Esteban Valenzuela

Esteban Valenzuela Harrington

Nació en San Carlos de Bariloche, el 25 de octubre de 1961. Es el tercero de cinco hermanos. Su padre, Ricardo Valenzuela Molina, fue profesor de mecánica en INACAP; su madre, Vania Harrington Farías, dueña de casa.

Estudió en Santiago, en el Liceo de Aplicación. Trabajó 20 años en el área Seguros. Plantó un naranjo, tuvo cinco hijos, le quedaba escribir un libro. El año 2006, decide dedicarse de lleno a la literatura. Fue seleccionado en la 15ª Antología 2008 Cuentos en Movimientos. Desde el 2009, mantiene el blog, http://eleternocaminante-esteban.blogspot.com , y participa en el sitio web www.textale.com. Es socio activo del Círculo de Escritores de la V Región y trabaja para la Editorial Planeta de Papel, con la cual editará próximamente su primer libro de microcuentos y cuentos. 

Te bañaste de nuevo

¡Te bañaste de nuevo! – gritó la madre, ¿Qué acaso crei’ que el agua la regalan? Su hija no contestaba nada, se secaba… ¡Contesta, desgraciada, crei’ que la plata la regalan!, anda, contesta po’… ¡Claro, como la linda no trabaja, sólo va al colegio, no tiene idea lo que cuesta traer la plata a casa!… ¡Segundo baño en el día, creerá que tiene el cutis de porcelana!… Su hija no contestaba nada. Y tú no le decís nada; claro, otro vago más, si la única tonta que trabaja soy yo, estoy todo el día fuera, y qué me encuentro, la linda bañándose, y tú echado en el sillón como de costumbre…El hombre se paró, la tomó por los hombros y le pidió se calmara, llevándola al dormitorio (donde todo lo arreglaba). En el baño, la niña, entre lágrimas trataba de sacarse las huellas de aquel que recién la manoseara.    

Otra de ésas noches

Otra de ésas noches en que ambos nos encerramos en nuestros mundos. Tú te refugias entre las sábanas, huyendo de mi hálito alcohólico y de mis vulgaridades o mis desgarros del alma, como sueles reprocharme, mientras vas por el pasillo quitándote la ropa, y me dejas a la deriva, presto a naufragar con mis alucinaciones bañadas en alcohol. Es que sólo con un trago, soy capaz de volcar mis reales sentimientos, de encontrar el hombre que hay dormido en mí, de decirte cómo te necesito, como cada día soy más preso de tus caricias, de tus besos, de tu presencia, de toda tú, que te has vuelto una especie de holograma que transita por nuestra casa, como si el no poder alcanzarte fuese para ti, el máximo sentido de la vida. Siento que torpemente me convierto en tu niño, en ese niño que necesita lactar de tus pechos la savia de la vida, y que desaparece con cada borrachera. Por eso escribo, y te escribiría mil vidas más si fuese necesario, si ello me permitiese arrullarme entre tus brazos y encontrar el anhelado consuelo. Es esta sensación el único sentido que me ciñe a la vida, mientras saboreo el amargo sabor del licor, que me seca la boca y me invita a mojarme la garganta una vez más, mientras la barca de mi amada se aleja a la deriva de mi existencia.

Submundo

A pesar que se despidió con un beso, le sentí distante, quizás más distante que otras veces. Sé que no le gusta lo que hago, ella preferiría que volviera a ser él de antes, sin importar más nada. Aunque le explico mi forma de ver las cosas ahora, no logro convencerla y siento su rechazo. A veces pienso que sólo es cuestión de tiempo, pero luego entiendo que nuevamente me estoy mintiendo; somos tan diferentes, si tan sólo pudiésemos acercarnos un poco, sin que por ello tengamos que perder algo ambos… Ella va a su mundo concreto; yo, en tanto, me pierdo en mi submundo de sueños escribiendo lo que siento.

 

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 Microcuentos leídos en el III Encuentro Chileno de Minificción “Sea breve, por favor”. Valparaíso, junio del 2011.