Por María Nieves Rico [1]
En América Latina, en algunos países hasta un 40% de las mujeres reconoce ser víctima de violencia física, y en toda la región dos de cada tres mujeres es víctima de violencia emocional o psicológica.
[1] Antropóloga argentina. Oficial de Asuntos Sociales de la División de Desarrollo Social de la CEPAL, Naciones Unidas, en Santiago de Chile.
Estas son cifras oficiales, pero detrás, o mejor dicho delante, de estos números hay mujeres, hombres, familias, relaciones de pareja, madres, padres, hijas…, que en este libro que nos convoca hoy, adquieren cuerpos, nombres propios, vínculos y territorios.
En el año 2009 hubo 53 mujeres en Chile muertas por muertes ocasionadas por su pareja o expareja íntima. 53 mujeres asesinadas por varones que las amaron, ¿las amaban…? Una mujer muerta por semana… seguro que más. Están las que no son registradas, las que pasan por otras estadísticas, las que no vemos y las que no queremos ver.
Este libro es un conjuro para el femicidio.
Las formas de la violencia contra las mujeres son muchas y se producen en diversos espacios. Podemos identificar con matices: maltrato en las relaciones de pareja, femicidio, acoso sexual en los lugares de trabajo y de estudio, abuso a menores, trata de mujeres, explotación sexual, discriminaciones contra las mujeres migrantes, las indígenas, las portadoras de VIH-SIDA, las lesbianas, las ancianas… Y por qué no nombrar la violencia institucional que encontramos en las normas y las leyes, en las políticas públicas, en las oficinas estatales, en los funcionarios, en los horarios de atención y en los medios de comunicación.
La violencia contra las mujeres es una violación a sus derechos humanos. Y como toda violación a los derechos humanos es una manifestación de relaciones de poder, de desigualdades instaladas, de discriminaciones cotidianas, de abusos y controles, que en este caso específico tienen historicidad en las relaciones entre varones y mujeres.
¿Cómo hablar de violencia, sin hablar del poder? Con el poder del lenguaje, las generosas autoras de este libro nos hablan, en cada microcuento, del lenguaje del poder.
Permítanme una digresión. Hace exactamente 20 años, mi amiga y comadre Pía Barros, me acompañó y sostuvo en la escritura de mi primer documento para Naciones Unidas que fue precisamente sobre la violencia contra las mujeres. Les confieso que después que se presentó pensé que era mi debut y despedida… las reacciones de muchos colegas fueron muy duras, las reacciones de muchas colegas estaban llenas de sorpresa y suspicacia, las reacciones del director fueron de incredulidad y desautorización, las reacciones de mi jefa fueron de apoyo. Una mujer apoyando lo que otra mujer hacía y decía… juntas se hizo posible seguir adelante… Del mismo modo, yo quiero acompañar hoy a Pía y a las 100 escritoras.
La experiencia de la violencia contra las mujeres en sus distintas facetas nos dice que muchos de estos microcuentos podrían haber sido escritos -si fuéramos escritoras- por cualquiera de nosotras. Muchas, o casi todas, podemos decir con dolor, “a mí también me pasó”. Y, sí, probablemente sí, sólo que lo escribieron ellas, 100 mujeres que dicen BASTA!, lo hicieron con su propio estilo, sus miradas, sus experiencias, sus miedos, sus seguridades, sus propias palabras seleccionadas y acariciadas lentamente para este libro.
Con ellas, todas nosotras decimos ¡BASTA!, y les agradecemos haberlo dicho tan bien y de manera contundente, y les agradecemos permitirnos ser parte del coro, del grito, del límite que ponemos ante tanto abuso de poder, y sobre todo ante tanta impunidad.
Creo que en el libro es posible leer junto a un BASTA a la violencia un BASTA a la impunidad.
¡Estamos hartas!
Cada cuento nos habla de una vida, y de las vidas que con esa vida se ensamblan. Entre todos se va construyendo memoria, biografía compartida, un mapa de cuerpos, o varias mapas que conforman un solo cuerpo de mujer.
Devolver la violencia con creatividad no es poca cosa. En ese sentido, es un libro sorprendente. Si la palabra crea mundos, la palabra nos ofrece la posibilidad de cambiar ese mundo que nos hace daño, que ya no queremos soportar más. La palabra nos ofrece la posibilidad de crear un nuevo orden de género.
La invisibilidad de la violencia contra las mujeres hasta hace muy pocos años estaba también relacionada con la ausencia de palabras para mencionarla, definirla, reflejarla. La violencia contra las mujeres era innombrable, estaba rodeada de silencio –de hecho este libro está dedicado “a las acalladas por el femicidio”- , y este libro habla por ellas, en ellas, por nosotras y en nosotras..… y si la palabra nombra, lo nombrado ya es parte de nuestra realidad y la podemos cambiar… podemos hacer que algo ocurra… podemos participar activamente del diseño de nuestra propia, única y compartida forma de ser mujeres, y esto solo con 150 palabras como máximo.
Este es un libro que habla de la violencia pero también del amor. Como dice mi coterránea la escritora rosarina Angélica Gorodisher “el amor esa cinta brillante que se mueve sola y te ahorca o te engalana”.
También este es un libro que habla de luces, de lucidez, de ciertas muecas y sonrisas, de círculos que se rompen, de valentías, rebeldías, atajos y resilencias. Todo ante el decorado fantasmal de una sociedad patriarcal que dictamina lo que tenemos que ser y como debemos ser, sin darse cuenta que “nosotras las de entonces ya no somos las mismas”… aunque todavía estemos presas de todos los destinos compartidos.
No es fácil, no. Sabemos que no es fácil. Pero aquí estamos porque como dice una amiga “¿quién te dijo que la vida era fácil”? A veces es directamente inaceptable.
Muchas mujeres aún no denuncian, en este libro otras mujeres lo hacen por ellas. Pero no se quedan en la denuncia. En el libro hay entrega, hay belleza, hay memoria y hay esperanza. Este libro está despertando otro que se anuncia: “100 hombres contra la violencia”. La Editorial Asterión lo está convocando.
La lectura de los cuentos también construye puentes, entre las protagonistas, y entre ellas y nosotras. No importa si te golpearon, te violaron, te insultaron, te amenazaron, si no pudiste ser feliz, si todavía lo estás intentando. Para nosotras y entre nosotras, ser víctima de violencia no te estigmatiza. Porque las mujeres estamos siempre en peligro de que algo de eso nos pase. La mayor vulnerabilidad, o el mayor factor de riesgo frente a la violencia es ser mujer. Y entonces ¿cuál es el factor protector? No lo busquemos en la edad, la educación, el trabajo,…-la violencia es transversal-. Estoy convencida que la protección frente a la violencia está en la libertad, la igualdad, la autonomía.
Por ello, junto a la imprescindible política pública dirigida a prevenir y sancionar la violencia contra las mujeres, cualquier política de igualdad, cualquier política antidiscriminatoria, cualquier política que empodere a las mujeres como sujetos de derechos, es una política antiviolencia.
La naturaleza discriminatoria de la violencia y los mecanismos de dominación se topan en cada uno de estos microcuentos con subjetividades y emocionalidades explícitas. La cultura sexista se ve interpelada por la escritura de estas 101 mujeres, con un acto de autonomía, de ciudadanía, de solidaridad y de convivencia.
¡BASTA! es el sortilegio que invoca futuro.
Gracias.
***
Presentación de la antología de microcuentos ¡Basta! 100 Mujeres contra la violencia de género, Editorial Asterión.
Fundación DIALOGA, 21 de noviembre de 2011.
¡Bravo por el intertexto con Borges! Saludos.