1 ramon diazPor Iván Quezada

Ramón Díaz Eterovic es un detective-poeta, un autor que vive junto a su personaje, Heredia, el paso del tiempo y de la historia de Chile. Por lo mismo, es una voz autorizada para hablar de todos los asuntos humanos e inhumanos que dan vida o muerte a la comedia del país.

 

Sabemos que en la literatura empezaste por la poesía. ¿Cómo es tu relación actual con los versos?

Sigo siendo un lector habitual de poesía y suelo volver a mis autores favoritos, o leo libros de poetas chilenos más jóvenes, para conocer aunque sea en parte que está pasando con nuestra poesía. Y sigo escribiendo poesías. Tengo textos para un par de libros, pero por ahora sin ninguna intención de publicarlos. Como diría Parra, son parte de mi “poesía secreta”.

Parece que la poesía de Jorge Teillier ha vuelto a un nivel subterráneo, luego de muchos años de exposición mediática. ¿Cómo ves su legado en la segunda década del siglo XXI?

No pienso que la poesía de Teillier esté en un subterráneo. Suelo encontrarme con gente que lo lee, sobre todo gente joven que lo descubre y se fascina con sus versos, como en su momento nos pasó a muchos de mi generación. Y en las librerías siempre hay nuevas ediciones de sus libros. No es un autor que haya desaparecido de los anaqueles. Teillier pertenece a los ocho o diez autores fundamentales de nuestra poesía, y eso significa que su presencia será permanente entre los lectores.

Estamos en un período de elecciones en la SECH, la Sociedad de Escritores de Chile, de la cual tú fuiste presidente. ¿Ya no te atrae la vida gremial de los escritores? ¿Qué te parece el funcionamiento de esta sociedad en los años recientes?

Tengo un gran cariño por la SECH donde conocí a muchos escritores que son importantes para mí y en donde participé en muchas actividades que fueron importantes durante la dictadura y los años posteriores. Durante mi presidencia, entre los años 1991 y 1993, creo que se hicieron cosas buenas, como el Congreso “Juntémonos en Chile” y la revista “Simpson Siete”, entre muchas otras cosas que significaron agitar el ambiente literario y darle mayor categoría al accionar de la SECH.

Sigo creyendo que la vida gremial es necesaria y me parece que la decadencia y los líos que se viven en la SECH, en buena medida, se deben a que muchos escritores de mérito se alejaron de ella y dejaron el espacio en manos de gente poco idónea, como dirigentes y escritores. Me da pena escuchar que se habla mal de la SECH o saber que hay líos de cheques y otras vainas. Siempre pensé, y cuando fui presidente lo intenté, que por la SECH debía pasar la literatura chilena y que fuera un punto de encuentro de los escritores, como lo fue en una época en la que uno podía encontrar en ella a Lihn, Teillier, Coloane, Rolando Cárdenas, Martín Cerda, Mario Ferrero, y tantos otros autores que eran un estímulo sobre todo para lo que entonces éramos más jóvenes.

Heredia, como su autor, avanzan en el tiempo. ¿Sus próximas aventuras serán más reposadas, considerando que “los años no pasan en vano”?

Heredia está más viejo y eso en algo se refleja en la próxima novela que se llama “Mañana nadie dirá sus nombres”. Tiene que ver con la concepción del personaje, en el sentido que es un tipo que envejece y que, por lo tanto, va experimentando el paso de los años por su cuerpo y por sus sentimientos. Hoy es un cincuentón al que le cuesta subir escaleras o corretear maleantes, pero no ha perdido sus valores ni su anhelo de buscar verdades y establecer algún tipo de justicia. Está más cansado o más flojo, pero le queda cuerda para rato. Este año espero que se publique la novela que mencioné y estoy escribiendo otra, que sería la décimo quinta de la serie.

Una pregunta de política: este año parece que volverán las movilizaciones sociales del anterior, o quizás con mayor intensidad. ¿No te recuerdan los tiempos de las protestas contra Pinochet en los años ’80? ¿O ahora todo es más turbio?

Desde luego que las manifestaciones de los dos últimos años me recuerdan las que se producían en los ochenta. Por la intensidad, la participación y los componentes de justicia social que las impulsa. Entonces eran contra la dictadura y hoy son contra el sistema que ella nos dejó de herencia, injusto por donde se le mire. La diferencia es que hoy son más diversas y con menos injerencia de los partidos políticos. Antes había un objetivo claro: derrocar a Pinochet; hoy los objetivos son más parciales, puntuales, regionales, pero todos apuntan contra la sociedad de libre mercado en que vivimos. Lo interesante sería que esos objetivos parciales confluyan en uno o dos generales. Entonces, tal vez, el sistema recibirá los golpes que merece y se podrá provocar cambios constitucionales, mejorar los derechos de los trabajadores, proteger el medio ambiente de las mineras y otras empresas depredadoras, mejorar la educación y salud, y otras cosas que son parte de las demandas de mucha gente en este país.

¿A qué se parece más un escritor: a una liebre, a un gato o a un rinoceronte?

A un gato, de todas maneras. Un tipo más o menos flojo, que le agrada mirar la vida desde una ventana y que le gusta que alguna gatita le haga algún cariño al caer la jornada.

¿No encuentras curioso que se le de tanta importancia a los escritores, cuando las estadísticas de lectura son paupérrimas en nuestro país? ¿O derechamente los escritores no tienen ninguna importancia en la sociedad chilena?

Cada vez tienen menos importancia y son menos leídos, incluso los que son más nombrados. Hay escritores y escritoras a los que entrevistan a cada rato, y a la vuelta de unos meses sus libros están en las mesas de saldo de las librerías. Hace tiempo que los escritores y poetas dejaron de ser “la voz de la tribu” como lo fueron en otras épocas. Hoy, cualquier bataclana que menea su culo en la tele es más conocida que la mayoría de los escritores chilenos.

Para muchas personas ligadas a las letras y las artes, el Fondart y el Fondo del Libro son botines de guerra, que se reparte una élite con influencia política. ¿Con el gobierno de derecha se repite esta dinámica, crees tú?

No sigo ni soy un estudioso de los resultados de los fondos que mencionas, como para pensar en ellos como botines de guerra. Supongo, que como en tantas otras cosas de la vida chilena, hay tráfico de influencias y favoritismos. Para mí, esos fondos son como jugar al Kino. Nunca o unas pocas veces, se gana, y la mayoría de las veces se pierde y te sale una pantallita que dice: Game Over.

¿Piensas que la Concertación le hizo justicia a la cultura creando dichos fondos, o empeoró las cosas con una zanahoria?

Al respecto, intento ver el vaso medio lleno y pensar que gracias a esos fondos, y pese a sus deficiencias, se han podido hacer cosas interesantes, como congresos, edición de algunos escritores jóvenes, rescate de autores olvidados, etc. El problema es que la Concertación creó esos fondos y se dio por satisfecha, cuando se podrían haber perfeccionado o sumar otras iniciativas. Todo el sistema de becas a escritores es muy mediocre y faltan proyectos que apunten a la difusión de las creaciones. Por ejemplo, perfectamente el Consejo de la Cultura o cómo se llame, podría tener una red de librerías en todo Chile. Hay muchas ciudades donde no existen librerías o las que hay sólo venden lápices de mina y gomas de borrar.

¿Te imaginas un mundo sin lectores, pero con la mayor cantidad de libros impresos y digitales en la historia de la humanidad?

Suelo imaginar un mundo de pocos lectores, luchando por mantener con vida unos objetos extraños llamados libros. Tipos raros que aprecian el olor de la tinta, la textura de los papeles, el pausado ir y venir de las páginas. De eso ya habló Ray Bradbury en su novela Fahrenheit 451 que recomiendo leer porque tiene absoluta actualidad.

También imagino a seres que manipulan artefactos digitales, que han perdido el uso del lenguaje, que se comunican con apenas unos pocos signos, y que han llegado a perder la noción de las cosas reales. Tipos que tienen mascotas virtuales, sexo virtual, comidas virtuales, que se emborrachan gracias a efectos virtuales. Y que tienen vacío, mucho vacío a su alrededor.

¿Qué les dirías a los jóvenes chilenos que, sin miedo, se enfrentan a un sistema nacido de un horrible golpe de Estado?

La verdad es que no sé si me corresponda decir algo a “los jóvenes chilenos”. No soy el gurú de ninguna iglesia o partido, y tampoco son todos los jóvenes los que se enfrentan al sistema, ya que evidentemente hay algunos que ya están bastantes domesticados.

Pero sí admiro lo que hicieron los estudiantes y universitarios el año pasado y que seguramente se repetirá el 2012, y que no es nada más ni nada menos que despertar la conciencia de un país que está medio atontado por el individualismo, la estupidez de la televisión comercial y el consumo. También me provocan entusiasmo los movimientos sociales de Aysén o de Magallanes. Sus acciones dan esperanza.

Ojalá los jóvenes, y los adultos y los viejos sigan luchando, que no renuncien al sueño de vivir en un mundo mejor y sobre todo que trabajen por hacer ese sueño realidad. Que nobajen los brazos, que resistan y se mantengan unidos.

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En: Revista La noche, mayo 2012.