Por Antonio Rojas Gómez
El talento narrativo de Fernando Jerez fluye por dos vertientes: una sólida estructura argumental y un cuidadoso tratamiento del lenguaje. Ambos aspectos vigorosamente potenciados por un trabajo dedicado y exigente que no hace concesiones a la improvisación. Jerez es un autor que no permite que se le escapen sus personajes. Todas sus actuaciones, expectativas, éxitos y fracasos están previamente delineados por el autor y corresponden, con exactitud impecable, a características de personalidad minuciosamente estudiadas. Los seres que pueblan sus novelas y cuentos resultan, así, convincentes en su densidad humana.
En “Nostalgias y desdenes”, su libro reciente, es posible distinguir estas condiciones, presentes también en su copiosa obra anterior. En esta se advierte una decantación de las cualidades narrativas de Jerez. La prosa, de frases breves, consigue un ritmo rápido, con imágenes precisas y sugerencias atractivas, en la que importa tanto lo dicho como lo sugerido. Veamos un ejemplo: “Otra sorpresa, de apariencia inocente, pero de consecuencias impensadas y dolorosas, aguardaba. Encontré un pequeño cofre de terciopelo rojo. Un bellísimo collar de oro y piedras muy raras. Fue la única noticia que le di a Nazzir. La única noticia que debí haber callado”.
Quien narra la historia es Martín, joven escritor que acaba de obtener un premio interesante con su primer libro de relatos. Cuenta su relación con Katie, una publicista relativamente exitosa. La cuenta en pasado, porque esa historia terminó. Un día Katie desapareció y Martín no ha vuelto a saber de ella hasta que recibe un llamado telefónico de la joven. Allí empieza la novela. La sombra de Katie, su recuerdo imborrable para el protagonista, el misterio de su desaparición y su súbita llamada, planean sobre la vida de Martín y lo conmueven, invaden su vida entera. Porque claro, la vida no es solo un romance. Martín tiene también otros sueños, otras aspiraciones. Y una de ellas es rescatar del olvido a un escritor desconocido que ha vivido en el exilio y que, como ningún otro, consiguió en sus historias trazar una radiografía eficaz del alma nacional, fracturada por el golpe de estado, la dictadura y sus secuelas que llenaron de vértigo dos décadas de la vida chilena.
Aquella confrontación vivida en los años oscuros, entre quienes medraron del poder, económico más que político, y sus víctimas sumidas en privaciones angustiosas, está también presente en “Nostalgias y desdenes”, como el autor nos dice que preside la obra de Néstor Señoret, el escritor admirado.
Quien personaliza a los poderosos del régimen dictatorial es un empresario, Nazzir –“es un seudónimo que acabo de inventar, pero el hombre es real”, dice el autor (Pág. 28)-. Heredero de una fortuna familiar habida sin escrúpulos morales por su abuelo, quien vendió armas a paraguayos y bolivianos en la Guerra del Chaco, Nazzir se ha encargado de aumentarla hasta la exageración, y ahora, de regreso a la democracia, sueña con iniciar una carrera política que lo conduzca a las máximas alturas del poder. Para ello contrata a Martín, como escritor fantasma, que debe redactar su historia familiar.
El escritor duda entre sus convicciones y sus necesidades. Digamos que el protagonista está muy lejos de ser un héroe. Es simplemente un hombre, como cualquiera que pudiésemos conocer en una reunión social, en un vagón del Metro, en las graderías del estadio. Nada más y nada menos que un hombre con flaquezas y virtudes, con dolores y esperanzas.
He ahí el mérito de esta novela: la humanidad de sus personajes, tanto del protagonista como de quienes le rodean, y la convincente trama que se apodera del lector hasta conducirlo a un desenlace inesperado que abre horizontes nuevos a la vida.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…