Por Miguel de Loyola
Publicada en 1911, la novela El tapete verde del escritor talquino Francisco Hederra Concha (1863-1944) delata los vicios de los hombres acomodados de la ciudad de Talca en la época respectiva a su publicación. Max, joven protagonista, llega a la región a fin de hacerse cargo del fundo comprado por su padre para resolver su destino y sus problemas económicos, ya que el joven aristócrata no ha obtenido ninguna profesión.
La situación descrita, evidencia un problema social de profunda trascendencia en la historia nacional, por cuanto la aristocracia de la capital -para sacarse las ovejas negras de la familia- terminaba entregando patrimonios del cual pendía la vida del campesinado chileno.
Una vez establecido en la ciudad, pasados los disgustos propios del joven capitalino trasplantado a la fuerza en la provincia, Max adquiere poco a poco los hábitos de sus nuevas amistades, pasando así largas horas jugando en el casino del Club Social, donde, por cierto, pasa sus horas de ocio la aristocracia criolla existente en la región. Paralelamente, se enamora de la joven talquina Berta, y terminarán casándose. Sin embargo, la novela no incursiona en la intimidad amorosa de la pareja, y tampoco puntualiza sobre el trabajo llevado a cabo por Max en su calidad de joven latifundista, y sólo se detiene a recrear las horas de un Max enviciado por el juego en el casino del Club Social.
Naturalmente, la denuncia por parte de Hederra no puede ser más explícita en la novela, y acaso por tal motivo la narración pierde mucho en independencia en tanto obra literaria. El autor no se resiste a poner los dedos en la llaga, denunciando abiertamente los grandes vicios de la clase acomodada de su tiempo. Pero como sabemos que se trata de una novela chilena de principios de siglos -donde todavía el narrador maneja a sus personajes sin esconder los hilos de la ficción-, debemos ignorarlo en los momentos que nos resulta más sofocante. Hay, además, un largo y farragoso capítulo extraído de algún libro moralista de la época, acerca del cual uno no puede dejar de preguntarse por el motivo de encontrarse inserto en la novela.
Tal y como el propio Hederra sostiene en el prólogo, a través de la narración el autor busca denunciar y condenar uno de los vicios que mayor perjuicio causaban en la sociedad de entonces, destruyendo al hombre y a su familia, como efectivamente termina por sucederle al joven protagonista. En dichos clubes sociales, los latifundistas estimulados por las soberbia y el alcohol, se jugaban hasta la camisa, perdiendo sus animales, predios, fundos, casas, sin importarles -por cierto- la situación en que podía quedar el campesinado de sus haciendas… Nada más por aquel orgullo de clase que perdió a tantos antepasados, no sólo en la región de Talca, sino en el mundo entero.
Tratando de establecer algunos vasos comunicantes entre novelas de la época, resulta ineludible el paralelo con El Socio (1928), de Jenaro Prieto, cuyo fondo temático toparía en algunos aspectos, relativos a la especulación y al juego, pero a diferencia que en la obra de Prieto se incursiona más profundamente en la psicología del personaje, y, evidentemente, pueden leerse entre líneas bastante más asuntos implícitos.
No obstante lo anterior, cabe señalar que El tapete verde de igual modo permite al lector escarbar en las bases de una estructura social en manifiesta decadencia, cuando los valores van perdiendo su sentido, tras la paulatina degradación de sus representantes. El hecho de trasplantar a las ovejas negras de la familia en la provincia, es la mejor muestra, naturalmente, de la incapacidad de una sociedad para sanear en su mismo medio sus asuntos. Hederra en ese sentido da en el clavo, denunciando una realidad que en el futuro traerá consecuencia.
* El tapete verde, Edición Universidad de Talca, año 2004.
Miguel de Loyola – Santiago de Chile – Marzo del 2006.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…