Juan Mihovilovich: Crónica del terremoto

¿Cómo fue el día del terremoto y dónde estabas?

Había estado escribiendo un  cuento llamado In Extremis, que significa lo que está al final, la última cosa, al borde de… (curiosidades de la vida) y me acosté al terminarlo, a eso de la 1:30 de la mañana. 

A la hora del terremoto despierto por el movimiento inicial y lo atribuyo a la pasada de algún camión forestal, ya que mi casa estaba al lado de un puente pequeño que hace temblar habitualmente el entorno por la pasada de dichos vehículos pesados de la Celco (Celulosa Constitución). Pero, al instante siento un estruendo sobrenatural, un ruido subterráneo profundo seguido de un explosionar  de vidrios, maderos y  muebles. Mi pieza está a unos 15 metros del patio y sé que salí a trastabillones; me caí repetidamente golpeándome contra los muros hasta que llegue al patio. Mi perro Fénix, que es un labrador cachorro de un año de vida, aullaba y corría desesperado. Traté de mantenerme al lado de un árbol (vivo en una casa quinta de casi media hectárea que tiene unos 35 árboles frutales), pero el movimiento era tan fuerte que resultaba imposible mantenerse en pie. Caído aferré a Fénix y juntos contemplábamos el increíble oscilar de mi casa, una construcción de más de 60 años, casa tradicional, antigua, de gruesos muros de adobe revestidos de yeso y amplios ventanales. Los árboles casi tocaban el techo de la casa y mientras los vidrios saltaban por todos lados veía cómo caía la chimenea de ladrillos y se desmoronaban restos de murallas. Era un espectáculo dantesco. No terminaba nunca.  A nuestro lado la pequeña piscina se movía de tal modo que el agua nos mojó a ambos repetidas veces. Yo estaba en piyamas de verano y me percaté después, no sólo de estar mojado, sino también de tener varios dedos cortados por los vidrios de las ventanas.  El sismo debió durar 7 u 8 minutos pero me pareció una eternidad. Luego las replicas eran continuas y alrededor de media hora del inicio me atreví a levantarme. Se escuchaban quejidos y llamados de auxilio por todos lados.  Tenía que ponerme ropa e intentar salir, pero era casi imposible ingresar a lo que quedaba de la casa, porque  cada ingreso coincidía con una replica y caían restos de cielo raso, muebles y  murallas. Finalmente y al cabo de una hora y media, más o menos, logré sacar un pantalón y una chaqueta formal con un par de zapatos. Me dirigí de inmediato a la Tenencia de Carabineros. Allí todo era un caos. Había un solo carabinero de la dotación de 10 que andaba por los alrededores en busca de víctimas. Alí me encuentro con la abogado, Paula Gajardo, quien me abraza llorando y me señala que en la casa que tenemos al frente está su suegra.  Lo que era una casa era un montón de escombros del que se elevaba una nube de polvo oscuro. Había luna llena lo que permitía distinguir medianamente las siluetas. Era evidente que dicha persona debía estar fallecida, como así aconteció. De la casa de al lado surgían llamados de socorro. El fotógrafo del pueblo, don Pedro Núñez, estaba con apenas la cabeza fuera de un montón de palos y restos de escombros. Pudo ser sacado y llevado al hospital junto con su mujer que había sido atrapada en el patio. De ahí en adelante el caos completo: gente que corría, sirenas de bomberos y ambulancias que iban de un sitio a otro entre medio de calles destruidas por completo. Y gritos, muchos gritos que llegaban desde todos los rincones del pueblo pidiendo auxilio. Me dirigí a la cárcel y constaté que los 65 internos estaban todos en el patio vigilados por 5 gendarmes, uno de uniforme y los restantes premunidos de escopetas en tenidas de civil. Había caído una de las murallas del lado poniente y se temía que aconteciera lo mismo con otros dos muros. Finalmente, hace dos días debieron ser trasladados a la cárcel de Curico por el riesgo inminente que implicaba tenerlos en el recinto. De ahí, pasé al tribunal: todo estaba desparramado como si hubiera pasado un ciclón: los computadores destrozados, igual que los muebles y una muralla de apenas dos años de construcción tenía dos grietas de arriba abajo. Durante toda la semana nos dedicamos sólo a ordenar el caos, expedientes, escritorios destruidos, polvo por doquier. Obviamente, como además los funcionarios eran damnificados en sus respectivas casas, sólo se trabajó priorizando lo personal y la ayuda comunitaria. Recién este lunes 9 se trabajará normalmente, si se puede llamar de ese modo a una actividad que depende, entre otros servicios de Carabineros e instituciones igualmente afectadas, sin perjuicio de que los usuarios del sistema tardarán mucho tiempo en superar sus problemas  de vivienda, fundamentalmente. Cuando retorné a mi casa o lo que de ella quedaba, recién pude constatar la magnitud de la destrucción: los cerca de dos mil libros que poseo se hallaban desparramados por el suelo, los muebles habían quedado a varios metros de su lugar original. Las puertas se habían trancado por dentro producto del movimiento del mobiliario y había piezas a la que era imposible siquiera intentar ingresar. Desde afuera, desde el patio de la casa, observarla era sobrecogedor. Costaba imaginar que hasta solo hacía unos momentos, apenas la noche anterior, allí había existido un inmueble que me cobijó por 14 años.       

¿Dónde estaba tu familia cuando ocurrió el terremoto?

Yo vivo sólo y esa noche estaba solo en mi casa según relaté. Mis padres, que aún viven, en Linares; Andrés, mi hijo mayor,  en Santiago y Pablo, el menor,  en Linares. Mi hija Vania junto a su pareja en Talca, ya que tienen un Pub. (Tenían, porque resultó totalmente destruido, pero afortunadamente no tuvieron lesiones de ningún tipo, no obstante que atendían a un público de alrededor de 40 personas).  Lo angustioso era saber que la hija de Vania, mi nieta Milenka de 4 años estaba con su abuelita Patricia (mi ex mujer) en la playa de Infiernillo, a continuación de Iloca, uno de los sectores más devastados. Mi hija Vania llega a Curepto al día siguiente y como los caminos estaban cortados hacia esa playa, debimos transitar por  vías rurales alternativas durante varias horas.  Al llegar constatamos desde lo alto que el tsunami había llegado hasta la misma cabaña donde ellas alojaban, pero no había absolutamente nadie. Se veían casas en ruinas y el pueblo deshabitado.  No teníamos a quién preguntar, aunque yo estaba seguro que nada les había acontecido, porque la ola no había arrasado la casa, distante  unos doscientos metros del mar, aproximadamente. Por fortuna habían logrado escapar hacia los cerros como cientos de otras personas y luego, al aclarar, se habían dirigido a Curico, distante 100 km. de ese balneario. Como no había ningún tipo de comunicación ello lo supo Vania  cuando logró llegar a esa ciudad y al día siguiente, lunes, vinieron a Curepto a buscar el vehículo que habían dejado frente a mi casa.  Creo que ese abrazo entre todos fue uno de los más hermosos que he tenido en mi vida  después de la angustiosa espera.

 ¿Qué pasó con Curepto y qué situación vive hoy?

Curepto, (“tierra de brisas suaves” en mapuche) está virtualmente en el suelo.  La comuna, de unos 11 mil habitantes tiene 1500 casas inhabitables. El pueblo mismo, alrededor de 600.  Todo lo que era el casco antiguo, colonial, llena de corredores arcaicos y que le otorgaban una identidad tan especial, están hecho escombros y las pocas que lograron resistir tienen fallas estructurales de tal envergadura que deben ser demolidas. Entre ellas, naturalmente, la que yo habitaba.  Lo dramático es visualizar un futuro extremadamente difícil. Curepto es, de por sí, una zona pobre, con un campesinado rural que entrega sus productos en pequeña escala en el pueblo. Reconstruirlo implica dejar atrás un pasado cultural y arquitectónico único, que lo hacía diferente al resto de las comunas de La Región del Maule. ¿Cómo, de qué manera se construyen las viviendas destruidas? ¿Cómo sobrevivirá  esa gente que ha perdido prácticamente todo? Resulta un milagro que con tanta destrucción sólo haya habida cinco víctimas fatales. La gran cantidad de heridos y personas que quedaron entre los escombros pudieron resistir y salvarse. La demolición ha comenzado hace tres días y cuando ella finalice sólo quedarán en pie la Municipalidad y el Banco Estado en un radio de varias cuadras a la redonda. Eso será un espectáculo desolador y estoy seguro que a los habitantes del pueblo les costará muchísimo no quebrarse…de nuevo.  Creo que se viene encima no sólo un problema sociológico de envergadura, sino uno de índole psicológico difícil de sobrellevar. El pueblo tendrá dos alternativas: o se sobrepone a esta catástrofe por el empuje de sus propios habitantes, o termina convirtiéndose en un pueblo fantasma de aquí a un período mediano. Yo apuesto por la primera opción, pero ello dependerá también de cuánto y cómo y  las autoridades públicas y el sector privado estén dispuestos a la reconstrucción.

 ¿Qué pasó con las comunicaciones y suministros básicos tras la catástrofe?

 Fue un desastre sumado al desastre natural. No existía  comunicación alguna con ningún centro poblado distante o medianamente cercano como Licantén hacia el norte o Talca hacia el oriente, ciudad capital de la Región.  Por ambos lados los puentes estaban destruidos y sólo hace dos días se pudieron reconstruir los accesos de modo rudimentario. No funcionaba ningún celular de ninguna compañía y cuando al segundo o tercer día algún celular entró a funcionar, se utilizó para llamar a familiares y preguntar en dos o tres palabras cómo estaban e informar de igual modo. No hubo agua en todo el primer día, aunque sí Bomberos repartieron en camiones aljibes por la tarde.  No abrió ningún comercio y se carecía en absoluto de electricidad. Ésta última fue dada ayer sábado 7 de marzo,  para un sector de la población, ya que como la gran mayoría de las casas están destruidas el trabajo de recomponer las líneas debe ser inmueble por inmueble.  El servicio de agua potable ha sido repuesto en algunos sectores también el día de ayer, ya que cada vez que es repuesta se descubren nuevas cañerías rotas lo que obliga a otorgarla por calles de modo paulatino.  La ayuda de las autoridades centrales se dejó entrever al tercer o cuarto día del sismo y comenzó a canalizarse vía Municipio. De todas maneras la gente ha sido solidaria en apoyarse mutuamente. De hecho con otros vecinos constituimos inicialmente una pequeña comunidad de apoyo donde compartíamos lo poco y nada que teníamos, hacíamos algún fuego por la noche y conversábamos largamente para sobrellevar la jornada diaria, jornada que implicaba sacar los muebles y enseres personales debajo de las ruinas, buscar un lugar donde trasladarlos y dormir luego en carpas. Yo instalé una carpa en el patio y allí he dormido hasta el día de hoy. ¿Te preguntarás cómo y dónde se efectuaban las necesidades fisiológicas? Pues, primero como los animales: en cualquier parte; luego, en letrinas que se pudieron construir al tercer o cuarto día del sismo; después en casas de vecinos que no tenían los mismos daños. Como se supondrá no existen inmuebles habitables en el centro del  pueblo y conseguir uno es casi imposible.  En mi caso ello aconteció hoy: me han facilitado una pequeña cabaña a 8 km. de Curepto mientras arreglo mi situación de fondo, como se tendrán que arreglar las de tantos otros habitantes de las viviendas destruidas. Al menos eso se espera y resulta imprescindible formar comités de vivienda, de comerciantes, de voluntariado, pequeños agricultores, etc.  Si no existe solidaridad junto al empuje de los propios vecinos la reconstrucción será extremadamente ardua y dificultosa. Al interior de una tragedia tan fuerte conviven las grandezas y miserias de la naturaleza humana, como es de esperarse. Sin embargo, en Curepto la gente de por sí tiende a mirar hacia delante con optimismo moderado. La radio Poesía (un nombre tan a propósito de lo que se necesita hoy en día) ha contribuido enormemente a ser una especie de motor comunal: desde allí se dan a conocer las necesidades básicas, se emiten llamados, se conciertan reuniones, etc. Es de propiedad del Cuerpo de Bomberos, quienes junto a los demás servicios públicos han tenido una destacada participación en socorrer a las víctimas luego del caos inicial. Si hubiera una mejor coordinación entre los líderes locales se avanzaría mucho más en la perspectiva de futuro. Ojala ello se logre. La gente que sufre y que como siempre es la más pobre, lo exige, lo demanda y si ello no ocurre, el tiempo será un juez implacable con quienes no estuvieron a la altura de las circunstancias.  

En: Prensa Austral de Punta Arenas.