 y este 2019), y “Años Luz. Mapa estelar de la ciencia ficción en Chile” (2006). Como creador y agente cultural realiza talleres y cursos, además de participar en diversos recitales locales, encuentros nacionales y congresos internacionales, desde hace 20 años a la fecha. A todo ello, suma la organización de “Chile Fantástico. 1810–2010” la mayor exposición temática del género, en la Biblioteca Nacional (2008) y, cinco exitosas versiones de la “Semana Fantástica” en Valparaíso, y siete temporadas del “Ciclo de Literatura Fantástica chilena”, en conjunto con la I. Municipalidad de Viña del Mar, que reúne artistas de distintas disciplinas, unidos por la imaginación y la fantasía. Su editorial Puerto de Escape y su sitio: http://www.puerto-de-escape.cl/, se han convertido en referente obligado en la escena fantástica latinoamericana, y él mismo, es uno de los nombres claves del reconocimiento y expansión que la Ciencia Ficción chilena goza hoy día.
Fuente: http://letras.mysite.com/
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…