Por Miguel de Loyola
El tono coloquial y juvenil de Alta Fidelidad captura la atención del lector desde la primera hasta la última página.
El estilo desenfadado y directo, apelando a un tú amigo, recuerda a Salinger, y su famosa obra El cazador oculto, con la diferencia que aquí el protagonista es un adulto de 35 años, sometido a la auto introspección de sus inseguridades, algunas todavía similares al adolescente recreado por Salinger.
Rob pasa por un período de ruptura de pareja. Laura, con quien ha convivido los últimos diez años, lo ha dejado sin que Rob pueda explicarse el motivo de su alejamiento, aunque a través de su propia introspección la respuesta le salte a la vista: a los 35 años no ha dejado todavía de pensar como un adolescente, al menos en lo que a relación de pareja se refiere, sumada a la falta de interés por establecerse como un adulto en asuntos laborales. Cosa que si ha hecho Laura como abogada, ubicándose en un buen empleo, y ganando una suma desorbitante en relación a las exiguas ganancias de Rob con su disquería de mala muerte.
El interés de Rob es la música, gracias a ella conoció a Laura siendo DJ en una discoteca, pero el universo sentimentaloide de la música pop ha invadido su alma, al punto que toda su psicología amorosa está nutrida por ella, y parece ser la consecuencia de sus equivocaciones. Rob no sabe plantearse la vida desde otra perspectiva, sus conversaciones giran en torno a la música pop, mide la calidad humana de los demás de acuerdo a sus gustos musicales, aborreciendo a quienes tienen gustos distintos. Dick y Barry, ambos dependientes de su disquería, contribuyen en mucho a esa percepción adolescente. Pero el tiempo avanza, ya tiene 35 años, y los de su generación ya están en otra. Rob sigue usando yeans y casacas de cuero, mientras los amigos de Laura usan terno y corbata, tienen hijos y parejas estables.
La novela aborda de manera magistral el problema de la relación de pareja, incluido el sexo hasta las últimas consecuencias, pero tratado con la sutileza y la elegancia propia de los escritores ingleses, donde no falta el humor y la ironía para calar lo más profundo del tema. Hay pasajes notables sobre tales asuntos, especiales para una clase magistral de psicología y de terapia sexual que mucho podrían enseñar a quienes todavía carecen de Alta fidelidad sobre el tema. El título dado por Nick Hornby a su sinfonía, responde a la ironía que caracteriza a la lengua inglesa, y, sin duda, ofrece al lector dos lecturas, pero tan interesantes la una como la otra.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…