Por Juan Yanes

A veces te pierdes, como ahora, y te vas con una bandada de pájaros a algún rincón solitario o tal vez bullicioso que sólo tú conoces porque eres libre como ellos y cesa el arrullo de tu voz que enciende las sábanas albas de los pasillos y los lienzos de las habitaciones e imagino que vuelas en ese espacio lejano o tal vez próximo, en el aire de algún valle, o en el vértigo de los riscos por donde te asomas a la jurisdicción del océano para meterte el horizonte en el bolsillo.

Tal vez vueles por aposentos purísimos más próximos, por la plaza porticada, la lonja o por los salones de cortinas del auditorio en los que sufres porque se ha ido la música y no puedes estar todo el día con el piano de cola a cuestas en la cumplida geografía de tu alma que es demasiado tuya, desparramada en esas callejuelas del reino inaccesible en el que habitas.

Vuelve, gorrión, abubilla, paloma, albatros. Deja caer una pluma para hacer un cálamo y escribirte como escribían a pulso los antiguos copistas. Acaso no eres ave, sino zahorí que busca en su interior algún remanso de aguas cristalinas para zambullirse —sumergirse en uno mismo es una forma de volar hacia adentro—, o quizá seas garimpeiro de piedras preciosas y pepitas de oro en el corazón verde de la amazonía de tu cuerpo o tal vez de tu espíritu, en busca de las dádivas secretas que, en ocasiones, da la vida. Digo cuerpo o espíritu, si es que tienes algunas de las dos cosas o eres sólo trazo, parábola, espiral, signo.

Iré a tus clases de francés para que dejes de volar, o de nadar hacia adentro o de buscar tesoros inciertos, je t’inventerai des mots insensés, de la mano de Jacques Brel, juntando palabras seductoras como la seda o de sabor dulce como los higos de leche, palabras como frutas, como alas, como el tiempo de un vals, palabras de tres tiempos, palabras de veinte tiempos, palabras de cien tiempos, palabras de mil tiempos, pero las palabras sin el jolgorio de los pájaros que anidan en tu cabeza, son sólo una extensión de la soledad. Quédate pues, deja de huir, quédate con tus pájaros imaginarios que vuelan, nadan o que tal vez buscan perlas en el lecho de algas. Tú eres una de esas aves imposibles, siempre en fuga, pero estoy seguro que si yo canto o recito palabras amables, como las de ahora, podrías fijar el talle quebradizo por el que te escapas en escorzo y quedarte quieta de una vez como las estatuas de las mujeres alígeras que esculpían los griegos, cuyo apéndice no les servían para volar sino para ser piedra. Vuélvete figura inmóvil, exenta y háblame, aunque sea en francés, para tenerte siempre en los ojos. ¿Sabes que hay pájaros que no se posan nunca, sino que vuelan solos hasta morir?

En: Máquina de coser palabras

Microbiografía de Juan Yanes

Me llamo Juan Yanes y tuve la suerte de nacer en el Jardín de las Hespérides, que está situado, más o menos, sobre los restos de la antigua Atlántida, que es, más o menos, el lugar que ocupan hoy unas islas diminutas llamadas, Canarias. Casi todos los canarios somos poetas o narradores. Es un lío enorme de poetas y poetisas el que hay aquí. Pero de ese extraño fenómeno no tenemos mérito ni demérito alguno, es uno de esos determinismos históricos que acaecen de forma natural. Ahora nos está afectando mucho el cambio climático y se nota una languidez terrible en los versos y una falta de nervio exasperante en la escritura. Tuve mala suerte con la fecha de nacimiento. Me nacieron en mal momento. Eran los años grises de la Posguerra Incivil española. Nací exactamente, en el llamado Periodo de Autarquía, con lo cual pasé más hambre que un bendito y la prolongada ausencia de aportes proteínicos, en la dieta alimenticia de mi infancia y pubescencia, hizo que mi genio literario floreciera más bien tardíamente, si es que ha florecido, que no lo tengo muy claro. Estoy en ello. También tuvo culpa de ese retraso la cantidad de años que tardó en morirse el Dictador y la inutilidad de nuestros esfuerzos por arrojarlo al basurero de la historia.

Doy clase en la Universidad de La Laguna, en la Facultad de Educación. Dar clase es algo que me produce una vibración muy profunda, que solo podría explicar en términos estéticos y morales. Pero mi verdadera pasión secreta es la pintura y la escritura. Otro día les hablaré de la pintura. Hoy sólo me gustaría decirles que escribo desde hace mucho tiempo y sólo me he animado a publicar desde que he descubierto el artilugio este de los blogs, donde tú eres escritor, editor, librero, diseñador, crítico y contertulio. Literatura en estado puro. Ausencia total de venalidad. Me hace mucha gracia eso de publicar en el blog.

Tiene morbo. Hasta hace poco, entraba todas las noches en el mío, un chino o una china, estaba un ratito y se iba en silencio. ¿Qué escritor normal tiene lectores en China? Ninguno. Solamente he publicado en papel un librito, Bestiario Lector, que también he colgado en mi blog (poner un enlace con mi blog?), faltaría más.

Para terminar les diré que creo, a pie juntillas, lo que dice mi maestro y confidente, Lichtenberg: “Siempre es preferible darle el tiro de gracia a un escritor que perdonarle la vida en una reseña”. Así que, ¡disparen!