Por Claudia Rodríguez Monarca*
En la literatura latinoamericana hay ya instalada una larga tradición de relatos testimoniales, tipología discursiva que ha llamado Leonidas Morales, los géneros referenciales. En ellas se percibe la perspectiva del sujeto narrativo colectivo y subalterno, que siente la urgencia de fijar y testimoniar su verdad.
Los derroteros de este tipo de textos cobran dos caminos, los que privilegian la función de testimoniar (por sobre una función poética) y los que valoran el carácter literario, novelando los elementos provenientes de la realidad, es decir, sometiéndolos a un proceso de ficcionalización. Este último pareciera ser el caso de La montaña rebelde, una escritura literaria de resistencia y tozudez por activar la memoria y reconstruir la historia. En este sentido el libro de González se inscribiría en el corpus de literatura testimonial de Latinoamérica.
Al leer La Montaña rebelde, de Rubén González, me es imposible dejar de establecer ciertos dialogismos con tres relatos testimoniales, de distintos lugares, pero que tienen como común denominador el mismo escenario, las mismas fuerzas opuestas, la represión, los levantamientos armados y un sujeto narrador letrado e intelectual que tiene conciencia y control sobre su propio discurso. El primero de ellos es La montaña es algo más que una inmensa estepa verde, de 1982, narración retrospectiva de Omar Cabezas, un nicaragüense miembro del Frente Sandinista de Liberación Nacional que relata el accionar de la guerrilla y su interacción con el campesinado en la montaña. La montaña es, en este texto como en el de González, el hábitat que les posibilita la seguridad y la clandestinidad. El segundo texto es Hablarán de mí, de la colombiana Fabiola Calvo, testimonio novelado de hechos violentos de la historia colombiana vividos por la autora, como los Consejos de guerra realizados en los 70, donde se juzgó a centenares de líderes políticos y sociales de la izquierda colombiana. Calvo relata hechos como el asesinato de tres de sus hermanos, la vida de los presos políticos en la isla Gorgona, la militancia clandestina y el exilio. Por tanto comparte González con este texto la función de la literatura (testimonio novelado) como vehículo de la memoria. El tercer relato es Crimen sin castigo. Neltume, Santiago, Tejas Verdes, de Juan Carlos García, del 2004. Aquí el contexto es el mismo, pero la función del relato es distinta. Lo que pretende es testimoniar los hechos tal cual fueron, por ello las coordenadas temporales y espaciales son claves para la veracidad del relato. Aparecen con nombres y apellidos todos los sujetos involucrados, las fechas exactas, las descripciones de las calles. Parte el relato con lo que pasó en la provincia de Valdivia, en el complejo maderero de Neltume, en las montañas de Panguipulli, en la Universidad Austral y en las cárceles y los sitios de tortura de esta parte del sur de Chile, para culminar con su paso por Tejas Verdes y el exilio a Canadá. Un cuarto texto dialógico lo constituye, obviamente, su propio texto Neltume, el vuelo quebrado (2002. Editorial Pentagrama).
Llega este libro en un contexto particular y sensible para la historia de Chile, y viene para formar parte de un corpus de textos que testimonian un aspecto poco abordado en los relatos de la dictadura (que son preferentemente de lucha política y social), esto es, la perspectiva y la vivencia desde la insurgencia, los combatientes y guerrilleros de Neltume y los que formaron parte de la operación retorno. La importancia de esta zona geográfica es que fue la más conflictiva a partir del golpe militar: “la zona del complejo maderero Neltume, tal vez el único lugar en Chile donde el MIR trató de organizar una resistencia armada decidida a enfrentarse y resistir el embate de las fuerzas militares” (Enrique Valdés). Como dirá el propio Rubén González “eso hace de Neltume un tema interesante para el trabajo artístico ya que entrega una señal totalmente distinta a lo que es la coherencia histórica del país” (2003).
La montaña rebelde, es un texto que reúne 12 relatos (la portada lo explicita como “Cuentos”), relativamente autónomos, pero sobre todo, imbricados, interrelacionados, yuxtapuestos o en in media res. Me atrevería a pensar que corresponde entonces a un tipo de novela con un relato único, pero presentada de manera fragmentada, juega de este modo con las elipsis, los cambios temporales, dinamismo que mantiene al lector atento a los desenlaces de los acontecimientos. La estructura del libro es fiel a esa fragmentación, historias inconclusas que tensionan el relato y que luego, en otro cuento encuentran su final (trágico o no), pero que se cierran, posibilidad en la vida ficcional que no tiene su correlato en la vida real. Clave en su construcción es la presencia de un narrador omnisciente que relata intercaladamente los acontecimientos simultáneos entre los distintos actores, los guerrilleros de Neltume, los boinas negras y los campesinos de la zona. Los escenarios son preferentemente localidades rurales del sur, la montaña, Chan Chan, Panguipulli, Neltume, pero también ciudades como Temuco, Santiago y algunas provincias Argentinas, como Neuquén, Mendoza, Tucumán, Buenos Aires, o Pinar del Río en Cuba, donde recibieron muchos de ellos adiestramiento.
Destacan aspectos relacionados con el paisaje, el lenguaje, los guiños a una iglesia popular (en “Al filo de la trampa”), la función de la literatura y las relaciones dialógicas o discursivas con otros textos.
A propósito de los escenarios, en toda la primera parte, los primeros cuentos, no se hace alusión a nombres específicos de lugares ni tampoco de personas reales, salvo a Neltume y el comandante Pepe, luego aparecerán lugares concretos y nombres como los de Allende, Camilo Torres o el sueco Svante Grande.
Llama mucho la atención que los personajes están provistos de rasgos muy humanizadores, como la amistad, la lealtad (salvo el primo del primer cuento “El testamento de Caín”), pero también se dan el tiempo para participar de hechos cotidianos (que los relatos breves tildan de ripio) como la contemplación de la naturaleza. Hay muchos pasajes en que se leen comentarios sobre ello. Pag. 104, 128 ¿Cuál es el rol de la naturaleza en este texto? El rol del paisaje y la imagen visual tiene relación con el énfasis en el carácter audiovisual, que es otro aspecto de interés para el autor. La montaña, ese verde y blanco, será un leitmotiv en los relatos, no sólo como paisaje, como en el relato “Mientras la nieve cubría los árboles” (p.97), y esa hermosa frase “Lo último que vieron sus ojos fue la nieve que cubría los árboles”.
Si bien estos cuentos no constituyen una lectura fácil (ni populista o panfletaria), es accesible, y recurre por ejemplo a micro historias casi anecdóticas (p.45) o a la descripción del paisaje; a su vez hace uso de un lenguaje o metalengua más bien propia de un discurso armado y de enfrentamiento, como las nociones de “adiestramiento, instructivos, formación en abanico, formación en columnas, los boinas negras, operación retorno, embocada, fusil, disparador, etc.”
Leer este libro es como entrar en la montaña y perderse en esa extraña topografía, que invita a buscar nuevos senderos y repensar nuevos modos de recuperar la memoria y reconstruir nuestra historia, aunque a veces nos perdamos en el camino y se desdibujen las coordenadas.
*Doctora en Teoría Literaria y Literatura Española. Docente de la Universidad Austral de Chile.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…