Traducción de Óscar Sarmiento
Señor: ¿es éste un salmo?
Señor
¿es éste un salmo?
Si lo canto mal
o si desafino:
¿me oyes?
Señor
no sé cómo tocar el harpa
u otro instrumento.
Lo mejor que puedo hacer es silbar
pero cuando silbo no logro hablar ni cantar.
Y Señor
¿vas a oírme incluso si mi salmo
no te alaba? ¿Puedes
resistir un tironcito de oreja?
Debes tener sentido del humor:
¿de otro modo cómo explicas
todo el bendito payaseo sobre la tierra?
Así que Señor
digo que estos son Salmos,
digo que debieras oírlos
y si no te complacen
no te preocupes:
voy a escribir otros,
voy a escribir más.
Salmo de las nubes y ventanas abiertas
Señor
hazme lugar sobre una nube en el cielo
entre indígenas, negros, judíos, irlandeses, italianos,
portugueses y cantidad de asiáticos y árabes y latinos.
Señor
no importa si ponen
la música a todo volumen
o si dejan las ventanas abiertas:
me encanta el olor a comida étnica.
Pero Señor
si el cielo no es comunitario
y si los Ángeles son racistas
juro que por ahí ni me aparezco
porque Señor
ya me sé de sobra el infierno.
Salmo para el cristiano que rechazaba
el desfile de gays y lesbianas
frente a la Catedral St. Patrick,
Nueva York, 19 de junio, 1995
Señor
sé que el altar
es parte sagrada de la catedral
—y ya que todos son subyacentes—
supongo que el pasillo y los bancos
y las puertas y los escalones al frente
y la calzada al frente
también son sagrados.
Señor
nunca antes lo pensé
pero la berma de la calle es sagrada
y el desagüe sagrado
y la base de la autopista
y los átomos del alquitrán
sagrados.
Por eso, Señor,
explícame:
¿cómo puede ser que una criatura
de esta tierra no sea sagrada?
Salmo de las mujeres
Señor
gracias por crear a las mujeres.
Gracias por darme ojos
para verlas, nariz para olfatearlas,
dedos para darles vuelta las páginas lentamente,
lengua para saborearlas,
dulces momentos para entrelazar nuestro pelo enrulado.
Gracias por hacer de ellas
el género superior,
por dotarlas de una comprensión
a la que nunca accedí.
Y señor, escúchame,
personalmente no creo en el pecado
pero, por favor, perdóname
si alguna vez fui injusto con una mujer.
Salmo: otro hombre envejece
Señor
yo sé lo que envejece a un hombre:
ir con los ojos de ida y vuelta
entre la cifra del salario
y la chequera,
la chequera
y la cifra del salario.
Salmo de la distribución
Señor
en la Calle 8,
entre la Avenida 6 y Broadway,
Greenwich Village,
hay suficientes zapaterías
con suficientes zapatos
para hacerme pensar
por qué habrá gente sin zapatos
sobre la tierra.
Señor
tienes que despedir al Ángel
a cargo de distribución.
Salmo del bacalao
Señor
gracias por el bacalao
gracias por el bacalao con sal
gracias por el bacalao sin espinas
y gracias por el bacalao
porque es tan dócil
que nada tan felizmente en salsa de tomate
como en aceite de oliva.
Señor
gracias especialmente por el bacalao
ya que no nada por ninguna parte
cerca de Puerto Rico.
Gracias por dejar que vaya tan bien
con plátanos verdes
aros de cebolla y huevos revueltos.
Y Señor
como es un pez
gracias por dejarlo volar
hasta Puerto Rico, gracias
por dejarlo viajar en botes
a los puertos, gracias
por dejarlo nadar en nuestras felices bocas.
Salmo del Coquito
Señor, era Navidad
y yo estaba tomando Coquito casero,
un trago con leche de coco y ron,
leche condensada y evaporada y ron,
clavos de olor, huevos, más ron, nuez moscada, canela
y un poco más de ron
y leyendo los diarios del día.
Leí que Exxon y Mobil se habían fusionado
despidiendo con orgullo a miles de personas
y expurgado la palabra “oligarquía”
del diccionario.
Pensé que Olivetti producía máquinas de escribir
pero leí que en realidad se dedicaba a las fibras ópticas
y que un banco alemán compraba
uno de Estados Unidos, aunque al banco
de Estados Unidos le habían metido juicio
por robarse dinero de los judíos
durante el holocausto.
La antigua Compañía de Baterías de Autos Filadelfia
y Sopas Campbell y Ketchup Heinz
se habían reorganizado y ahora producían
misiles balísticos transcontinentales hostiles.
Señor, mi error no fue tomarme el ron,
mi error fue leer los diarios
porque esa noche, Señor, soñé
que el lema nacional era:
“¿Y dónde está mi tajada?”
y que desalojaban a una familia de piel oscura
de un pesebre del South Bronx
y la brillantemente titulada
Secretaría de Adquisición de Opulencia
los había enviado al único Refugio Municipal
donde no había camas ni frazadas
pero a José le dieron Prozac,
a María le dieron metadona
y al Niño Jesús lo regañaron por todavía andar desempleado.
Jack Agüeros (1934-2014) nació en East Harlem y participó activamente en las actividades de la comunidad puertorriqueña en la ciudad de Nueva York. Poeta, dramaturgo, narrador y traductor. Fue director del Museo del Barrio en Nueva York y escribió también canciones para el programa Calle Sésamo. Los poemas traducidos por Oscar Sarmiento proceden del libro “Lord, Is This a Psalm”? (Hanging Loose Press, 2002), en el cual Agüeros le da forma a su versión carnavalesca de los salmos bíblicos. Así, aunque sus salmos nos recuerdan los de Ernesto Cardenal, preservan un sello propio. De acuerdo a Martín Espada, quien celebró en un ensayo la poesía de Agüeros, en estos salmos oímos la voz del poeta como hereje, aunque no la de un ateo, porque este último no habría escrito textos dirigidos a Dios. Otros libros de poemas del autor son: “Correspondence Between the Stonehaulers” (1991) y “Sonnets from the Puerto Rican” (1994). Agradecemos el permiso correspondiente de la casa editora. Reprinted from «Lord, Is this a Psalm?» (c) 1990 by Jack Agüeros, by permission of Hanging Loose Press.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…