“Las criaturas del cyborg”, de Diego Muñoz V.

Por Juan Mihovilovich

El título de la novela no puede ser más acertado. Precisamente, «las criaturas» del Cyborg puede interpretarse de un doble punto de vista: por un lado la criatura creada por Rubén Arancibia, un genio de la robótica, crea a su vez, pequeños «insectos» con vida tecnológica propia que se transforman en una extensión consciente de su poder y son capaces de acceder a espacios distintos y emitir información de su entorno.

Y, por otra parte los personajes de la historia, seres de carne y hueso, parecen -en un cierto sentido figurado- ser el pretexto deshumanizado -hecha las salvedades del caso- para que el cyborg exprese sentimientos profundos como su sentido innato de justicia, de fraternidad o  amor, no sólo expresado a  su creador, sino a quienes han sido y son todavía víctimas de una violencia soterrada, pero latente.

La línea argumental se vincula con el pasado reciente del país.  Un  régimen dictatorial que se amparó en el terror y la exterminación física de sus opositores no puede menos que dejar secuelas imborrables en la memoria individual y colectiva de una nación.  En esa perspectiva el regreso de un individuo poderoso vinculado a una red secreta -Génesis- que se desperdiga por el mundo y mantiene lazos explícitos o  implícitos con fuerzas criminales  aún más ocultas, pretende retomar los vínculos con aquellos agentes de seguridad ahora perdidos en el anonimato y la indigencia a los que la democracia (¿?) los ha relegado. 

En esa perspectiva, recrear nuevas estructuras de dominación se hace imperativo para el antiguo jefe, William, y su labor de contacto con aquellos agentes de seguridad que estuvieron bajo su mando le resulta imprescindible para diseñar una hipotética vuelta al poder.  Así, Orlando Sánchez y Mariani,  surgen como los estereotipos de seres abyectos, crueles y carentes de sentimientos.  Personajes que se mueven en el desarraigo social y moral, que carecen prácticamente de identidades propias, no figuran en los servicios de identificación y pululan por el mundo desprovisto de sentido.  Son el producto inequívoco de aquello que «botó la ola» del régimen opresivo y que, desligados de quienes fueron los autores intelectuales del horror, apenas sobreviven en sitios inhóspitos, pensiones oscuras, acceden a tugurios de mala muerte y viven mediatizados por relaciones circunstanciales donde no existe ni el trabajo, ni la familia o los amigos.  Aquellos serán -de nuevo- la punta de lanza para quien antes y ahora, procura retomar una antigua condición de poder como una prolongación de Génesis, figura simplemente innominada que denota la promoción del crimen organizado en la trastienda de las, aparentemente, tranquilas sociedades modernas.

Más que evidenciar una secuela ininterrumpida de vínculos que subyacen tras el  aparentemente firme aparato democrático, la novela de Muñoz Valenzuela incursiona en aquello que pocas narraciones chilenas evidencian de modo tan certero: la sociedades modernas -inclusa la nuestra- tienen u ostentan fragilidades que no siendo evidentes, demuestran a cada instante que las grietas del pasado pueden hacer caer el edificio institucional en cualquier  momento.  Y ello, desgraciadamente, no depende de las grandes mayorías, sino de quienes controlan  ciertos poderes que parecen tan lejanos al ciudadano común y corriente.

Así, el cyborg, prototipo de un futuro que está a la vuelta de la esquina, se yergue como un individuo consciente y, paradójicamente,  humano.  Y su condición de androide no lo exime de sentimientos.  Al contrario: pone sobre la mesa el dilema de una inteligencia artificial que adquiere vida propia -o conciencia de sí- por algún extraño desajuste en su creación  (que trae a la memoria al Hombre Bicentenario de Asimov) o, porque sencillamente, ha sido y es el nexo necesario para que la corrupción generalizada y el terror en que se mueven ciertas fuerzas ocultas, puedan ser divisadas o divisables y, por lo mismo, enfrentadas.

Una novela dinámica, penetrante,  no exenta de escenas fuertes, crueles, que sólo reafirman que ciertos individuos se mueven siempre en las movedizas arenas de sus apetitos personales, mediatizados por sus pasiones más secretas y perversas, pero que, enfrentados al viejo dilema del mal o el bien, algunos -sean criaturas o creadores- optan aún por un gesto fraternal y duradero.

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Las criaturas del cyborg.

Novela. Diego Muñoz Valenzuela.

Editorial: Simplemente Editores. 2010.

Santiago de Chile.