PERDONE USTED, DON LUCHITO

Por Jorge Lillo

En la que, arrepentidos de haber tenido esperanza,
rogamos la misericordia del egregio.

Bueno, perdone, Luchito,
que aquí no ha pasado nada;
su cosa ya está olvidada
y ni siquiera hay delito.
Su problema ya ha prescrito
sentando jurisprudencia.
Vuelva usté a su residencia,
lleve una dieta liviana
y llame a sus ucranianas
sin que pese en su conciencia.

¡Mire cómo son las cosas,
cómo son los cominillos,
los chalecos amarillos,
las aceradas esposas
y las conversas sabrosas
que se tienen entre amigos:
–tú me pagas, yo te digo–
con vista a buenos negocios,
pero nunca falta el socio
que aflore como testigo.

Disculpe usted las molestias
y las metidas de pata;
aquí tiene su corbata,
su celular, su modestia.
Actuando como unas bestias
pedimos sangre y arena,
mas, al fin, valió la pena,
pues libre de polvo y paja
recupera la baraja
sin repudio ni condena.

Dispense, señor don Lucho,
que no habiendo ni un cadáver,
lo hayan metido a la Yáber
a dormir en un cuartucho.
Pero ya dejó los calduchos
que sirve gendarmería
y vuelve a comer hoy día
los condumios sabrosones
que degusta en los salones
la carroña, cada día.

Por fin, aquí me despido
como siempre, anonadado;
lamento lo que ha pasado
con trato tan desmedido.
¡Con usted! que ha dirigido
el país desde las sombras.
¡Usted!, que ha honrado la alfombra
de los grandes tribunales,
con pasos pontificiales
vuelve al ruedo, a la descombra.

JORGE LILLO / 22 DE MARZO DE 2025