Palabras pronunciadas por el Presidente de la Corporación Letras de Chile, Diego Muñoz Valenzuela, al inicio de la segunda sesión de las lecturas de poesía efectuadas en la Casa del Escritor los días 10 y 17 de enero, donde se reunieron ex integrantes del Taller Tralca, que dirigieron Jaime Quezada y Floridor Pérez en 1981.
Compañeras y compañeros poetas, escritores y lectores:
Eran los 80. Veníamos de todas partes: de las poblaciones, de regiones lejanas, de las universidades, pero sobre todo veníamos de la creencia de que el país iba hacia otra parte, no hacia esta distopía donde vivimos ahora. En la era del individualismo exacerbado, de la hipercompetencia, del “como voy ahí”, de las tentaciones y los beneficios de las influencias y la cercanía con el poder. Se había dibujado un futuro con luces para los que tenían menos, con justicia, equidad y muchos libros, guitarras, charangos, quenas, kultrunes. Estábamos destinados a ser otros, diferentes, seguramente más pobres, pero mucho más felices y humanos.
Primero fueron los 70, esperanza al principio, alegrías, triunfos; luego sedición, escasez, dudas. Violencia, represión, muerte, tortura después, por doquier. En ese terreno fuimos dejando la adolescencia para hacernos hombres y mujeres, luchando para sobrevivir. Muchas, muchos quedaron el camino. Para nosotros la lucha, la esperanza, la luz tuvieron el nombre de literatura. De algún modo misterioso, la escritura nos salvó; no podría explicarlo, pero lo hizo. Allí encontramos nuestros pares. Refugio, compañía, pensamiento, libertad, camaradería. En los talleres de los centros culturales de las poblaciones, las aulas universitarias, las parroquias, los centros deportivos, las propias casas, donde fuera. Allí nos reunimos a conversar sobre literatura, cuando el país se sumía en el horror total.
Y luchamos, vaya si supimos hacerlo. Publicar revistas clandestinas o semiclandestinas. Imprimir a mimeógrafo hojas de poesía para entregarlas en las esquinas, las ferias libres, los actos donde se leían nuestros primeros escritos. Así se fraguó una generación de escritores: NN, Ochenta, del Golpe, Marginales. Muchos nombres para una misma experiencia. Y no era cosa de producir una literatura comprometida, de combate. Debía ser buena literatura; eso aprendimos entonces, a ser rigurosos, aunque la vida peligrara, sin excusas, sin pretextos. El panfleto estaba excluido: quedaban fuera el facilismo, la simplificación, lo burdo.
No queríamos ser escritores, nos hicimos escritores en este campo de batalla que era Chile. No deseábamos fama, ni glorias, ni medallas, ni diplomas. Rechazábamos la censura y la desafiábamos hora tras hora. Íbamos a leer nuestros textos a todos los lugares: sindicatos, iglesias, colegios, calles, ferias libres, marchas, protestas. Ya también asumíamos como luchadores donde se nos requiriese: la lucha callejera, la clandestinidad, la rebelión; no nos eximía de tales deberes la condición de escritor; ni siquiera pensábamos en eso.
Talleres como Tralca, experiencia que hoy celebramos, fueron la matriz de un gran movimiento que dejó huella. De Tralca, Tragaluz, Tranvía, Andamio, Caliche, Polifemo y otros surgió el Colectivo de Escritores Jóvenes y una pléyade actividades, revistas, acciones de arte, vigilias y marchas artísticas. Parecía que se retomaba el rumbo a momentos. Pero no. Vino una transición a medias, sin la justicia requerida, la limitada e imperfecta democracia sometida al dictado neoliberal, y los sueños en sueños se quedaron, una vez más.
Sin embargo, la literatura es sueño y acá el sueño regresa en todo su esplendor. En esta lectura, en los libros de estos escritores que ya no nos parecemos tanto a esos jóvenes chascones y chasconas delirantes, cojonudos e iconoclastas que éramos en ese entonces. Aunque por dentro iguales, porque si no, no seríamos escritores.
Quiero celebrar este acto de locura y celebración. De juntarnos a compartir, que como leer o escribir son actos de resistencia. Y animarlos a retomar esta senda fraterna que se ha marcado la primera jornada, y se marcará también en esta. Aplaudir este espíritu de época, y aplaudir también a compañeros entrañables que estuvieron y siguen con nosotros: Aristóteles España, Guido Eytel, Pedro Guillermo Jara, forjadores de historias, versos, libros y revistas que nos acompañarán para siempre.
Diego Muñoz Valenzuela
Presidente Letras de Chile
Santiago, enero 2019
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…