«Del otro lado del laberinto» es especialmente hermosa: cada texto abre un intertexto, el «archivo primario», con la llave de la minificción y que nos sumerge en un sinfín de historias míticas y recreadas. La palabra se pierde en el mar de Ulises o en los tejidos de Penélope; se fortalece con Teseo y el Minotauro; se tranquiliza con la lira de Orfeo; se marcha con el barquero Caronte, no mira a Medusa o se embriaga con Dioniso. Aquí hay tantas historias y tantos universos que el verdadero agón es soltar amarras y entregarse al laberinto sin temor.

Lilian Elphick

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