Por Diego Muñoz Valenzuela
No creo en ningún dios con marca registrada. Ninguna religión ha logrado convencerme. Sin embargo, puedo imaginar que existe un ente superior al que puedo contarle mis penas y mis rabias, y rogarle para que nos ayude. De esa extraña convicción y de la emoción que siento ante lo que sucede en mi país, ha surgido este texto.
Me da rabia que a nuestros representantes en el congreso -como norma, porque no pierdo la esperanza de que haya excepciones- les importe un comino defender nuestros intereses. Los veo más ocupados en representar los intereses de sus partidos políticos, de los financistas de sus campañas, de los poderosos que los tientan, los manipulan y los presionan. Los ciudadanos les interesamos muy poco, eso se nota, y me molesta, porque las cosas no debieran ser así. Y esto también vale para otros dirigentes afincados en toda clase de organizaciones que han dejado de servir a sus bases, sean ellas partidos políticos, sindicatos, gremios o clubes de fútbol.
Por eso te pido encarecidamente que nos ilumines con la gracia de la autonomía de pensamiento, que nos hagas ver la imperiosa necesidad de que pensemos y actuemos por nuestra cuenta. Me encoleriza que nos crean idiotas y que traten de manipular nuestras conciencias mediante la farsa sistemática y oprobiosa que los medios de comunicación –fieles a los intereses de sus propietarios- propalan por doquiera. “Una mentira mil veces repetida….se transforma en verdad”, aseveraba Joseph Goebbels, y me horroriza ver y oír a sus seguidores por todas partes.
Por eso te pido con humildad que nos dotes de agudeza para analizar la realidad en que vivimos y que no nos dejemos influir por las meras apariencias de escenografías bien montadas, para distinguir la mentira de la verdad y ver debajo del agua turbia de las versiones oficiales.
Me indigna que pretendan dirigirnos y darnos lecciones de ética aquellos que unas pocas décadas atrás caían de rodillas para recibir las medallas que repartía el dictador en un cerro coronado de antorchas que no consiguieron penetrar la oscuridad de un país estremecido por el crimen institucionalizado.
Por eso te ruego nos dotes de la capacidad de recordar e interpretar la historia y sacar nuestras propias conclusiones.
Me crispa que quienes permitieron o facilitaron que tantos oprobios se hayan mantenido inalterables por décadas, ahora se llenen la boca con exigencias que no ejecutaron, sea por comodidad, por temor o para mantener el status quo.
Por eso te pido que no nos hagas confiar en falsos cantos de sirenas que pretenden convertirnos en un inmenso rebaño.
Me da ira que los autoritarios, los maquinadores, los sectarios y los manipuladores se apresten para obtener beneficios de las esperanzas y los esfuerzos de las personas sencillas que sueñan con un cambio real.
Por esto te demando que nos refuerces la conciencia libertaria y sobre todo la tolerancia para descubrir nuevos caminos y tener el coraje de recorrerlos.
Me irrita anticipar que en aquellas sendas de futuro que imaginaremos juntos, los adversarios del progreso y los ambiciosos del poder instalarán millares de obstáculos: trampas, tentaciones, señales erróneas, amenazas, represiones y quizás hasta crímenes. Los cambios necesarios no son fáciles de lograr: tomarán mucho tiempo y requerirán grandes esfuerzos.
Por eso te imploro que nos llenes de fe y perseverancia para seguir adelante, contra viento y marea, y no renunciar a la esperanza de un país mejor. Te exijo nos infundas tanto coraje como inteligencia y fuerza, porque la razón está de nuestra parte.
Te suplico que nos transformes profundamente, nos hagas entregarnos a esta lucha con generosidad, con transparencia, sin segundas intenciones, porque así seremos mejores como personas. Ese es el único camino que nos conducirá a un país mejor, más justo y más solidario.
En: Diego Muñoz V.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…