Por Miguel de Loyola

Una de las principales características de la literatura rusa del siglo XIX radica en su estilo dialogante (dramático). El grueso de la narración descansa en un diálogo constante y fluido entre los personajes, lo cual ameniza la obra y le otorga cierta connotación teatral.

Otra característica la constituye el psicoanálisis que practican los personajes en torno a sí mismos, partiendo de la conciencia culposa que afecta a la gran mayoría de sus héroes.

En el cuento Mi mujer, que por su extensión, más bien me parece una nouvelle, el protagonista Pavel Andreich de profesión ingeniero, nos pone al corriente de su problemática interior mediante un monólogo reflexivo en torno a sí mismo, y a su relación con el mundo circundante. Pavel está separado de Natalia, su mujer. Pero ambos viven en el campo, en la misma propiedad, después que él ha abandonado su trabajo en el Ministerio de las Vías de Comunicaciones, con el propósito de de dedicarse a escribir libros sobre cuestiones sociales.

Pavel habita un piso de la casa y ella otro. Según nos cuenta el narrador protagonista, se ven muy poco, o casi nunca, a pesar de habitar la misma estancia. Sin embargo, un suceso sirve de puente a Pavel para acercarse otra vez a ella. Se trata de ayudar a los mujiks de la región que pasan por un momento especialmente difícil. Natalia está dedicada a organizar la beneficencia otorgada por los hacendados que con frecuencia la visitan a la hora del té. Pavel, que todavía ama a su mujer y lamenta la separación que los afecta, movido por los celos de verla visitada con frecuencia, cuestiona el proceder de Natalia respecto al modo de llevar las cuentas de dicha beneficencia. Natalia protesta, y le exige que se vaya por un tiempo a San Petersburgo y la deje sola con sus asuntos. Pavel acepta. Hace su maleta y parte al día siguiente, pero una vez en la estación se arrepiente. Regresa a casa en la troika que conduce su cochero Nicanor. Por el camino, se le ocurre la idea de visitar a Iván Ivanich, para no llegar de sopetón de vuelta a casa. Desde su niñez que no visita la propiedad del anciano Ivanich. Pavel almuerza con el doctor Sobol, que llega también de visita. El doctor es amigo de Natalia y lo ha visto visitar su casa. La conversación que sostiene en la mesa con ambos personajes, llevará a Pavel a la conclusión que su manera de vivir no ha sido adecuada, y por eso ha perdido la confianza y el amor de su mujer. Regresa a su casa y le pide perdón a Natalia.

En fin. Chejov nos entrega una historia donde la misma conciencia culposa que arrastra el personaje, lo empuja hacia la salida. Ayudándole a resolver su problemática interior, y como consecuencia, su relación con el mundo. La historia nos conduce así al reencuentro de la pareja.

Por otra parte, está la cuestión social, el permanente cuestionamiento de la manera de ver la pobreza por parte de los latifundistas rusos, representados por Pavel. Esa es la gran crítica que hace Natalia a su persona. «A usted lo que le atormenta es que los hambrientos se las arreglen sin usted, que la administración rural y en general todos los que prestan ayuda, no tengan necesidad de su dirección.» Y la que consigue cambiar el curso de la narración.

Cabe señalar como otro motivo fundamental en la literatura rusa del siglo XIX, el hecho de que sus escritores recogieron el sentir del pueblo y lo pusieron en boca de sus personajes, mucho antes del estallido de la revolución bolchevique. Los escritores estaban con el pueblo oprimido, y denunciaban las injusticias a través de sus personajes.

Flores Tardías

La nouvelle Flores Tardías nos pone al corriente de la vida decadente de una familia aristócrata venida a menos. El protagonismo de la historia recae en la joven y bella princesa Mauroussia, la cual se enamora del doctor Toprkov, después que éste visita su casa con motivo de la enfermedad que la afecta a ella y a su hermano Egouronchka. El doctor en cuestión, ahora rico, es de origen humilde, pero en la actualidad goza de un prestigio y de una fortuna muy por encima de la empobrecida familia Prinklonski, de la cual sólo queda el abolengo que le da el apellido. Chejov en esta obra nos pone al corriente otra vez de una cuestión social, las diferencias de clases de la Rusia zarista, y el desplazamiento de las mismas mediante el dinero. El mentado doctor, en esta novela, resulta innoble, en contraste con la nobleza de la joven princesa, denunciando así a la nueva burguesía rusa.

Egourinchka, hermano de la princesa, es un joven de vida licenciosa que contribuye con su indolencia al empobrecimiento de la familia. El amor imposible que padece la joven Mauroussia, junto con los pesares que le causa la vida de su hermano y de su conviviente Kaleria, la llevará finalmente a la muerte.

El cuestionamiento que tangencialmente hace la novela en torno al sistema de salud ruso -el doctor no tarda más de diez minutos en atender a los pacientes de su consulta particular por la que cobra 5 rublos- nos relaciona con un problema semejante que aflige al hombre de nuestros días. La medicina como un bienestar únicamente para los ricos y el enriquecimiento de quienes la administran. Chejov es un visionario al respecto, al cuestionar uno de los grandes temas que afectan a los más pobres hasta hoy día.

Chejov en esta obra lleva a su heroína a la muerte, como consecuencia de vivir en un mundo que se ha despedazado. La familia ha perdido su fortuna. La princesa Mauroussia sufre las consecuencias de un amor imposible. Su madre muere por causa de la pobreza. Su hermano ha perdido el juicio, la enfermedad entra por causa de la pobreza, etc.