Por Omar Pérez Santiago

Tal si fuese a escuchar el jazz de Miles Davis  y de sus riffs, sin hacer ruido, en un momento sombrío y espectral, concentrado, quizá con un Martini en la mano, en 19 poemas de la primera parte del libro de Cecilia Palma, identificados por un numeral romano, la vemos entrar a la ciudad, un mundo crepuscular de misteriosa noche, de oscura contemplación vaporosa, sutil y de profundidad emocional, quizá “la sacra, indecible, misteriosa noche” de Novalis.

Texto distante, austero, elegante minimalista, siempre inspirado, de alguien que inventa regresar al mundo de noche,  alguien desesperanzado vuelve a la ciudad sombría, extraviada o perdida o replegada desde alguna parte llamada Siberia, y en esos adoquines muy grises, esos ojos muy tristes de desaliento se encuentran con perros que sueñan sueños de perros,  sombras de marionetas en los muros del muelle o en el puente del río o un gato que maúlla. Una especie de melancolía, esa especie de nostalgia destilada a gotas que hace feliz, (un poco, no mucho), un licor de evocación y limitada placidez en la melodía, en la visualidad y la riqueza emocional contenida. Un aguijón que a veces duele. ¿A qué se viene a un tiempo de silencio después de atravesar el fondo?

La segunda parte del libro se llama el Beso de Judas, 25 poemas donde se vivencia el mundo sin dioses, donde ahora se vive la separación del eros, el sentimiento y el sentido; por treinta monedas, habría que agregar. El amor tránsfuga que come de tu pan, utilitario de la cultura de la suposición y de lo especulativo que  le  deja nada y ausencia: unaprofunda soledad, un hambre existencial. El timador pirata -un lobo negro vacío, exhumado,  enfermo sin saberlo-, es inasible y  anuncia de madrugada que se escapa “ a Vietnam o a la muralla milenaria”, un hombre que se fuga a un lugar mientras más exótico mejor, una mascarada, el espejo de un amante  que no puede sostener la mirada. “Ahí te dejo y a ese designio que te amó”

Pedazos de una voz notable, que crea una unidad con el control de las formas, de cada línea, de cada imagen, de cada silencio. Auténtica Metapoesía reflexiva del signo, que enfrenta a estereotipos, con el espesor, la intensidad de zonas oscuras y muy vivas. Unidad de fondo y tono y  un solo movimiento. Poemas breves y tupidos de escrupuloso diseño. Concisos y sobrios, estructurados, con significaciones enigmáticas y adhesión a su fondo metafísico que funda el vibrante núcleo temático de su poesía ontológica.

 

Vuelvo de Siberia esta tarde, El Juglar, 2011

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En: Escritores y poetas en español