SABIDURÍA INÚTIL

Uno se pasa la vida tratando de imaginar cómo será estar muerto. Y ahora que lo sabe no le sirve de nada. Les explico: el universo entero se convierte en una cámara Gesell y no importa cuánto aplastes la cara contra el vidrio: nadie te ve.

EL PODER DE LAS PALABRAS

Era escritor, pero no vendía. Contrajo muchas deudas y al final le remataron la casa y todo lo que contenía. No le dejaron ni un lápiz. Tuvo que irse a vivir al portal de la biblioteca del barrio, pero no tenía ropa ni una miserable manta para cubrirse en las frías noches de junio. Entonces empezó a usar las palabras de los libros de la biblioteca, haciéndolas pasar, de noche, cuando nadie miraba, por debajo de la puerta. Se procuró una “frazada” y un “plato” en el que poner “comida”. Cuando advirtió que dominaba la técnica pidió “coñac” y “caviar”. Pero las malas lenguas no tardaron en criticar al escritor que vivía como un rey. Lo insultaban y agredían. Entonces él se procuró la “inmortalidad” y con una “bomba atómica” borró a la “humanidad” de la faz de la tierra.

UNA MUDANZA

En el sueño, yo viajaba a una localidad distante, el único lugar en el que se proyectaba Los hijos de Abraham, un filme maldito e inconcluso de Orson Welles o alguien por el estilo, una rara joya nunca antes vista. Los personajes de la película salían a recibirme y se mezclaban con los del sueño; todos juntos trataban de convencerme de que el rodaje nunca iba a terminar si yo no aceptaba el rol protagónico. Me pareció una desmesura, algo ridículo, puesto que no soy actor, pero me gustó que me adularan, me gustó ser el centro de atracción de la fiesta. Acepté la oferta y no volví a despertar.

ACCIDENTE PICTÓRICO

Era el único ladrón de cuadros auténtico, el único verdadero, capaz de meterse en las grandes obras para robar faisanes, mandolinas, cartas y hasta sonrisas. Lo malo es que pocas veces encontraba cosas valiosas y demasiadas se perdía en los desconcertantes paisajes de los cuadros de Dalí o Van Gogh, cuando no quedaba enganchado en las aristas de los Picassos o los Duchamps. Sin embargo, lo peor de todo ocurrió el día en que se le dio por meterse en un Kandinsky. Convertido en un punto sobre el plano, fue perseguido por una jauría de triángulos y rombos que le dieron alcance y lo devoraron sin piedad.

TRAYECTORIA

Adolfo Hitler (1889-1965) fue un pintor de acuarelas que goza de cierta celebridad después de su muerte gracias a la frivolidad de los coleccionistas. Ayer, en una subasta realizada en la Galería Sobiewski de Varsovia, su acuarela “Horno crematorio en Dachau” fue rematada en 42 millones de zlotys luego de una fuerte puja entre el magnate naviero Karol Wojtyla y el industrial avícola Arnold Schwarzenegger. El principado de Linz presentó una queja formal ante el gobierno polaco, aduciendo que la citada tela fue robada por oficiales de ese país durante la Gran Guerra Esteuropea de 1948, pero la protesta fue desestimada. Cuando Hitler murió en su casa de Malibú, tras una dilatada carrera como escenógrafo en películas de menor cuantía, no había logrado vender ninguna de sus pinturas.

PLANOS DE VIDA

Remigio despertó con la sensación de haber perdido un amor entre los pliegues del sueño. Estaba tan conmocionado por la pérdida que demoró un buen rato en comprender dónde se hallaba. Pero la misma habitación gris de todos los días, colmada de objetos mustios y sin vida, le procuró la respuesta que tanto ansiaba: este es el sueño, Remigio, le dijeron los trapos y las sillas astilladas, los escasos cubiertos y los cuadros oscuros; la existencia real es la que abandonaste al despertar; Leticia, sus labios dulces, sus abrazos, eso es real, ¿entendés?

Remigio entendió, pero por alguna razón incomprensible, no pudo volver a dormirse, nunca más.

***

Estos textos han sido reproducidos con el permiso de su autor.

 

Sergio Gaut vel Hartman (1947), escritor y editor, nacido en Buenos Aires en 1947.