Cuento (presumiblemente) inédito de Gabriel Canihuante

Riguroso, el novel escritor después de haber terminado de redactar una carta de admiración dirigida a un respetable político internacional preocupado de salvar el planeta, revisó en los archivos de Internet un dato, una fecha cuya exactitud no recordaba.

Y grande fue su sorpresa cuando descubrió que una carta similar a la suya estaba en circulación en un sitio web desde hacía varios meses.  No era su carta sino la de otro autor que destacaba los mismos elementos positivos del político.

Hizo otras búsquedas en la red mundial y se dio cuenta que había otros textos muy parecidos al suyo en forma de cartas, columnas de opinión, entrevistas e incluso en un relato que decía ser de ficción.

Dejó de lado su carta; no la publicó.

Un mes más tarde, cuando estaba a punto de enviar a concurso un cuento – uno de los mejores que había escrito, según él – echó una mirada a la triple w para medir la originalidad de su escrito.  Maldición, el mismo argumento sólo que con nombres de los personajes cambiados, ya existía y hacía años.

Empezó entonces una revisión sistemática de todos sus textos – poemas, cuentos, un par de novelas a medio hacer y todo absolutamente todo lo que había escrito, cambios más, cambios menos -, en esencia estaba en Internet.

Recordó la novela de Orwell, “1984”, una de las lecturas que hizo durante sus estudios de periodismo, una de las tres carreras que nunca terminó, y sintió que esto no era un daño colateral de la red de redes, sino que podría ser un objetivo principal de “ellos”.

Vigoroso, sin embargo, no cejó en su empeño.  Continuó escribiendo, nuevos poemas y cuentos, guiones de programas de TV y de filmes, etc.  Y sin embargo, todo lo que surgía en su cerebro, pasaba por sus manos y llegaba hasta la pantalla ya había sido procesado por otros cerebros, brazos y programas de computadoras.

Deprimido ante esta imposibilidad de ser original, el aspirante a escritor optó por el suicidio.  Su oficio, incluso si no podía realizarlo, lo llevó a redactar una carta de despedida.  No la buscó en Internet para contrastarla con la realidad virtual.  Se mató no más.  Su carta, que se puede encontrar en algunos sitios de jóvenes deprimidos, dice así:

Señoras y señores:

Una vez que me encuentren, obviamente muerto, publiquen esta carta que no pretende ser original sino apenas sincera.  Váyanse todos a la mierda.  Afectuosamente,

Un frustrado escritor nada original.